La tradición familiar de mi familia , empezó con Elizabeth Woodgate, mi tatara tatarabuela. Todo comenzó en unos de esos bailes aburridos, carentes de emoción o gracia, como solía decir ella, cosa que comparto.
Por ese entonces, mi abuela tendría sus 16 años recién cumplidos y como la costumbre marcaba, ya era toda una mujer, y por ende era apta para casarse. Pero Elizabeth no pensaba desposarse con un ser insignificante, no, ella pensaba hacerlo con el mejor, aquel que este en el más alto nivel, aquel que todos admiren, el que forma parte de los más oscuros deseos de las mujeres, aquel al que todas desean, pero que no pueden tener, no pensaba aceptar menos, y ya que no tenia opción sobre casarse, la tendría para elegir con quien hacerlo.
Asique decidió poner su plan en marcha y cazar al mejor espécimen que esa sociedad podría ofrecer , pero, ¿cual sería el apropiado? Se preguntó, y ¿de dónde lo sacaría?, pero esa pregunta fue fácilmente respondida por su madre, que muy entusiasmada le avisaba que esa misma noche se llevaría a cabo uno de esos bailes. Y como era de esperarse que mejor lugar para observar a los hombres, sin ser irrespetuosa, que en un baile destinado para unir a las parejas de las más alta sociedad, aunque dijeran lo contrario.
Por lo tanto Elizabeth, decidió vestirse con sus mejores ropas, pero sin destacar, ya que para conocer a los hombres debía conocerlo en sus peores facetas, y no podría lograrlo si todos la observaran, y la consideraban un objetivo.
Cuando por fin llegaron, se puso a su labor, fue a una esquina en la que nadie podría verla, pero en el que ella podría ver a todos. En su escrutinio pudo ver de todo desde los hombres más guapos, formales, e elegantes , a los hombres más feos y sosos, pero todos tenían dos cosas en común, todos eran hipócritas y no eran lo suficiente para llamar su atención. O eso pensó hasta que lo vio, ese era el hombre, ese sería su presa, Michael Russell, Duque de Bedford.
Durante toda la noche lo observo, más nunca se acerco, no era el momento. Desde su escondite pudo apreciar su movimientos, finos, calculados, pero que siempre marcaban una elegancia digna de un rey, otra cosa que llamó su atención fue su mirada, no era muy expresiva para aquellos que no sabían analizar a las personas, una de las cualidades de las que Elizabeth se jactaba de poseer, en esta pudo ver como no estaba cómodo en ese lugar, rodeado de tantas mujeres, pero eso era comprensible si cada mujer en esa sala se le acercaba como carroña a un cuerpo en descomposición, acosándolo, además se dio cuenta de que al igual que ella Michael observaba a todos los presentes analizándolos, lo que dejaba entre ver que era un hombre inteligente y calculador.
Cuando ya obtuvo todo lo que quiso de su futura presa, decidió tantear el terreno, y observar lo que tenía a su alrededor, observó a cada mujer que se le acercó, cada movimiento, cada mirada, las de Michael eran las mismas, siempre serias, carentes de emoción alguna, pero el de las mujeres, eran las más variadas que había visto. Fue en ese momento en el que se dio cuenta de que existía dos tipos de mujeres, las virginales y la cortesanas. Las primeras eran las debutantes, como ella, pero la diferencia entre ellas y aquellas jovencitas, es que ella se amputaria su mano derecha, antes de sonrojarse por la simple idea de que un hombre le tocara la mano, por favor ni que fuera la gran cosa, puritana exageradas. Y después estaban las segunda ronda, esas mujeres que no tienen pudor alguno, las que se acercan a los hombres con el fin de obtener sus “favores" cosa a la que ella jamás se rebajaría, por el simple hecho de a la que satisfarán y perseguirán seria a ella.
