Clandestino el último exorcismo

CAPITULO 8 Más que una madame

Refunfuñando, no vi más nada que hacer, excepto volver a aquella sala donde tiempo atrás había salido como un rayo. Sí daba cierta humillación tener que volver a entrar, pero las reglas son las reglas y no quería tener líos con el director al primer día.

Con lentitud abrí la puerta, suspirando a la vez para tragarme el enfado reciente. Estaban todos en la posición que recordaba, conversando en sus asientos disgustando de ciertos bocadillos para la hora, además de aquel muchacho de cabello turquesa molestando a Sisella mientras se levantaba de su asiento y le giraba una fresa de lado a lado, mostrándosela a la cara para obtener una queja por su parte. De cierto modo aquello no pudo evitar recordarme a los viejos tiempos, aunque tratándose de nuevas personas…

Por instinto me hice a un lado apenas percibir que la puerta se abría, dejando ver a una bella mujer con cabello suelto en ondas y un semi rodete en lo alto. De veras lucía bien, aunque todos quienes estaban en el equipo élite extrañamente lucen mejor que el promedio. Sus ojos se enfocaron en mí, cubiertos por lentes con marcos en punta, analizándome de arriba-abajo sin soltar el agarre de los libros multicolores en su vientre.

—Debo suponer que eres Grace Shawin, la elegida.

No bastó decir ni una palabra más para que los presentes en la sala giraran sus cabezas hacia nosotras.

— ¡Grace! No te habíamos oído llegar —Exclamó el joven extrovertido de antes— De veras eres buena en ser sigilosa.

Avanzó unos pasos hacia mi ubicación para establecerse en una distancia cercana. Realmente cercana.

La mujer de atuendo formal carraspeó su garganta, y con la misma rapidez anterior, los alumnos de la élite se colocaron enfrente de la mesa como una hilera horizontal.

—Buenos días, ¿Listos para la clase del día?

De inmediato respondieron en un unísono “sí, madame”.

—No me presenté adecuadamente —Avanzó unos pasos, alejándose de la puerta de entrada a la vez que guardaba sus brazos detrás de la espalda— Mi nombre es Pilar Meliore, pero como verás prefiero que mi alumnado se dirija a mí como madame, y soy la única profesora asignada al equipo élite. Por lo que será recomendable tratarnos bien.

—No tengo ningún problema, madame.

Respondí siguiéndole el paso.

—Siendo así, infórmanos sobre tu estado de exorcista.

No sabía realmente si este cuestionario era necesario, pero tratándose de la profesora tendría que ser paciente y obedecer a cada orden.

—Como sabrá, soy la única elegida en la tierra. Mi categoría es rezadora y mi rama se trata de la final, potencial. Puede que haya perdido algunos años de estudio, pero soy bastante apta para seguir el paso de las enseñanzas, y además en mi tiempo afuera retomé el entrenamiento bajo la custodia del ex director Willson. No es necesario que se ablande conmigo o disminuyan el paso. Sé adaptarme muy fácilmente.

—Al igual que en el infierno —Una voz al extremo fingida tosió liberando las palabras dañinas. Por supuesto que aquel dichoso comentario provenía de Sisella, quien en este momento no podía reprimir la sonrisilla en su rostro, al igual que unos pocos.

La profesora apoyó los libros en la mesa con cierta brusquedad, sin mover el mantel, y se dirigió con amplios pasos hacia la dama de cabello negro, cuya expresión fue reemplazada en segundos por una repleta de pánico.

— ¿Qué hablamos en la última clase sobre el respeto dentro de la academia?

Extendió su mano para agarrarle de las mejillas y estirarlas a su punto máximo, dejando realmente rojiza la zona ejercida.

—Lo sé —Balbuceó, rodeando los ojos.

—Entonces si está todo entendido, es momento de dirigirnos al aula oficial, ¿No creen?

Dicho aula resultaba ser aún más espacioso que la sala de los bocadillos, y ya de por sí ese sitio era de gran tamaño. Algo que percibí es que al menos en cada salón de la academia posa colgado un candelabro de cristal en el techo. Un detalle realmente lujoso si no tuvieran dinero desbordando de sus bolsillos.

—Por fin en comodidad.

Entonó una voz risueña, cercana a mi oído.

— ¿Qué pretendes ahora?

Pregunté siguiéndole con la vista mientras se sentaba a mi lado en la butaca, unas muy similares a los auditorios o cines. Y al otro lado del asiento, Frey Patrikson, justamente igual que en la mesa de los bocadillos ¿Es que el peliceleste se considera un fan?

—Siempre me pregunté cómo sería estudiar junto a la elegida. De seguro debes ser la estudiante con mayores calificaciones.

Realicé una mueca nerviosa. En verdad las cosas son como Nolan había dicho, y no estoy para nada apta en ser la mejor ante los demás únicamente por llevar el título de la elegida grabado en la frente. Ahora mi trabajo no sólo es ser la mejor en el exorcismo, sino en el nivel académico, o peor aún en la vida diaria. Vaya, ni siquiera empezamos y la presión me está carcomiendo.

—No lo escuches, siempre suelta tonterías con su filosa lengua.

Nolan no dejaba de sorprenderme ni por un momento, ¿En verdad está apoyándome?

Simuladamente y con lentitud intentó colocar su brazo izquierdo detrás del respaldo, y de inmediato lo aparté sin dejar que siquiera llegase a tocarlo.

— ¿Es que dije algo malo?

Preguntó Frey al respecto de la conversación anterior. Qué chico ingenuo, si tan sólo sabría mis calificaciones… En la anterior academia no había podido estudiar realmente en mis tiempos libres, ya que estaban específicamente dedicados para el entrenamiento, y en el resto de las clases nunca llegaba a concentrarme, ya fuera por culpa de mis amigos o el sueño. Al menos eso solía suceder en ese entonces.

—Nada de lo que debas preocuparte, Frey —Sonrió a medida que balbuceaba para sí mismo: —No pienses que permitiré que usurpes el puesto de tutor.

Ya veo, sus verdaderas razones por las cuales estaba dispuesto a no hablar una sola palabra de nuestro trato era para que nadie más fuera mi tutor a excepción de él… Mira qué tenemos aquí, Eloy Nolan.



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En el texto hay: angeles y demonios, amor, exorcistas

Editado: 04.10.2020

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