Katherine
Por lo visto, mis hermanas esta noche no llegarán. Me levanto de la cama incómoda de esta alcoba de huéspedes. Es una noche muy nublosa y fría, me encanta. Es un gran momento para cazar, pero en estos momentos no se me apetece hacerlo.
Se me hace imposible descansar con todo lo que ha pasado: la traición de Logan y Aranza y la confesión de amor de Henry resonando en mi cabeza. Suspiro lentamente y camino hasta la puerta de la alcoba y salgo de esta. Necesito hablar con alguien, o, al menos, estar cerca del único mortal que me hace sentir viva. Toco dos veces la puerta de la alcoba de Henry y espero hasta que me abra.
La puerta se abre lentamente y Henry me ve.
—¿Qué pa... —Se caya al instante. Su mirada fue puesta en mí de abajo hacia arriba. Vi cómo se mordía el labio con una intensidad que casi me hace olvidar mi misión de "hablar". Yo estaba en ropa interior: un conjunto de seda negro que acentuaba mi figura. Pero no soy la única; él se encuentra en calzoncillos. Ese hombre es una delicia. Los abdominales, la tensión en su cuerpo… la imagen es devastadora.
—¿Qué te trae por aquí y a esta hora? —Su voz sonó más ronca que de costumbre, una fricción sensual que me erizó la piel.
—Se me hace difícil descansar y quería saber si podíamos hablar un rato —le dije, la excusa sonando débil incluso para mis oídos.
—Claro, pasa. —Se hizo a un lado para yo poder entrar a su alcoba. El ambiente era cálido, con una tenue luz de la lámpara de noche. A medida que caminaba sentía la mirada de este en mi trasero. Me di vuelta con una sonrisa. Nada me importa en estos momentos.
—¿Te gusta lo que ves? —le sonreí coqueta, acercándome a él, acortando la distancia que tanto me había costado mantener.
—Si te acercas más, no respondo —su respiración ya era agitada, sus ojos oscuros por la excitación.
—Entonces —hice una pausa, acercándome más, hasta que mi aliento chocó con el suyo—, no respondas.
Nuestros labios rozaban, la tensión insoportable. Henry, sin esperar un segundo más, pegó nuestros labios. Fue un beso urgente, desesperado, que nos consumió de inmediato. Me cogió del trasero y me cargó con una fuerza sorprendente. Enrollé mis piernas en su cadera, pegando nuestros cuerpos. Me da un apretón en el trasero, un gesto posesivo y brutal, haciéndome gemir en su boca. No hay vuelta atrás. La necesidad de protección se desvanece ante la necesidad de su piel.
* * * * * *
Henry
La abracé y la besé con mucha urgencia, pero con la suavidad que ella merecía. La acuesto delicadamente en la cama, sin romper el contacto de nuestros labios. Pasé mis manos por detrás de su espalda y, con un pulgar tembloroso, le desabrocho el brasier, dejando al descubierto sus grandes y perfectos senos.
Tomo uno de estos, la piel increíblemente fría al contacto con mi boca, y lo chupo. Mi lengua empieza a jugar con su pezón, que se endurece de inmediato.
—Henry —Katherine gime con los ojos cerrados, y ese sonido, mi nombre en su voz de placer, me enloquece.
Empiezo a succionarlo rápidamente, alternando la fuerza y la dulzura. Me separo un poco y muerdo levemente su pezón, mi boca se desliza hacia el otro seno para repetir la misma acción. Ella arquea su espalda, desesperada.
Mi mano derecha baja por su abdomen y la meto entre su braga. La acariciaba, y noté con una punzada de excitación que está muy mojada. La seda es un obstáculo innecesario. Se la arranco con un movimiento rápido para dejarla completamente desnuda. Al momento de hacerlo, ella imita mi acción con mi calzoncillo, lo desaparece de mi cuerpo.
Abro sus piernas para meterme dentro de ellas. Me hundo dentro del bello cuerpo de Katherine sin anestesia, sin advertencia, sin pausa. Solo la necesidad de ser uno.
—Estás apretada —digo como puedo, conteniendo un gemido. Me encanta que esté así, una muestra de cuánto tiempo nos habíamos evitado.
—Tiempo sin hacerlo —me decía, gimiendo, mientras me recibía. Esta mujer es tan perfecta, tan salvaje en su entrega.
Mientras la beso, la embisto rápidamente a petición de ella. Se retuerce de placer, sus uñas se clavaban en mi espalda arañándome un poco, una bienvenida de dolor que acepto con gusto. Me encanta escucharla decir mi nombre; es tan excitante, tan... real. Mis movimientos son más profundos, más descontrolados, haciéndonos llegar a lo más alto del clímax al mismo tiempo. Siento mi cuerpo explotar en ella, y por un momento, no existe nada de lo que ha pasado antes, solo este éxtasis compartido.
Salgo de ella y me tumbo a su lado, buscando el aire que me falta.
—Eres maravillosa.
—Ya no me acordaba cómo se sentía eso —hizo una sonrisa, haciéndome contagiar.
—Ojalá mañana no te arrepientas de esto —la miro a los ojos y le acaricio los labios, sintiendo el aliento frío.
—Jamás me voy arrepentir —su mirada me hechiza, la verdad irrefutable en sus pupilas—. Si cedí a esto es porque realmente lo quería. Te quería a ti, Henry Socarras. —No dije palabra alguna. No había nada que decir. Sus palabras lo decían todo. Solo la contemplé con una enorme sonrisa y sellé su confesión con un apasionado beso.