Los años han pasado, o al menos, lo que para mí se ha sentido como una dulce eternidad de triunfo, y todavía disfruto cómo la sustancia de mi poder, la privación, entró en el sistema de la estúpida de Katherine Dracul. La puedo imaginar pudriéndose lentamente. Me puedo imaginar que ese clan está derribado sin la presencia de esa, la más poderosa después del Conde Drácula. ¡La odio!
Ahora ya me siento tranquila porque por fin pude matarla y quitarle a su hombre. Al fin Henry es solo mío, aunque su lealtad sigue siendo... incierta. En parte, vengué la muerte de mi amado Logan, el cual lo mató esa perra la Dracul. Ya era hora que yo ganara algo en esta maldita guerra de sangre.
Unas deliciosas lombrices caramelizadas con sangre A+ son mi cena de esta noche. Me siento en el sofá, cómoda y confiada, frente al televisor de pantalla plana. Me estiro hacia la mesa de centro para tomar el control y prender la enorme pantalla. Busco algo de distracción, pero lo que encuentro me quita el apetito.
Si mi mandíbula no la tuviera pegada se me hubiese caído al piso con la noticia tan desagradable que están pasando en las noticias vampiras. Mi corazón, que no late, se congela.
—Desde el hospital para vampiros, el Conde Drácula informa que la regeneración de su hija menor, Katherine Dracul, fue un éxito y, después de 5 años de coma, por fin ha abierto los ojos. La segunda vampira más poderosa renace de las cenizas...
¡Esto tiene que ser una mala broma! ¡Ese tipo de cosas no me puede pasar a mí! Creí que la había matado y en realidad está más viva que nunca. ¡Eso no puede ser! Nadie queda vivo ante mi poder de privación; es absoluto, es el veneno final. Se ha salvado, pero ahora no se va a escapar de esta.
La bilis me sube a la garganta. Necesito un nuevo plan, uno donde no me manche las manos directamente. Tengo al vampiro perfecto para hacer el trabajo sucio mientras yo observo desde el banquillo.
Me levanto a toda prisa del sofá, arrojando el plato de lombrices a la pared. Tomo el celular, que lo dejé cargando cerca del comedor. Marco el número. Uno, dos, tres, cuatro... Al fin responde.
—¿Aló?
—Tienes que venir ya a Brasov. —Mi voz es cortante, impaciente. Desde lo que sucedió, me mudé a la ciudad de Brasov. El territorio que era de mi clan, pero el clan Dracul los eliminó a todos. De ellos, solo quedo yo, aunque no sea una Brasov de sangre. Esta ciudad es la perfecta para esconderse, porque ningún Dracul puede pisarla por no ser su territorio.
—¿Qué pasó? ¿Por qué tanta urgencia? —Se oye cansado, aburrido. Eso es lo que menos me importa en este momento.
—He dicho que vengas ya. ¡Te necesito aquí, en mi casa! —No hay súplica, solo una orden.
—Ya voy para allá. —La resignación en su voz me da una pequeña satisfacción. Él viene, y con él, el plan para destruir a Katherine finalmente podrá continuar.
* * * * *
Henry
Todo ha cambiado. La palabra "cambio" se queda corta para describir la transformación que sufrí. Mi vida mortal, mis amistades, mi propia moral... todo se esfumó.
Desde que me alejé de los Dracul, o más bien, desde que Aranza me convirtió en una noche de rabia y desesperación, mi existencia se ha convertido en una sombra de lo que fue. Soy un vampiro, sí, con una fuerza y velocidad que solo había soñado, pero soy un esclavo.
Aranza me lo prometió todo: poder, inmortalidad y un futuro lejos de Katherine. Pero la realidad es mucho más oscura.
Todos creen que somos una gran pareja. Cuando salimos, ella sonríe y yo la escolto con la frialdad que me ha costado forjar. Parecemos la imagen perfecta del poder del resurgente Clan Brasov. La verdad es que detrás de puertas cerradas, soy su mandadero, su ejecutor, su fiel perro de ataque.
Ella me manipula con una facilidad que me asusta. Me recuerda constantemente mi "deuda" con ella por haberme dado la eternidad y por haberme "salvado" de la debilidad mortal.
Me utiliza para sus planes retorcidos, para espiar, para intimidar. El recuerdo de lo que le hice a Katherine —la humillación, el ataque físico, la mentira cruel que le dije sobre nunca haberla amado— es una mancha que no puedo limpiar. Cuando la vi caer en el Bosque Oeste, sentí un puñal de dolor que no debería sentir un vampiro.
Ahora, Aranza me ha llamado de vuelta a Brasov con urgencia. Sé lo que significa esa urgencia: Katherine ha despertado. Y mi papel en esta nueva fase de la guerra será, una vez más, el de su marioneta. Me odio por convertirme en el monstruo que soy para complacer a Aranza.
* * * * *
Aranza
—Al fin llegas, te he esperado por más de media hora. —Digo, con el tono de voz más helado que puedo evocar, justo cuando lo veo abrir la puerta de mi casa. La impaciencia me carcome, y su tardanza es una ofensa directa.
—Lo que importa es que estoy aquí. —Me habla seco, sin disculpas, entrando a la casa. Siempre ese tono. lo tomo fuerte del brazo.
—Cuidado cómo me hablas o tendremos serios problemas. —Le clavo los ojos, asegurándome de que sienta el frío de mi poder. No voy a tolerar su insolencia, no cuando lo necesito como mi arma.