Por primera vez en todo el día había alcanzado a sentirme integrada en la academia, o al menos un sentimiento rotundamente parecido. Madame Meliore estaba enfrente del pizarrón, explicando los contenidos del bloque que aprenderíamos este semestre, apuntando con una larga regla (con las que repetidas veces había golpeado a varios alumnos en tan sólo una hora).
La paz reinaba prolongadamente en aquella aula, sembrando una enorme conformidad que no creía ser capaz de volver a sentir. La cual fue breve hasta la llegada del preceptor de la academia, llamándome únicamente a mí para que me dirigiera con él.
—Entonces, ¿El director quiere verme?
Pregunté ante la información recién obtenida mientras caminábamos por los pasillos.
—Así es, cuando terminen podrá regresar a su clase correspondiente.
Finalizó, dejándome junto a una puerta con cristales adornados y una placa en el intermedio. No se me ocurría el por qué necesitaría solicitar mi presencia, pero teniendo en cuenta el estatus que poseo aquí podría ser por cualquier interés.
—Oh, señorita Shawin adelante, pasa.
Sonrió con su escalofriante voz aterciopelada, una que simplemente al oír cualquiera se preguntaría qué plan macabro estaría tramando ejecutar.
— ¿Necesita algo?
Pregunté a medida que él realizaba un ademán con una de sus manos, para que me sentara enfrente de él.
—Espero que la clase le haya sentado de maravilla —Comenzó— Estaba planeando una manera para presentarla oficialmente en la academia, y pensé en celebrar un festival en su respectivo honor.
Realmente la noticia había provocado cierto sobresalto en mí, pero tal y como me había propuesto, debo hacer bien las cosas en este lugar, y eso implica obedecer a todo el directivo. Incluyendo el presentarme en aquel festival sin sentido.
—Será al cabo de la hora. No te preocupes por la organización, te dirán explícitamente qué hacer, y los demás aprendices están preparados para cualquier circunstancia. No sería la primera vez que celebramos un festival sin previo aviso. Incluso la ciudadela vendrá a verla —Añadió.
—Ese asunto es precisamente algo que me preocupa… ¿Por qué según parece, en este país los mundanos saben de nuestra existencia, incluso nuestra verdadera identidad? ¿No era aquello un hecho exclusivamente prohibido?
—Únicamente los mundanos de esta ciudad conocen la verdad. Y justamente por eso es que nos veneran. Los demás habitantes de España que viven en otras ciudades creen que somos alguna clase de agencia especial del gobierno, aunque existen unos pocos que sospechan de nuestra identidad.
<<Les otorgamos la elección a nuestros mundanos del saber, o permanecer ignorantes ante la realidad. Hoy en día todos nacieron sabiendo, por lo que no hay ningún conflicto con guardar el secreto o convivir con los exorcistas.
Hasta este momento había creído que mantener el secreto era una de las cosas más importantes, y que las personas comunes no serían capaces de soportar la existencia de demonios acechando entre las sombras. Tal vez, toda mi vida había pensado erróneamente sin darles siquiera una oportunidad.
—Si es así, ¿Puedo acaso regresar a la clase?
—Por supuesto, en unos minutos sonaremos las campanas y la profesora Meliore te escoltará hacia el escenario del festival. También te explicará lo que deberás decir.
— ¿Madame Meliore sabe sobre lo planeado?
—No, pero sabrá cómo actuar en el momento. Como dije, no es la primera vez que hacemos algo así… Todavía recuerdo aquellos días en que todos se desesperaban por no saber qué hacer.
Rió en voz baja, revelando parte de su identidad sádica. Y tal como el director dijo, Madame estaba esperándome dentro del salón vacío. Supongo que los demás habrán ido a sus puestos tras oír el aviso de las campanas. Por primera vez saldría a la ciudad de España, ofreciéndome a todos como una joya exclusiva y única en su calidad ¿Me verían como a un aperitivo? ¿O similar a una diosa para venerar? No quiero ser sólo un adorno detrás de la vidriera, observada sin poder hacer nada. Sin actuar por propia voluntad, sometida a las reglas. Porque precisamente tendría que hacer eso.
—No estés tensa, cariño, este será tu momento dorado, un festejo para aliviar las penas.
La profesora comenzó a redactar su pequeño discurso de ánimo mientras me guiaba por un pasillo delgado y apagado, casi sin luces que indicasen por dónde caminar si la puerta no estuviera entreabierta. Realmente sus palabras no fueron de gran ayuda, bien sabía que realmente mi papel en el festival sería para exhibir mi presencia y mantener un orden. No tendría que hacer nada.
Avanzando se comenzaba a oír con mayor claridad grandes gritos de alegría, casi eufóricos. Lucían como vitoreos, ansiosos por verme subir al escenario. Madame abrió finalmente la puerta que conectaba con el exterior, a la ciudad capital, y de inmediato nos vimos mezcladas de papelitos de colores volando por el aire, con miles de brillos cayendo hasta llegar al suelo… y allí, delante nuestro, estaba la gente, repleta de alegría y orgullo por saber lo que saben, por vivir donde viven. Madame me jaló del brazo hacia unas escaleras, pero aún no podía dejar de estar realmente impactada por el colorido entorno disfrazado de un pacífico sueño.
Subí con lentitud, paso por paso en los escalones hasta llegar a la cima del suelo sólido de madera con grandes parlantes en cada extremo. Los papelitos de colores también estaban esparcidos por el escenario, pero eso no fue lo que me atrajo, sino las cientos de miradas curiosas de la multitud, debajo de nosotros. Apenas verme los gritos se hicieron aún más sinfónicos y se emprendió la marcha de alguna música de la orquesta, similar a un himno del cual no conocía, pero cuyas letras eran en latín ¿Acaso la academia también tenía su propio himno? Al finalizar la música, dejaron los instrumentos tendidos en sus manos, y la multitud de igual manera se silenció, mirando únicamente al frente y a cada uno de los estudiantes exorcistas colocados en filas que rodeaban el escenario, ubicados en ramas.