Darcy
Llevo cinco años sin mi mamá. Cinco años es casi toda mi vida consciente. Cuando nos dijeron que se encontraba en el hospital y que algo malo le había pasado, mi hermano mellizo y yo teníamos solo tres años. Recuerdo vagamente ese día. En ese momento, todo se descontroló, no solo emocionalmente, sino en mi propia habitación. Uno de los poderes que tengo es la telequinesis, el mismo que tiene mi mamá, según dicen. Con la noticia empecé a llorar con una fuerza que no sabía que tenía, y todo lo que estaba en mi habitación, desde los osos de peluche hasta la estantería de libros, comenzó a volar y a chocar contra las paredes. En ese momento, mi familia supo que mi poder se desarrolló antes de tiempo, activado por el miedo y la rabia, aunque antes si lograba mover algunas cosas, pero no así como sucedió.
Soy mitad humano y mitad vampiro; es decir, una semi-vampira, pero me siento más vampira. Prefiero la sangre a la comida humana; de hecho, la carne me parece blanda y sin sabor. Mi hermano Edward es igual, le gusta lo mismo que a mí, y a veces competimos por quien consigue mejor sangre. Cuando cumplamos los dieciocho años, nos van a convertir en vampiros impuros, lo deseo con ansias. Quiero ser tan fuerte y temible como mi mamá, como nos ha contado mi tía Eleanor.
Respiro profundamente frente a la puerta de madera tallada de la habitación donde se encuentra mi mamá. El hospital huele a medicina y a hierro frío. Me aferro a la mochila que tengo en las manos. Dentro están nuestros "regalos de recuerdo": un dibujo torpe que hice con Edward y la caja de música que Mamá siempre tocaba. Edward pone su mano en mi hombro, con esa tranquilidad que él tiene y que yo envidio. Lo miro con los ojos llorosos. En este momento deseo tener a mi papá. No sé quién es. Es un misterio del clan que nadie nos dice, pero lo necesito para que nos dé fuerza para esto que vamos hacer.
—Estoy nerviosa —susurro, casi inaudiblemente, para que mi abuela Belinda no escuche. Ella se encuentra atrás de nosotros, mirando su celular con un brillo particular en sus ojos, concentrada.
—Tienes que estar tranquila, todo estará bien —dice Edward. Ahora me toma de la mano para darme fuerza. Él es el único que sabe cómo tranquilizarme. Su toque es frío, fuerte, como el de un vampiro, pero su corazón es el de un niño asustado.
—¿Y si no se acuerda de nosotros? —Es lo que más temo en estos momentos. Escuché su grito de rechazo ayer, y me dolió más que si la telequinesis me hubiera arrojado contra un muro.
—Lo hará porque le vamos a mostrar las cosas que le trajimos y le va a encantar —Dice él, con una fe que me hace sonreír nerviosamente.
—¿Están listos, mis vampiritos? —Nos pregunta mi abuela Belinda, guardando el celular en su bolso y mirándonos con amor maternal.
—Lo estamos —Edward responde por ambos, siempre valiente.
—Muy bien, entremos.
No dijimos nada, solo dejamos que ella abriera la puerta. Fui la primera en entrar. La veo allí, recostada sobre el ataúd. Tiene esa cara tan linda; mi mamá es perfecta. Más hermosa que cualquier actriz o cantante mortal. Sus ojos nos miran con curiosidad, sin ningún reconocimiento.
—Hola, niños —dice al vernos. Su voz es más suave que antes, menos autoritaria. Nos acercamos lentamente. No sé qué decir. —Acérquense más —nos sonríe sin dientes con gran calidez. —¿Son Edward y Darcy? —pregunta, como si leyera una ficha de datos.
—Sí —respondemos tímidamente en unísono.
—Mamá, ¿Nos dejarías a solas? —le dice a mi abuela, con un tono educado, casi formal, que duele.
—Claro, cariño —dice mi abuelita, sin reproche. Nos da un beso en la frente a ambos. Se da media vuelta y sale de la habitación, cerrando la puerta tras de sí.
Ahora, solo estamos nosotros tres, en un silencio pesado. La miramos a ella, nuestra madre, que no nos recuerda. Y ella nos mira a nosotros, sus pequeños desconocidos. Este es nuestro momento para luchar por su recuerdo.
* * * * *
Edward
Mi mamá es muy hermosa, incluso recostada y desarreglada. Miro a Darcy, y no se parecen en nada. Mis tías dicen que yo sí me parezco a mi mamá soy una copia de ella, menos los ojos, pero mi hermana tiene más de mi papá, de quien no tenemos idea quién es. Me gustaría tanto que estuviera aquí con nosotros, para que nos diera la fuerza que Darcy tanto busca. Es triste crecer sin ninguno de tus dos padres, sabiendo que uno te olvidó y el otro te abandonó.
La voz de mi mamá me devuelve a la realidad, sacándome de mis pensamientos sombríos.
—Me gustaría conocerlos bien —dice con una suavidad que me desarma.
Darcy y yo nos sentamos en unas sillas al lado del ataúd, acercándonos a ella.
—Tenemos ocho años, somos semi-vampiros, pero al cumplir la mayoría de edad, seremos vampiros impuros —le digo con orgullo. El estatus de vampiro impuro, aunque a veces menospreciado por los de sangre pura, nos emociona porque es la promesa de la eternidad y el poder.
—Qué lindo saber eso. Me gustaría ser la vampira que los convierta. —Dice, y la idea de que ella misma nos dé el "segundo nacimiento" es un honor que ni siquiera habíamos soñado.
Darcy y yo nos miramos con sorpresa y con una pizca de alegría.