Comenzaba a sentir los rayos del sol sobre mi piel, aquella sensación ardiente fue la suficiente para recordar el por qué decidí marcharme del lado de los exorcistas, al menos por un tiempo… lo que necesitara para calmarme y poder procesar todo lo sucedido. El clima en las playas del sur siempre es caluroso, no desprecio el calor, pero a veces hace que quiera irme y regresar de donde provengo.
No estoy con ánimos para sentir algo, y tampoco planeo ponerme nostálgica. Sólo… intento por lo menos… olvidar. Y que, con el tiempo los recuerdos sobre quién alguna vez fui se hiciesen borrosos, lejanos como un sueño, como una promesa de lo que pudo ser y ya nunca regresará.
Oí al cristal romperse, y como siguiente me levanté con sigilo, buscando de dónde provino el sonido. Mis piernas estaban cubiertas con rastros de arena, aunque no es la arena lo primero en percibirse, sino los tatuajes azules de los que tanto he intentado quitar, en vano.
— ¿Está todo bien? —Pregunté, dirigiéndome al interior de la cabaña con cristales enormes como ventana, casi sin paredes. Sin dudas la privacidad no es lo esencial.
Todavía me pregunto por qué el director Willson se molestó tanto en comprar aquella cabaña tan lujosa cuando no tiene un centavo, salvo por los fondos de la jubilación. Siempre fue una persona con gustos refinados.
—Sí, no tienes que estar preocupándote, Shawin, estas cosas pasan —Levantó las manos repletas de arrugas — ¿Ves? Sin heridas.
Sabía que decía eso apropósito, desde que terminó la gran guerra y las cosas volvieron a la normalidad no he dejado de tomar precauciones ante cada cosa, siempre al acecho. Me pregunto cómo reaccionaría el director si supiese que cada noche vigilo la cabaña, asegurándome de que no haya peligros.
—Ya deja de llamarme Shawin, tengo un nombre ¿Sabes?
Luego de todos estos tiempos juntos sigue sin tratarme como corresponde.
Me agaché en cuclillas para juntar poco a poco los cristales de la copa de champán.
—Si dejo de decirte Shawin tendría que revelar mi nombre —Rió en un sonido monótono, como un abuelo que acaba de hornear galletas y se las entrega a sus nietos.
—Como diga, Willson.
Intenté apurarme en juntar los restos, pero una punta filosa me atravesó la palma de la mano. Estuve unos segundos sin respirar, anhelando que se revelara alguna gota carmesí, tan sólo una. Pero al igual que las veces anteriores, no obtenía nada. Desde que había derrotado al diablo mis poderes de elegida se potenciaron, y una vez más no tengo idea de cuáles son mis límites, o cuán peligrosa podría ser si de nuevo pierdo el control.
Recogí el cristal y los lancé al cesto de un simple tiro, directo al centro. Luego volví a mi posición inicial, recostada delante de la cabaña, esperando incluso que el sol quemara mi piel, aunque ya ni siquiera mi piel puede ser quemada.
— ¿De nuevo harás lo mismo de siempre? Sólo, estar allí en la arena, esperando a que te entierre.
No moví ni un centímetro de mi cuerpo, lo había oído a la perfección, pero no quería que se diese cuenta cuán doloroso resultó su comentario. Tampoco era la primera vez que me decía palabras así, ni sería la última. Creí que se habría dado por vencido luego de discutir tanto tiempo por la misma razón.
—No regresaré —Cerré los ojos con lentitud, aunque por dentro quería desaparecer.
—Han pasado dos años desde eso.
¿Dos años? El tiempo es sólo un período, mis sentimientos, mi dolor sigue aferrados en el pecho, igual que hace dos años. No me importa realmente el tiempo que deba pasar, el llanto seguirá atascado en mi garganta sin poder escapar.
Lo ignoré, mirando al cielo con sus nubes blanquecinas, y luego al océano. El reflejo de sus aguas es idéntico al color de mis ojos, de un celeste impenetrable, gélido y apagado como lo son ahora.
Sí, habíamos salvado al mundo, pero eso ya no significa nada.
— ¿Qué dirán cuando se enteren que la elegida se oculta en una playa para no recordar su pasado?
—El pasado es el pasado, y seguirá allí por más que haga algo. Ahora sólo déjame en paz.
Willson sabía que sólo me hacía falta mover el meñique para empujarlo hacia adentro, pero la verdad es que ni siquiera tengo energías para eso. Estoy… creo que deprimida.
—El negarlo no te ayudará de nada.
Me mordí el labio. Sólo quería alzar mis alas y camuflarme en el cielo. Pero Willson dijo que debíamos mantener las apariencias el tiempo que estuviésemos en la isla.
—Se acabó Shawin, he comprado unos boletos a la academia en donde se fueron todos.
Me levanté de un salto, observándolo con mezcla de furia y súplica, completamente perpleja por sus palabras. Tenía la boca abierta, segura de que aquello no era ninguna broma.
¿Cuándo fue a comprar los boletos? Apuesto que mandó a alguien para hacerlo.
— ¿Qué hiciste qué?
—Lo has oído, te estoy echando de mi casa. Recoge tus cosas, anda.
—No puedes echarme a la calle, soy la elegida.