“(…) Sonríe y gira,
ya le creen la diva,
miran sus pasos,
su figura y su danza
pero lo que no ven
es a su marchita alma (…)”
(Baila, bailarina)
No podía hacer otra cosa más que dormir. No porque sea perezosa y se me den las ganas de hacerlo; sino para no levantar sospechas de que puedo curarme a una velocidad anormal, y aquello guiaría sobre quién realmente soy.
Aun así, en realidad no podía dormir. Con todo esto que está pasando es difícil creer que estaré bien por siempre.
Anhelo a que llegue el momento de mi verdadera misión, siento que ya estoy lista para la travesía.
El sonido de alguien tocando la puerta me sacó de mis pensamientos.
Al ver a aquella persona entrar, me emocioné de sobremanera. Apuesto lo que sea a que me ruboricé.
—Peter.
—Grace, hola. No sabía que estabas despierta —Se rascó su sien y se ruborizó al igual que yo —Hace un rato me dieron el permiso para poder entrar...
Desvió la mirada para luego mirarme otra vez.
—Y, entonces quise verte lo más rápido posible.
—…Gracias. Pero...
Me miró a los ojos.
—Si dijiste que no sabías que estaba despierta, y que viniste para verme... ¿Entonces esperabas que esté dormida?
Lo vi ponerse cada vez más rojo de lo que ya estaba antes, y mover sus manos para todos lados de manera exagerada ¡Qué lindo!
Nos empezamos a reír luego del momento embarazoso.
La enfermera llegó a la sala y ordenó a Peter marcharse. Noté en su expresión que no quería irse, y aquello me provocó un deseo intenso de tambalearme y abrazarlo con todas mis fuerzas, no me importaba si él supiese mi secreto.
La noche ya había pasado y tenía demasiado sueño como para seguir despierta. Aunque tampoco es como si tuviera otra cosa que hacer.
Recuerdo haber escuchado al doctor decirme que mañana ya podría volver a la escuela. Con el tiempo en que estuve en la cama ya era suficiente como para disfrazar la verdad.
Por fin empezaba a cerrar los ojos lentamente. Pensando que al otro día volvería a estar con todos mis amigos. Cerrándolos para poder al fin dormir. Algo que al despertar quisiera seguir haciendo.
Sentí una brisa recorrer mi cuerpo, algo extraño porque las ventanas estaban cerradas.
Tal vez la enfermera las abrió para ventilar, así que abrí los ojos para decirle que las cierre. Hacía demasiado frío.
Desperté en lo profundo de un bosque, seguramente el que está detrás de la Academia. Supongo que aún debe ser de mañana por cómo está el cielo. Pero ahora mismo lo menos importante es qué hora es.
Miré a todo mi alrededor, desesperada de lo que pudo haber sucedido. Y junto a mi lado encontré la respuesta, a medida de que esos ojos rojos me miraban con delicia.
Me espanté demasiado al verlo llevándome en sus brazos. No me quiero ni imaginar la expresión que hice al verlo. De seguro que si mis pupilas no se salieron de los ojos, estuvo muy cerca de hacerlo.
—Grace.
¿Cómo hizo para entrar a la Academia y traerme hasta aquí sin que nadie se diese cuenta?
A no ser que… matara a todos allí dentro.
No sé si fue porque estaba agobiada con toda la situación o si él hizo algo. Pero en contra de mi voluntad cerré los ojos para luego ver todo profundamente oscuro.
Sólo pensaba en parpadear y volver a la cama como si todo esto hubiera sido un absurdo sueño.
Pero de nuevo, no pudo ser así. Desperté en... sí, una cama. Pero una de dos plazas y bastante ancha. Además de ser cómoda, bastante cómoda. Por favor, no me castiguen por decir eso de la cama del diablo.
Un momento... ¿La cama de Satán? ¿Y cómo llegué yo aquí?
Me volteé y salté al escuchar un ruido venir por la puerta. La vi abrirse sola, como si fuera por arte de magia.
Satán fue quién me trajo y un esqueleto andante está ahora mismo parado en la puerta, sosteniendo una bandeja con… ¿Comida? ¿Tal vez para mí?
Y así fue cómo descifré en dónde estaba. Infierno. El lugar de las almas en pena, espíritus malvados y demonios; además de ser el Reino del diablo. Es el lugar donde, después de la muerte, son torturadas eternamente las almas de los pecadores.
¿Y si Satán me mató mientras dormía? Una jugada realmente muy sucia, como el rey del infierno. Pero eso no puede explicar el por qué estoy aquí...
La mujer esqueleto, que aparenta ser una mucama por el traje; se acercó hacia mí y dejó aquella bandeja con los alimentos en una mesa, al lado mío.
También tengo que admitir que se ve muy apetitoso aquel plato relleno de waffles, panqueques americanos (Ambos con extra de miel) y café. Café con el dibujo de una rosa de crema.
Si esta es la comida del infierno tal vez dude en irme.
Una vez que aquel ser se fue del cuarto, empecé a mirar a la bandeja de plata con ansias y mucho apetito. Era el desayuno y ya tenía mucha hambre. Además de la comida ser refinada y delicada, también lo aparenta ser la habitación. Cuánta elegancia para ser el infierno.
Agarré los cubiertos para luego cortar los waffles en porciones, y así comerlos. Pero no pude atreverme a hacerlo por la intrusa llegada de...
No quise ni siquiera pensar su nombre.
—Despertaste.
—Me sacaste el apetito.
Rió, mostrando sus dos pares de colmillos ultra afilados.
—Por favor, no pongas esa cara.
—Vaya, vaya. El diablo sabe suplicar. Veamos si lo haces cuando te esté cortando la cabeza.
Agarré el cuchillo que tenía en la bandeja y me levanté de un salto para agarrarlo, pero desapareció como si fuera un hechizo, al igual que todo este lugar.