"Lo siento, no sé por qué
Me duelen las acciones que hago,
Lo siento, no es mi intención hacerlo
Y aun así sigo (…)”
(Lo siento al dolor)
Y finalmente la guerra inició.
Al escuchar el primer disparo comenzamos a correr y correr sin parar, como si de correr se tratara nuestra vida, aunque al llegar hasta los demonios (No sé si también mis compañeros lo hicieron) me paralicé y me entraron náuseas, en verdad no sabía qué tenía que hacer. Hasta que escuché a alguien gritar mi nombre, y al darme vuelta vi que se trataba de mi grupo de lucha.
— ¡Daisy! ¡Ven ahora mismo con nosotros si no quieres morir!
Me había apartado de ellos y salí corriendo sola por culpa del pánico.
Le obedecí y fui agitada hacia ellos.
Por sus uniformes deduje que hay cuatro alquimistas aprendices, y cada una con su respecto rezador asignado, así que en este grupo también hay cuatro rezadores potenciales.
Luego están los cantores, hay seis cantores secundarios (También incluyéndome a mí).
Luego se encuentra un rastreador principiante y otro rastreador experimentado, ellos nos ayudan diciéndonos cómo acabar con los seres y también pelean con su arma en ocasiones de extrema necesidad.
Para agregar, los exterminadores atacan solos o algunos en grupos conformados entre ellos.
Mientras que los videntes están en los grupos de alto nivel, es decir, grupos integrados por "ramas mayores", sin importar que se traten de videntes de ramas menores, ya que ellos son muy valiosos.
En tanto a los sacerdotes (como todo sucedió tan rápido) sólo tenemos a cinco, y éstos se encuentran siendo protegidos por los profesores, que son también los de mayor potencial.
Los demás están en camino. Seguramente pidieron a muchos refuerzos. Nadie sabía que se avecinaba una guerra y surgiría en este momento.
Estando entre mi grupo me siento mucho más protegida. O eso creía. Mi calma se desmoronó al ver por primera vez a un demonio en persona, vivo de carne y hueso... bueno, sobre eso último no estoy muy segura.
Nos podían intimidar tan sólo con sus ojos rojos, además de sus colmillos largos (muy largos); lucían una piel seca y arrugada, con uno de sus ojos colgando libremente de su piel. Se parecían a aquellos espeluznantes y terroríficos vampiros y zombies machucados de las películas. Su voz es ronca y gruesa. Lo más atemorizante es que estaban diciendo repetidas veces unas palabras que antes me eran incomprensibles, seguramente en una lengua muerta.
—"Habemus autem finis apud quod autem quod rerum carissimi autem quod elected"
— ¿Qué... qué están diciendo?
Escuché a un rastreador tragar saliva.
—Creo que dice: "Hemos de acabar con la existencia de los seres amados de la elegida". Pero no lo sé con exactitud.
Algo dentro de mí se sacudió al escuchar esas palabras, no sé qué es pero me inquieta.
Antes de que aquel demonio se mueva, un rezador le lanzó un talismán para darnos tiempo a recapacitar mientras el demonio estuviese aún inmóvil.
Entonces una chica alquimista se apresuró y le arrojó una poción a aquel demonio, exorcizándolo para que se desvaneciera en una amplia nube de humo.
Me aterra el propósito de aquellos seres.
Antes de que mis compañeros me dijesen algo de nuevo, me apresuré y seguí corriendo junto a ellos, arrasando a todos los demonios y espíritus que encontrábamos.
El campo de batalla se había tornado gris por el humo que liberan los seres al ser exorcizados.
Una vez que aquel vapor logró extinguirse, logramos ver la verdadera claridad a nuestro alrededor, y aquello nos horrorizaba. Rojo, sangre, rojo puro, cada vez más gritos y fuertes que antes, junto con los llantos. Lo más extraño es que antes no se escuchaban tan fuerte aquellos chillidos, habíamos creído que eran provocados por el miedo a aquellas espantosas criaturas. Pero por lo comprobado, no es así.
Sentía de nuevo las ansias de vomitar, y la idea de terminar como las personas a nuestro alrededor acabaron conmigo. Por el humo pensábamos que nos faltaban pocos demonios por derrotar, algo erróneo.
Empecé a llorar sin ninguna razón. Gente a la que alguna vez había visto, con la que había hablado... compañeros, amigos, personas que alguna vez había compartido algo, una risa, lágrimas, sentimientos... ya no están.
Mirara hacia donde mirara habían cuerpos tirados en el suelo, en el césped, en la tierra, en el fango.
Mi equipo dejó de atacar y se quedaron inmóviles. Alcanzamos a ver las últimas expresiones de aquellas personas implorando piedad..., y lo peor de todo es que no hicimos nada a cambio para salvarlos.
Los demonios nos están derrotando, nos están venciendo en esta guerra que creíamos poder acabar nosotros como vencedores. El mundo está podrido en su interior, y si los demonios ganan esto se verá físicamente.
— ¿Acaso no hay nada que podamos hacer?
Al finalizar aquella frase sentí que algo dentro de mí se rompió, y caí rendida al piso, arrodillada sin más, y vacía, sin sentido de vida.
Mi llanto se vio opacado por la lluvia.
Respiré profundo para intentar calmarme, y en vez de oler la humedad de la tierra, el olor a sangre era más profundo. Mi corazón no paraba de palpitar cada vez más fuerte. Sentía que en cualquier momento se saldría de mi pecho.
El miedo atentó con apoderarse totalmente de mi cuerpo, y siento que ya lo está logrando, mis piernas tiemblan tanto como si en cualquier instante me llegara a caer... tal vez caer en un vacío sin fin, sin que nadie me pueda otorgar ayuda alguna.
Mi pánico se detuvo y volví a la macabra realidad cuando oí a una de mis compañeras vomitar. Al parecer no soy la única afectada hasta el borde del extremo, porque otras personas también están llorando en pleno shock.