En fin con ese análisis Elizabeth pudo llegar a la conclusión de que para obtener a Michael tenía que posicionarse en la mitad de ese grupo, no podía ser un Ángel puro sin mancha alguna, inocente e idiota, pero tampoco podía ser como esas diablesas, que se esconden en hermosos vestidos, pero que no tienen ni una pisca de respeto a si mismas. No Elizabeth iba a posicionarse en el medio, ella no seria ni uno ni el otro, ella sería el limbo en donde Michael caería, ella sería la luz o oscuridad que el buscara, pero siempre sería ella, no lo que el quisiera sino lo que necesitara. Y él la necesitaría.
Asique empezó con su cacería, ya tenía la presa, ahora tenía que seguir los pasos, observar, rastrear, poner la carnada y esperar, el primer paso ya estaba listo, solo tenía que seguir los siguiente y el resultado sería el esperado.
Y lo fue, Elizabeth Woodgate había logrado lo imposible, había logrado atrapar al más esquivo de todos los lores, al más cotizado para todas las jóvenes casaderas y sus madres. Y no fue mediante esas estrategias, en el que el honor del hombre se viera perjudicado, no, ella jamás se rebajaría a tan indecoroso métodos ella valía más que esos métodos carentes de respeto e inteligencia. Ella consiguió que ese hombre la observara solo a ella, le hizo creer que él era el único interesado entre los dos, nada más alejado de la verdad, lo hizo luchar esforzarse para tener su atención y ella lo recompensaba con pequeñas muestras de afecto, una radiante sonrisa, un pequeño e inofensivo beso en la mejilla, cualquier cosa para alentarlo, pero sin que sea demasiado, lo suficiente para tenerlo interesado. Eso sí siempre mostró su forma de ser, ella no buscaba que él la quisiera por algo que no era, él tenía que enloquecer por ella.
Le mostró su inteligencia, su fortaleza, pero siempre mostró un poco de debilidad, para que el sintiera ese instinto tan fuerte que tenían los machos, el instinto de protección, así se sentiría fuerte, apto, poderoso, pero siempre le demostró que ella no se amedrentaria ante él.
Y eso en sierra forma fue lo que lo volvió loco esa fuerza de voluntad, esa inteligencia, esa dulzura, ese carácter que lograba asustar hasta el más fuerte de los hombres.
Su boda fue uno de los hechos más importantes que ocurrió en esa temporada de baile. El hecho de que la pequeña e "inexperta" de la familia Woodgate había logrado atrapar al duque de Bedford había sido una de las más grandes hazañas, o eso se decía entre las mujeres de sociedad, y lo había sido, meses de fina planeación para lograr que su preza cayera ante sus pies por libre voluntad.
La vida de Elizabeth fue la mejor que podía haber soñado, o en este caso planificado, tenía al mejor hombre al cual amaba y él a ella, a tal punto que se desvivian el uno por el otro, pero más él. Había tenido hijos un barón y una niña, a la cual le contó la historia de cómo había logrado atrapar a su padre y tenerlo bailando en la Palma de su mano, sin olvidar nunca del gran amor que le tenía. Le enseño a su hija cada paso, cada técnica, todas y cada una de ellas, preparándola para que cuando llegara el momento de convertirse en mujer ella eligiera al que quisiera, y lograrlo cazarlo.
Y así fue sucesivamente con cada una de las mujeres de su progenie, no solo les había heredado su bellos ojos verdes grisáceos, o sus cabellos castaños sino que también les heredó su fuerte carácter , su locura, su valentía, su inteligencia, y sobre todo sus pasos a seguir creando una tradición familiar que sería pasado de generación a generación por los miembros de su familia, convirtiéndose así en un ejemplo a seguir por todas como iniciadora del clan de las cazadora Woodgate, de las mujeres finas, elegantes y poderosas.
“los hombres no saben lo que quieren en términos de amor, ellos no son como nosotras que analizamos cada parte de la ecuación para tener el resultado correcto. Ellos van a lo simple, lo que tiene un resultado claro y es por eso que cuando aparece una ecuación diferente complicada, deciden abandonarlo y es ahí en donde nosotras entramos, nuestro deber es hacer que esa ecuación, se vuelva interesante , entretenida, unica, para que ellos deseen terminarla y al final vean que esa ecuación es la mejor de todas"