Clan Dracul: amor prohibido - Libro 1

Capítulo 4

Katherine

—¿Tío, puedes hablar más rápido?

Espeto, mi paciencia se agota con cada segundo de silencio.

—¿Por un momento de tu vida puedes esperar?

Me regaña mi tío Paul, mirándome fijamente.

—Lo siento, pero es que te demoras mucho en decir las cosas.

Le digo, sin un ápice de arrepentimiento. Es la verdad.

—¿No escuchaste a Paul?

Interviene el niño de mami.

—Tú no te metas, que esto no es contigo.

Le respondo, apretando los dientes, controlándome para no arrancarle la cabeza.

—¡Suficiente!

Grita mi tío, levantándose de su asiento con furia. Ahora sí lo sacamos de quicio. En esos momentos, se parece mucho a mi padre.

—Los diez van a escuchar claramente, porque esto no lo volveré a repetir.

Continúa, y su voz resuena en la sala.

—Mientras yo no esté en estos seis meses, tendrán reglas muy específicas que deberán cumplir, les guste o no:

  1. Nada de fiestas en la casa.
  2. No quiero llegadas tardes, a excepción de algún evento, entrevista o concierto.
  3. Si esto se les sale de las manos, me veré en la obligación de despedirlas sin darles una segunda oportunidad.

En cualquier momento puede sacar la furia de vampiro.

—¿Les quedó todo claro?

Pregunta, mirándonos a todos con una seriedad que me hace asentir sin decir una palabra.

—Perfecto.

Una sonrisa de satisfacción se dibuja en su rostro

—Chicas, síganme, que les mostraré sus habitaciones.

Nosotras nos levantamos del sofá y lo seguimos. Los mortales se quedan en la sala, sus miradas se cruzan, como si estuvieran conspirando.

—Ya me arrepiento. No sé por qué nos toca aguantar a esta gente.

Murmura Bárbara.

—Es el precio de ser una Dracul.

Respondo con un suspiro.

—Vamos a divertirnos.

Dice Perrie, con una sonrisa pícara.

—No creo que sea buena idea.

Responde Danielle

—Si tío Paul se entera, estaremos en un gran problema.

—Tranquilas, chicas. Solo vamos a divertirnos un poco. Después de todo, somos las Dracul, y no podemos dejar que unos mortales nos controlen.

Dice Bárbara, con una sonrisa que me hace pensar en el caos que se avecina.

* * * * * *

Henry

El plan de Paul para protegernos parece perfecto, pero se me acaba de ocurrir una idea para que falle. Si ellas no pueden controlarnos, serán despedidas.

—Chicos.

Llamo la atención de cada uno.

—¿Qué tal les parecieron nuestras nuevas guardaespaldas?

—Hay que aceptar que son lindas.

Empieza Zack, y los demás asienten.

—No voy a aceptar que una mujer me cuide.

Continua Nicolás, con una mueca de desagrado.

—Opino lo mismo.

Añade Lalo

—Danielle es una mujer hermosa, pero el hecho de que me cuide le quita la hermosura.

—Lalo me ha quitado las palabras de la boca.

Dice Luis, asintiendo.

—Zack, ¿qué opinas?

Le pregunto con intriga.

—Me da vergüenza que una mujer me proteja todo el tiempo. Debería ser lo contrario.

Responde.

—¡Perfecto!

Exclamo, con una gran sonrisa. Eso es exactamente lo que quería escuchar. Tengo un plan.

—¿Cuál es el plan?

Pregunta Zack, con curiosidad.

—Prometimos cumplir todo, pero en realidad no será así con la primera regla.

Digo con una sonrisa pícara.

—Di las cosas sin rodeos.

Lalo habla desesperado por saber.

—La primera regla que dijo Paul no se cumplirá. La vamos a romper.

Respondo.

—¿Hacer una fiesta para luego decir adiós, chicas?

Continúa Nicolás, con una sonrisa de oreja a oreja.

—Exactamente.

Digo con una sonrisa, los demás imitan mi acción.

—Y lo mejor de todo, Paul no va a estar aquí para detenernos.

—¿Qué vamos a hacer con las chicas si queremos hacer la fiesta?

Pregunta Luis.

—Algo se me ocurrirá, pero por ahora, preocupémonos por organizar todo. Lo haremos esta noche.



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En el texto hay: vampiros

Editado: 15.08.2025

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