PROLOGO

Camino de un lado a otro en mi alcoba. La alfombra negra se siente suave bajo mis pies, pero la rabia quema dentro de mí. Me cuesta creer que ese hombre sea mi padre. Henry Socarras. Ya bastante daño le ha hecho a mi mamá para que venga ahora como si nada hubiese pasado, como si su traición y su nueva novia no la hubieran dejado al borde de la muerte.

No sé si pueda controlar mi odio. Mi garganta se siente seca, no por sed de sangre, sino por sed de venganza. Quiero clavarle mis colmillos y arrancarle la cabeza. No tengo miedo.

—Hermana, no te atormentes más.

Miro a Edward con seriedad. Él está sentado en el borde de su ataúd, jugando tranquilamente con un murciélago de juguete. Mi hermano es demasiado calmado.

—Hay que aceptar la realidad, es nuestro padre y ha llegado para quedarse. —Dice con tranquilidad, como si no le importara que ese hombre sea la causa del coma de nuestra madre.

—Jamás —aprieto los dientes—. Ese hombre destruyó la vida de mi madre; no permitiré que destruya la mía.

—Te vas a arrepentir.

—Un vampiro nunca se arrepiente. —Mi voz es baja y silbante.

Saco los colmillos con rabia, sintiendo cómo se deslizan. No son tan largos como los de un Dracul adulto, pero son lo suficientemente afilados.

—Henry Socarras pagará por ello.