Clandestino luz y sombra

CAPITULO 13 VOLUNTAD

“(…) No te rendiste, no lo hagas otra vez

Viste lo que te espera

Si tú has de retroceder (…)”

(En el borde del precipicio)

 

Oscuridad... desesperación. Me embriagaba un olor amargo y a la vez nostálgico.

Recuerdo que antes mi alrededor era alegre. Nada más oía risa tras risa. Sabía que debía de aprovechar la vida, mi vida, una  vida que luego se destrozó.

Me veía de niña, con mis padres, sonriendo y haciendo pucheros; pero luego salté de página a una "yo" más adulta. Me encontraba en otro lugar muy familiar, era esta academia, también aquella vez en que había entrado a la sala y vi por primera vez a un espíritu, aquello que me aterró y garantizó un mundo de ironías.

No quería que eso ocurriera, le gritaba a la chica que no abriera la puerta que atraería a mi destino. Le suplicaba que no lo hiciera, pero mis esfuerzos fueron en vano. Me humilló el terror al enfrentarme con la feroz criatura.

Perdida en mis pensamientos, la nada aprovechó para enviarme de nuevo a la oscuridad. Abrí ligeramente los ojos. Al despertar me encontraba en una sala blanca.

— ¿La enfermería?

—Cariño, ya despertaste.

Giré mi cabeza con cuidado para poder ver el rostro de aquella persona.

— ¿Mamá?

—Sí, espérame un momento para llamar a la doctora.

Se volteó, luciendo igual que siempre, con su cabellera larga y rubia hasta la cintura, junto a la cinta para el cabello que siempre viste.

—Espera, ¿Qué sucedió?

— ¿Qué sucedió? Cierto, me llamaron de la escuela porque estabas en el hospital, y vine corriendo. La doctora me explicó que tuviste un golpe en la cabeza, me aterró, no parabas de sangrar.

— ¿De la escuela?

Me acerqué para susurrarle.

— ¿La academia Sebastian Borg?

—No... la escuela Bludis. Nunca escuché ese nombre ¿De dónde lo sacaste?

—Ma-Mamá, no digas eso ¡La Academia Sebastian Borg! ¡Tú sabes cuál es perfectamente!

—Hija... iré a llamar a la doctora, espera aquí por favor.

Salió de la sala a punto de correr.

¿Cómo? ¿Por qué?

¿Por qué no la recuerda? ¿Cómo llegué aquí? ¿Qué fue lo que sucedió? No lo entiendo... No puede estar pasando esto.

—Buenos días señorita.

—Hola…

La doctora comenzó a tocarme la cabeza de diferentes ángulos.

— ¿Le duele en alguna parte?

—No.

— ¿Siente algo diferente?

—No… O tal vez sí.

— ¿Qué sucede? —Preguntó inclinando la cabeza unos centímetros.

—Eso mismo pregunto.

—No le entiendo.

— ¿Nunca le sintió que está dentro de un sueño? Bueno, justamente eso es lo que siento ahora.

Ella me miró, sin saber qué responder.

—Vamos, profesor Tadeo, sé que esta es una de sus pruebas, lo he descubierto.

Se apartó a una distancia razonable de la cama, aun viéndome con espanto.

—Vamos, entonces dígame cómo llegué aquí, ¿Qué me pasó?

—Por favor señorita, cálmese.

—No me calmaré ¡Necesito respuestas! ¡Dígame la verdad! —Sin poder evitarlo alcé la voz — ¿Dónde está Daisy, y Anelis, Nick y Peter?

Mamá entró por la puerta y me oyó gritar.

—Hija... Grace, por favor, cálmate.

— ¡No lo haré mamá! ¡No entiendo nada! ¿Dónde están todos?

—Grace...

— ¡Ya lo sé! Llama al director Willson, por favor debes hacerlo.

—Y… ¿Y cuál es el nombre de ese director?

—No… no sé su nombre, maldición, nunca lo dijo.

—Discúlpenme por interrumpir. Quiero aclarar que lo que ahora mismo está pasando la señorita Grace son los síntomas comunes que uno puede sufrir luego de un golpe de cabeza tan severo como ese.

— ¿Severo?

—Sí, el golpe fue leve, pero perdió bastante sangre como para quedar confundida.

—No, otra vez con la excusa del golpe. Necesito… que me digan exactamente qué está sucediendo.

—Señorita, usted se golpeó la cabeza, perdió sangre y ahora está confundida. Pero no se preocupe, luego estará bien.

—No, yo… estaba en la academia Sebastian Borg, y ahora… cielos, no, no lo sé.

—Disculpe... ¿Ya puedo llevármela? Está muy agotada, necesita descansar en su casa.

—Sí… si continúa en este estado por favor regrese de inmediato.

 

 

Salimos de allí y me llevaron a casa. La doctora de igual manera me recomendó que fuera a terapia con una psicóloga, para que le cuente sobre cómo me siento. Y así supuestamente, me iré curando más rápido, según ella.

Desde luego que mi mamá nunca se olvidó de llevarme allí, cada día a las 18hs, después de merendar. Incluso estaba anotado en un papel enganchado a la heladera para no olvidarnos.

Pero lo único que podía sentir era molestia, molestia por mi existencia, por esta mentira que transcurre cada segundo. Indirectas era lo único que podía escuchar de todos, me creían loca por seguir creyendo en lo que supuestamente viví, lo que supuestamente pasó, y lo que supuestamente es real.

No continué insistiendo en mi realidad, de otra forma mamá me llevaría con la doctora y de seguro al manicomio. No podía creer en mí misma en estas circunstancias, en nada ni en nadie. Tampoco me quedaban fuerzas para seguir fingiendo. Si los días seguían pasando… los exorcistas me necesitan.

Lo único bueno que se me ocurrió hacer fue escapar, huir de esta supuesta realidad, así tal vez todo se resuelva y sería mejor.

Empaqué mis cosas y me dirigí al único lugar en donde podía estar: la academia Sebastian Borg. Debía de estar allí, tiene que ser real. Aquel lugar fue el único que me hizo sentir viva.

A medida que caminaba siguiendo el rumbo que recordaba perfectamente para llegar hasta allí, iba pensando. Pensando en que la psicóloga me dijo que sostenía y no soltaba aquella idea porque en ese lugar me sentía bien, sentía que me necesitaban.



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En el texto hay: secretos, amor, exorcistas

Editado: 24.09.2020

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