Clandestino luz y sombra

CAPITULO 8 ALPHA Y OMEGA

“(…) Antes todo te daba igual,

Tuviste que caer al hoyo del conejo

Para saber lo que valía en verdad (…)”

(En el borde del precipicio)

 

Estaba estupefacta, no entiendo cómo el profesor pudo imaginarse que mi fuerza es igualada a esa masa de músculos ¡Peter me mataría! Me mataría sin dudarlo un segundo. Me detesta, nos detestamos, aunque podría decirse que ese desprecio es parte de nuestra amistad; somos algo similar a amigos más que conocidos, él no me mataría ¿No?

Nos acercamos y caminamos rodeándonos continuamente, mirándonos fijo a los ojos, él tenía el ceño fruncido.

Era el Alfa, firme, decidido y seguro en lo que hace; en cambio yo, la Omega, asustadiza, patética y confundida.

Cuando estábamos listos para atacar... ¿Listos? Sólo él está listo, yo estaba aterrada y en conflicto con mi cerebro por tener cien pensamientos a la vez y no poder reaccionar.

Se oye un aturdido y estruendoso sonido, igual de irritante que un silbato.

— ¡Alto! —Gritó el profesor luego de sonar el chifle.

Por un instante tuve la esperanza de que parara esta matanza y dijera que en realidad se trataba de una prueba de valor.

—Existe una regla.  Está prohibido asesinar o causar daños permanentes, aprendan a defenderse y medir su fuerza para no causar al rival una herida seria.

Mi poca esperanza se derrumbó al contrario de mi mala suerte.

¿Y si Peter no controla su fuerza? Empecé a rezar para mis adentros, quizá eso me ayudaría en algo.

Él se abalanzó fugaz y ágilmente sobre mí, dándome una patada con zapatillas talla 43 que sentí en el estómago, casi vomito. Se apartó.

Su mirada era penetrante, y logró hacerme temblar, no sabía qué hacer.

—Lo siento, ¿Fui muy rudo anciana?

Otra vez ese tono burlón y aquel apodo que aprendí a despreciar.

Él empezó a moverse en círculos, alrededor mío, en cambio continúo inmutada. Peter nada más me había golpeado en el estómago y casi me caigo. No tengo oportunidad de ganar esta.

Continuó avanzando con velocidad, golpeándome con patadas y puñetazos... todo dolía, no quería golpearlo, no sabía qué hacer, me invadió el miedo.

No paraba de atacarme con rapidez, hasta que se acercó lo suficientemente cerca de mi oído y susurró:

—Él está mirando, tienes que hacerlo.

¿Hacerlo? ¿A qué se refiere? Sólo sentía dolor por los moretones y zonas de mi cuerpo que ahora están hinchadas.

Llegó hasta un punto donde mi entorno se nubló, caí de rodillas y... espera un segundo. No me voy a dejar perder así tan fácilmente, no de esta manera, sin intentarlo al menos. Fue así cómo comprendí sus palabras.

El profesor observa, aunque no me agrade la idea tengo que golpearlo. Este lugar no será mi tumba, no ahora que sé qué hacer. Fui completamente ingenua.

Bajé la cabeza, escupiendo la sangre que contenía en la boca e hice a un lado el dolor que sentía por los golpes y las ganas de llorar, entonces me armé de valor y concentré los sentimientos de ira, no sólo en ese preciso momento, también mis recuerdos más dolorosos, acumulados en lo más profundo de mi ser.

Finalmente agarré al toro por los cuernos.

Levanté lentamente la cabeza, lanzándole una mirada de furia. Esto es lo que Peter quería que hiciera, concentrarme en mi dolor, adueñarme de mis miedos para usarlos como escudo y seguir adelante.

Me levanté inesperada y grité dejando escapar aquellos sentimientos. Me dirigí hacia él, intentando golpearlo con mi puño cerrado.

Él lo esquivó, aunque pude sentir en mi piel que lo había tocado, aunque sea sólo un roce. Con simplemente un roce insignificante me llené de gloria, creía que podría acabar con esto.

Quizá el Omega se pueda convertir en Alfa. Sólo quizá, pero esa esperanza me es suficiente para creer que podría vencerlo.

No resistí esa sensación triunfante y esbocé una ingenua sonrisa acompañada de una leve risita. Sabía que él había sentido mi roce y lo veloz que fui. Quería considerar el hecho que era más rápida que él, aunque inevitablemente me superara en fuerza.

De un momento a otro logramos asimilarnos a dos auténticos lobos, ambos luchando para liderar la manada, para comprobar quién es el mejor.

Nos atacábamos, corríamos e incluso reíamos. Irónico. A pesar de las heridas que recibí al principio me divertía luchando contra Peter.

Memorizaba sus movimientos y él también los míos, llevando a elaborar técnicas nuevas. Luego de la diversión el lugar se tornaba cada vez más serio.

Anteriormente en lo único que pensaba era si moriría aquí dentro, pero en este momento la pregunta de quién ganará es lo que me preocupa. Después de todos los conflictos, es Peter. Sin embargo no lo voy a dejar ganar así de fácil. La diversión se enmudeció y volvimos a la verdadera lucha. La lucha por quién aprobará la materia. El trofeo del ganador. Sin embargo el perdedor debía aceptar su derrota, quedándose con los "débiles”.

Ambos nos miramos, saltando y corriendo por doquier, seguíamos defendiéndonos y atacándonos sin parar.

Y... ¿Se acuerdan del paso en falso que temía cometer? Ocurrió. Cometí el grave error de repetir un movimiento. Sólo aquello bastó para que Peter me derribara con una de sus talentosas y muy efectivas "patadas voladoras".

Caí en seco. Listo, pensé, Él ganó. Seguía conteniendo el nudo de la garganta.

Lo miré, se aproximaba hacia mí con una mirada amenazante. No sabía que le había causado tantos problemas, después de todo nos convertimos en el show del profesor y de los demás que se rindieron o ya habían acabado.

Vi su sombra cada vez más cercana. Él también estaba agotado pero no tanto como yo en este momento. Acerqué mi mano hacia el rostro a medida que me levantaba, y pude ver cómo se deslizó una gota de sangre.



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En el texto hay: secretos, amor, exorcistas

Editado: 24.09.2020

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