Clandestino el último exorcismo

CAPITULO 13 Instante diáfono

Fuera de la dirección me esperada la pena. Una demasiado silenciosa y devastadora, ahogando mi interior ¿Por qué tal destino tendría que habérseme concedido? ¿Por qué no ser feliz por un momento? Anelis estremece mi felicidad.

Sacudí mi cabeza para volver en sí. No podía entristecerme, había prometido ceder a las órdenes de la asociación, y ello no implica abrumarme por una compañera destinada como ella. Aunque, casi sin poder evitarlo, apreté los puños.

— ¿Es que te han castigado, rubiecita?

Oí un tono canturreón cercano a mi posición. Para nada me apetecían unas bromas, por más que fuese de alguien con un cuerpo semejante al dios del olimpo, cuales ojos no dejaban de mirarme con seriedad y bruma.

Inhalé y exhalé tan rápido para continuar con mi camino (algo que esta vez no pudo esperárselo), dejándolo detrás del paso ¿Es que tendría que soportar siempre estas situaciones con Eloy Nolan?

—Mira —Se acomodó fácilmente a mi lado— Sé que tal vez empezamos con el pie izquierdo, y me refiero al hecho de que no muchas personas se conocen en un dormitorio. Pero realmente me apetece caerte bien.

Continué el camino, haciendo nuevamente oídos sordos a su confesión. De por sí era una grata, pero tenía demasiado en la cabeza como para hacer las paces con él. Tampoco es como si tuviésemos que hacerlas, no ha hecho nada malo… exceptuando el ser irritable en ocasiones. Aunque verdaderamente malinterpretó el “llevarnos bien” con mi personalidad afilada.

—Gracie —Entonó una voz suave y melodiosa, cual ruiseñor ansioso por escapar de su jaula— Gracie-Poo. No podrás ignorarme cuanto quieras, soy tu tutor ahora.

Demasiado filoso. Me di vuelta.

—Lo sé, y también serás mi sacerdote ¡Enhorabuena! Serás la persona que más tiempo ha pasado junto a la elegida, considérate una celebridad en escala.

Bufé con mirada ardiente, aparentando derretirlo sin dejar siquiera cenizas.

—Me alegra oírlo, la verdad. Pero no es fama lo que busco.

—Basta de trucos, Nolan. Estoy cansada de tener que continuar soportando un minuto más de todo esto ¿Es que no hay un concepto para describir cómo me siento?

— ¿Qué intentas decir, Grace?

— ¡Que estoy siendo presionada! —Estallé con él— no, peor que eso ¡Nunca quise venir a la academia en primer lugar! Y ni siquiera entiendo el por qué te digo esto —Me aferré nuevamente a mis puños— Si por algo me oculté era para no tener que sentir nada. Nada.

—Puedo entenderte.

—Sólo lo dices para quedar bien ¿Puedes… puedes acaso irte? Necesito respirar.

—Lo que necesitas no es continuar alejada en plena crisis. Y confía cuando hablo de comprender lo que estás sintiendo.

— ¿Cómo puedes comprender esto cuando ni siquiera nos conocemos?

Sonrió, girando su cuerpo en torno al ventanal hacia el jardín. Tan pacífico e irónico, al igual que su expresión en este momento.

—Puedo aparentar varias cosas. Pero no miento. En verdad soy alguien sincero ante las mujeres. Un verdadero caballero, más bien. Nunca haría algo para traicionar tu confianza, puedes estar segura.

Se acercó unos pasos a un suave ritmo, simulando una pluma. Suave… tan suave al igual que su tacto al colocar su mano en mi mejilla. No creía necesitar un consuelo, sin embargo no podía evadir mi angustia, intentar detenerla era equivalente a pretender desplazar un muro. Aunque tratándose de mí sí podría hacerlo.

Sin más me dejé caer, derretir ante sus brazos, aquellos cálidos y suaves. Firmes y quizá confiables.

Él continuaba mirándome, aferrante, a los ojos; cubriendo cada hueco, esforzándose por unir los pedazos rotos. Claramente en vano. Ni siquiera cerca de llegar a armarlos.

—Tal vez… deberíamos ir a la clase.

Interrumpí su abrazo, desvaneciendo cualquier silencio ante el cielo diáfano.

—No me importaría que siguieses entre mis brazos.

Fruncí las cejas, entrecerrando apenas los ojos. Quizá lograría acostumbrarme a su manía de bromear, o seducir a las personas. Podría apostar al destino.

Nos separamos, llevándose junto a su piel el calor que me rodeaba hace unos segundos. Dejando en vez una frialdad que no sabía que permanecía.

—Bien, pero no es hacia esa dirección a donde tenemos que ir.

Certificó una vez que me giré hacia el pasillo del aula de la élite. Le dediqué una expresión dubitativa, claramente queriendo saber a lo que se refería.

—Es clase de entrenamiento.

— ¿Y qué nadie se preguntó en dónde estábamos?

—Pues, claramente somos los mejores de la academia, podemos hacer lo que se nos dé la gana.

— ¿Y qué hay de obedecer los compromisos? Mientras más fuertes, más responsabilidades nos son encargadas.

—Debes vivir más la vida, Grace Shawin.

Levantó los brazos por detrás de la nuca, dirigiéndose a otra de las salas exclusivas de la élite, esta vez para entrenar.

Imité sus pasos hacia el exterior, entorno a una gran puerta con delicadas decoraciones. Casi proféticas. Dentro la profesora enseñaba a los demás, flexionando el brazo de Frey, quien estaba estático en el suelo. Sin ninguna protección.

— ¡Oh, señorita Shawin!

Gritó Madame apenas verme ¿Qué podría ser de mí luego de mi tardía a la clase? Tampoco es como si tuviera un manual con los horarios.

—Hola también, madame.

Habló Nolan a un lado de mi ubicación, con las cejas levemente caídas.

—Por supuesto. ¿Alguno planea ofrecerse como voluntario?

Soltó a Frey, quien continuó estático por algunos segundos, hasta volver en sí nuevamente y comenzar a respirar agitado.

Ambos nos miramos, el uno al otro, esperando a que dijéramos algo o hiciésemos alguna acción para ofrecernos a la petición de la profesora ¿Aquel sería demasiado mal para compensar nuestra llegada tarde al entrenamiento?

—Estoy esperando.

Expresó golpeando repetidas veces el pie contra el suelo.



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En el texto hay: angeles y demonios, amor, exorcistas

Editado: 04.10.2020

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