Clan Dracul: amor prohibido - Libro 1

Capitulo 19

Katherine

Mi noche de caza no fue la mejor; los Brasov me dejaron pensando demasiado en lo que pueda pasar el día de hoy. La carta, su amenaza de sacrificarme a mí o a mis hijos, ha envenenado mi descanso. La sangre fresca apenas calmó mi sed de destrucción.

Suspiré pesadamente, levantándome del ataúd. El terciopelo negro era reconfortante, pero la adrenalina me impulsaba. Me cambié rápidamente, vistiéndome con ropa cómoda y oscura, lista para lo que viniera. Me dispuse a levantar a los pequeños vampiros que habitan esta casa.

Una sonrisa aparece en mi rostro. Observo que duermen como si fueran vampiros totalmente, rígidos e inmóviles en sus pequeños ataúdes. Pero estos ya se están preparando para serlo al tener la mayoría de edad. Me acerco a ellos con la suavidad que solo una madre puede tener.

—Mis vampiritos, hora de levantarse —dije con una voz muy suave. Se removieron en sus pequeños ataúdes, refunfuñando. —Vamos, la guardería de vampiritos espera por ustedes. —Es una guardería especializada en niños semivampiros, manejada por un clan amigo. Estarán seguros allí, lejos de la amenaza de los Brasov.

—No quiero, mami —dice Edward con los ojos cerrados, tratando de abrazar su almohada. Reí ante su pereza.

—Tengo sueño —ahora habla Darcy, su voz un murmullo infantil.

—Lo sé, pero tienen que ir para la guardería. —Abrieron lentamente sus hermosos ojos verdes esmeralda. El color de Henry. El color que ahora me recuerda la mentira, pero que amo incondicionalmente—. ¡A arreglarse, mis pequeños! —Se levantaron con pereza, listos para enfrentar un nuevo día, sin saber que su madre se prepara para la batalla de su vida.

*

Después de varios días, estoy de vuelta en la casa de los chicos y ahora de mis hermanas. Quién lo diría, los lugares que juré no volver a pisar se han convertido en la base de operaciones de mi familia.

Suspiré después de un largo silencio de espera en la puerta, preparándome para la confrontación. Ojalá no abra Henry. Y no fue así, menos mal. Zack estaba al pie del umbral de la puerta principal, mirándome con una gran sonrisa. Me dejó pasar sin problema alguno.

Varias miradas se posaron en mí al entrar. La mirada que di se posó dónde estaba Henry, sentado en el sofá; él solo miraba a otro lado, evitándome. Jamás voy a entender qué hace aquí si ya es parte de otro clan.

—Katherine, ¡qué alegría tenerte por aquí! —Lalo hablaba con una sonrisa—. Hace una semana no nos vienes a visitar.

—Hoy no vine a visitar como tal —mi tono de voz era dura, cortando la cordialidad—. He venido a una cosa específicamente —me miraron atentos—. Vengo a despedirme.

—¿Por qué te vas otra vez? —Eleanor empezó a preocuparse.

—No me iré del país y tampoco de la ciudad —mentí. Tengo que decirles algo que los tranquilizara superficialmente. Me miraron confundidos.

—¿Entonces? —ahora pregunta Perrie.

—No les puedo explicar —suspiré—. Lo único que diré es que mi ida es para proteger a los que amo. —Miré a Henry, que aún no se ha atrevido a mirarme. —Si pasa algo, no se vayan a olvidar de mí.

—¿Hermana, pero por qué dices eso? —Bárbara preguntó, bastante confundida.

—Solo les digo eso. —Otra vez miré a Henry, obligándolo a sentir mi presencia—. Todos sabemos que lo nuestro nunca se dio y no creo que vaya a pasar, pero de todas formas, no terminamos para nada bien. —Suspiré. —Te amo. —Todos me miraban sorprendidos. Soltar esas palabras en ese momento fue un acto de desesperación y verdad. —Es una palabra que hace 154 años dejé de usar honestamente, pero ahora te lo digo para que sepas que aunque quería sacarte de mi mente, no podía. Y ahora será imposible sabiendo que tengo el mejor regalo que me has dado: mis dos hijos.

» Si pasa algo, los niños se quedarán con mi madre. —Miré a uno por uno, dejando la instrucción clara, la única cosa importante que debía hacer.

—Pero hermana, es muy extraño que actúes así —me dijo Danielle, con la intuición que siempre tiene.

—Esto tiene su porqué, pero es mejor que no lo sepan. —Suspiré—. Se me está haciendo tarde —miraba la hora. La noche ya llega para enfrentarme a los Brasov. —Ya me tengo que ir. —No les di tiempo para hablar, para preguntar o para abrazarme. Salí lo más rápido de allí. La hora de la batalla ha llegado.

*

Una carta en la puerta de la casa de mi madre y mi hermano dejé, sellada con el emblema de mi clan. Era la última de las despedidas.

Detuve el tiempo. Gracias a un conocido con la habilidad de la cronocinesis, logré un instante de quietud absoluta, una burbuja donde solo yo podía moverme. Esto me permitió adentrarme bien en Hunedoara, territorio de los Dracul, sin ser detectada. No quiero que los guardias de mi padre vean que he llegado, ni quiero que él me detenga.

Estoy aquí por una simple razón, solo para dejar cartas de despedidas porque no sé si sobreviviré a esto. La Ley de los Ocho Poderes es absoluta, y los Brasov no bromean con el sacrificio.

Localicé la casa de mi madre, deslicé el sobre debajo de la puerta. Luego, me dirigí a la casa de Nick. Hice lo mismo. Eran cartas llenas de amor y explicaciones tardías, instrucciones para los niños si yo no regresaba. Dejé de respirar, manteniendo el enfoque. Cada segundo en esta quietud temporal es valioso.



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En el texto hay: vampiros

Editado: 27.11.2025

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