“(…)El caminar es arriesgado
Y si erras estás acabado,
Esto no es un simple juego
Tendrías que haber practicado;
Fallar no es una opción,
Pensar que tu destino
es perder hoy(…)”
(En el borde del precipicio)
Me abrumó una estampida de sentimientos que me volvían loca, esta situación parecía irreal. Mi corazón latía con fuerza, sin hallar una explicación para lo que acababa de suceder.
De pronto sentí un escalofrío recorrer por mi espalda, provocando que saliera del trance. Por instinto me voltee, dudando en cada paso. No dejaba de temblando. Entonces, al dirigir mi mirada hacia la puerta, vi a un especulador allí parado, recordando su rostro. Se trataba del director de esta academia, vistiendo un traje adecuadamente caro.
Me pregunto durante cuánto tiempo me estuvo observando. Sus ojos curiosos se veían reflejados a través de sus diminutos anteojos que caían de su nariz redonda y pequeña.
Si logró ver todo lo transcurrido tal vez piense que soy una clase de wicca o seguidora de alguna loca religión tras pronunciar las palabras anteriores, las cuales todavía no logro comprender si quiera cómo fui capaz de pronunciarlas.
Tan sólo sé que provienen de la biblia, pero no tenía conocimiento absoluto que podían utilizarse para alguna clase de "exorcismo".
Mi mente estaba en blanco, no sabía qué decirle al respecto. Él dio unos pasos hacia el frente, mirándome con expresión seria, hasta que finalmente dijo:
—Sospechaba que pronto llegarías...
— ¡No es lo que piensa!— Le interrumpí, no quería que me acusase de algún acto de brujería o algo similar.
—Estoy totalmente seguro de que eres tú, y ahora que vi aquello no hay duda alguna de esta certeza.
Se aproximó un par de pasos más, y yo retrocedí, chocando contra uno de los sillones desgastados del despacho.
— ¡Esto es un gran malentendido! ¡Por favor, no llame a la policía!
— ¿Por qué habría de hacerlo? Con tu presencia, ya no hay peligros.
Por unos segundos lo vi sonreír, y luego volvió a su expresión seria, rascando su barba blanca y mal cortada a la vez que levantaba una ceja.
— ¿Qué no iba a acusarme de brujería y quemarme viva?
—No… ¿Brujería?
—Sé que parece tonto, pero no fui consciente al pronunciar esas palabras, así que, señor creo que… ¡Soy víctima de brujería!— Intenté explicar como pude, aunque dudo que comprenda lo que estoy tratando de decir, la verdad es que en este momento ni yo me entiendo.
—Creo que eres tú al parecer la que no comprende.
Realmente concuerdo en eso.
—Lo que sucedió hace un momento no fue brujería, se trata de exorcismo.
De nuevo la palabra que me vino a la mente ¿Pero cómo podría él saber eso?
—Escucha, tú…— Buscó las palabras correctas antes de hablar, el temor se podía denotar con claridad en mi rostro y tan sólo por algún movimiento en falso saldría corriendo —Eres especial, tienes… sangre exorcista y, aunque resulte difícil de comprender… eres la elegida, nacida para salvar al mundo.
— ¿Sangre exorcista? ¿Elegida?— No puedo creer que incluso el director de esta academia pudiese estafarme —No es verdad… mis padres nunca se relacionarían con esas cosas. Simplemente somos personas comunes y ni siquiera… este… no interesa— No quería mencionar ante un extraño el hecho de que no íbamos a misma todos los domingos como buenos santos, aunque no es como si estaríamos involucrados en esas actividades —El punto es que si no cumplimos con los requisitos adecuados, es imposible que mi familia, mi sangre esté implicada en ese “culto” del que habla.
—Quizá ellos son personas comunes, pero eso no significa que tú no. Te resumiré lo que está pasando.
Nos sentamos en uno de los sillones desgastados y polvorientos, dudé al principio en acompañarlo y tan sólo quedarme parada, pero por muestra de buena educación también me senté, no sin antes sacudir el polvo.
—Hace mucho tiempo atrás conocí a tu abuela, en ese momento estaba siendo atacado por un espíritu cercano al bosque, y ella lo exorcizó de un modo similar al que hiciste tú. Desde ese día ella me otorgó información esencial sobre los espíritus, demonios y sobre cómo derrotarlos; me había transformado en su compañero de batalla, aunque cada uno tenía su vida por separado. Hasta que… un demonio, demasiado fuerte, nos atacó. Ambos sabíamos que no podríamos exorcizarlo, entonces ella se paró al frente, aceptando todos los riesgos. Entonces con el poder espiritual logró exorcizarlo, pero cayó rendida. Esa fue su última batalla que lidiar. Y estaba feliz, sabía que el cielo la esperaba, y antes de marcharse me dijo:
"Debes encargarte de ella, mi descendiente será la próxima y la elegida. Ella tendrá el poder para derrotar todo mal existente en el mundo, debes entrenarla y ayudarla; al igual que yo lo hice contigo."
Lo miré atónita y con las palabras de “¿Me lo dice en serio?” escritas en el rostro. Esto no podía ser verdad. Es decir, ¿Justo ahora? ¿En este momento y lugar? Si habría sido mucho antes cuando era una niña le creería enseguida, sin falta de explicaciones, pero que lo dijera el director de una academia desconocida y repleta de secretos… me hace pensar que está mal de la cabeza.
—Esas fueron sus últimas palabras. Y su deseo fue entrenarte para que logres salvar al mundo.
—Disculpe… esa historia fue realmente bonita, pero… no le creo; y mi madre nunca en la vida me dijo algo con respecto a la vida de un exorcista.
—Eso fue porque tu abuela la dejaba al cuidado de tu abuelo; no quería relacionarla con este mundo, a menos que hubiese sido la elegida. Pero resultaste serlo tú.