Apenas salir de aquella sala me topé detrás de la puerta al mismo preceptor que anteriormente me llevó a la dirección. Y manteniendo la misma expresión seria (reflexiva a veces), me llevó consigo nuevamente al lugar citado. Aparentemente el festival había culminado. Podía llegar a ver a los estudiantes, entrando poco a poco a la academia. Algunos charlando con su grupo, otros con el celular en sus manos, admirando la pantalla embobados; y los que mantenían la mirada al frente expresaban algún gesto improvisado ante mi presencia hacia los pasillos de la dirección.
El preceptor dio algunos golpecitos en el cristal de la puerta y se despidió apenas respondieron del lado interno. Me sorprendió la rapidez con la que el director acudió al llamado, el cual por alguna razón se encontraba sentado en el escritorio frente a otra persona de espaldas. Y, a pesar de no poder ver su rostro, distinguí al instante de quién se trataba. Ya había percibido demasiadas veces su fragancia como para equivocarme, además de su cabello redundantemente blanquecino con aquel sombrero que nunca se quitó de la cabeza.
— ¿Willson?
Pregunté con cierta agitación en mi voz. Dijo que trataría de visitarme constantemente pero no imaginaba que sería tan deprisa.
El hombre de mayor edad se volteó, reflejando una de sus más cálidas sonrisas. Por supuesto que era él.
— ¿Lograste acomodarte bien en la academia? Quise darte tiempo para ubicarte, pero no sabía cuánto —Finalizó en una ahogada risa con catarro.
Avancé los pasos con lentitud para luego abrazarlo, sin importar que la mirada de Vectore continuara sobre ambos.
—Estábamos tomando té, ¿Te apetece un poco? —Continuó hablando, mientras el hombre de traje y yo nos contuvimos sentados en el asiento, sin decir palabra alguna — ¿Qué sucede, por qué tanto silencio?
—Lo siento Willson, pero realmente me parece extraña la aparente visita.
—Ya lo he dicho, quería verte, como lo prometido. También te vi allí arriba del escenario en pleno festival. No tenía idea de que harían uno. Me alegro de no habérmelo perdido.
No podía quedarme tranquila con el llamado de Vectore, presentía que tramaba algo más, o tal vez el sentimiento era provocado por su inusual apariencia. Respiré hondo, levantando la mirada de forma defensiva.
—Realmente ¿A qué me ha citado?
— ¡Oh, Grace! Debes hablarle de forma respetuosa a las autoridades, ¿Qué te he enseñado?
Vectore levantó la mano, calmando a Willson. Mi tono no le había alterado, no sería suficiente para enfurecer a alguien como él.
—Ciertamente, la visita de Willson me ha sorprendido de igual manera, pero también me alegra. Sin embargo, no sólo es su presencia la razón por la que te llamé aquí. Como prácticamente eres una rezadora, se te ha asignado a una alquimista personal. Elegimos cuidadosamente luego del festival, y aquella persona será Anelis Balbontin. Espero que logren llevarse bien, ya que es la primera persona calificada para el trabajo.
¿De veras? ¿Anelis? No creía que realmente cumpliría su promesa sobre mejorar hasta superarme. Y ahora mismo, incluso, ella es la alquimista más poderosa en la academia Española. El centro de los exorcistas. Tendría que verla todos los días para no desobedecer una orden directa de los superiores. No podría negarme… no hay nada que hacer. Tendría que resignarme e ignorarla.
—Además, su respectivo sacerdote será Eloy Nolan.
De nuevo el joven sin apellido, Eloy Nolan, interrumpiendo en mi vida. No sólo sería mi tutor ahora, quien me enseñase en los estudios, sino también mi sacerdote designado, a quien tendría que obedecer… ¿Es una clase de broma? ¿Están jugando conmigo? Dos de los peores males me fueron encargados, sentenciándome a un infinito infierno.
— ¿Por qué la elegida debería tener un alquimista y estar bajo las órdenes de un sacerdote?
—Los estudiantes se sentirían menospreciados. Son las leyes por haber elegido ser rezadora. No es nada malo.
—Conozco a aquellas personas, y no me agradan.
Bajó la cabeza, cruzando los dedos de ambas manos por encima del escritorio. Willson me dio un golpecito con su codo, diciendo que no podía negarme. No podría.
Mi futuro, mis decisiones… cada extremo estaba planeado, puntualmente manipulado de forma tal para no permitirme decaer en la oscuridad. Esta vez se habían planteado estrictamente tenerme bajo su mando, hacer lo que sea para no dejarlos, para hacerles caso omiso. Para no permitirme pensar y hacer lo que se me apeteciera. Sería no sólo un producto, una joya en bruto admirada detrás de la vidriera; además tendría mis propios hilos moldeando mi cuello para ser aceptada socialmente en la asociación de exorcistas.