Logan
Aranza me tiene al límite. No ha dejado de caminar de un lado a otro en mi alcoba y es insoportable verla así. Sus celos son un espectáculo que me encanta, lo admito, pero en algunos casos no es necesario ponerse así. Respiro con pesadez y me levanto del sofá cercano al ataúd.
—Entiende que tengo que ir a Londres —le digo, y por fin se detiene.
—No lo voy a permitir —responde con la voz llena de furia.
—Sabes muy bien que Katherine es mi novia —explico, aunque sé que no le gusta—. Tengo que ir a verla para que no ande preguntando por qué no voy a visitarla. Es parte del acuerdo.
—No entiendo por qué tienes que seguir con esa, si estás conmigo —se cruza de brazos.
—Tenemos un acuerdo y lo sabes —le recuerdo. Un acuerdo de siglos, no solo de placer.
—Lo sé, pero no te quiero compartir con nadie y menos con la estúpida de Katherine Dracul —responde, sentándose a mi lado. Su proximidad es posesiva. —Te voy a dejar ir, pero iré contigo —continúa, esta vez con una sonrisa de victoria.
—¿Estás bromeando, cierto? —Pregunto con el ceño fruncido. Tenerla cerca de Katherine era una receta para el desastre.
—¿Acaso me estoy riendo? —Contra pregunta con una mirada desafiante. —Viajaremos juntos, pero no iré a la misma hora —informo, poniendo un límite.
—Cuidado con besarme allá —advierto.
—Mi querido Logan, soy muy profesional —contesta, y su sonrisa me hace pensar que no será así.
* * * * * *
Henry
¡Qué mañana tan larga! Lo que necesito ahora es tirarme en mi cama y dormir hasta el día siguiente. Entro en la casa y, tras de mí, entra Katherine. Acabamos de regresar de visitar a mi madre. Esta al conocer a mi guardaespaldas se dedicó a conocerla y lo más raro de todo es que Katherine le siguió el juego, lo cual, francamente, no ayudó a mi confusión.
—Bro, ¿qué tal te fue? —Pregunta Luis, bajando las escaleras junto a su guardaespaldas, Eleanor.
—Bien, le ayudé a mi hermana con algunas cosas —respondo mirando a Katherine, la cual se puso a hablar con su hermana.
—¿Desde cuándo? —La mirada de Luis es pícara.
—¿Desde cuándo qué? —Hago que no entiendo.
—Sabes muy bien a qué me refiero. ¿En qué momento te empezó a gustar Katherine?
—Ella no me gusta —niego de inmediato. No puede gustarme.
—Ni tú te lo crees. Dime la verdad. —Insiste, y suspiro, rindiéndome.
—Ayer, cuando hablé con ella, empecé a sentir cosas extrañas.
—Dile lo que sientes.
—Tengo novia —le recuerdo. Una novia que no me ata en sótanos, al menos.
—Pero no la amas —dice toda la verdad. Estoy con Taylor solo por el buen sexo, no porque realmente sienta algo por ella.
—La conozco hace dos días. No voy a decirle que algo está provocando en mí.
—¿Y eso qué tiene? Cuando se trata de amor, nada tiene que ver.
—Tienes razón, pero no lo sé —confieso.
—Siempre la tengo —responde, haciéndome reír. —Vamos, hazlo —me anima, haciendo un gesto con la cabeza hacia Katherine.
El timbre suena, un sonido irritante que interrumpe mi momento de valentía. Dejo a Luis y me dirijo a la puerta.
La abro de golpe, y mis ojos se encuentran con los de un extraño. Un joven de mi estatura, pero con una mirada helada y un aura de arrogancia que me hace detestarlo al instante. Su mandíbula está tensa y sus ojos de un color indefinido, casi grises, me miran con superioridad.
—¿Está Katherine? —Pregunta, sin modales, como si yo fuera un portero.
—¿Quién eres tú y para qué la necesitas? —Contra pregunto con seriedad.
—No tengo por qué darte explicaciones. Llámala, que la necesito —responde con arrogancia.
—Esta es mi casa, así que si no me dices para qué la quieres, no la llamaré —digo, cruzándome de brazos.
—Mira, idio...
—¿Quién es? —Pregunta Katherine, apareciendo detrás de mí. —¿Logan? —continúa, y una sonrisa enorme, se dibuja en su rostro. Desde que llegó nunca la había visto sonreír. —¡Mi amor! —Responde el tal Logan y me empuja a un lado para besarla.
Al ver esa escena tan desagradable, los sentimientos que empezaba a tener por Katherine se van en segundos a la basura. Que imbécil fui.