Clarissa

Padre contra hijo

Mientras veo a Alexandra en lo que parece ser un profundo sueño y al mundo pasar por la ventana, en mi cabeza habitan pensamientos un poco confusos, aún para mí. Desde que comencé a tener memoria no recuerdo haberme preguntado a mí mismo el porqué de la falta de familia paterna, es como si un hoyo negro las haya absorbido o se hayan perdido en el misterioso triángulo de las bermudas; tampoco le tomé importancia, con mi abuelo y mi padre eran suficientes. Cuando empecé a crecer me di cuenta, por mí mismo de la falta de tíos y primos de parte de mi padre. 
Como los Salazar (familia a la que pertenezco) es muy prestigiosa me di a la tarea de buscar sobre sus ancestros, luego de todos estos años de pasarlo por alto y luego de ignorarlo por las fiestas y las personas que me acosaban, no por mí, sino por mí dinero. No me quejo tuve muchas mujeres en mi cama, tampoco es algo de lo que me sienta tan orgulloso. 
Soy el típico hijo de padres millonarios que aman por su dinero, excluyendo a Clarissa, claro está que ella me amaba por mi persona no por lo que llegue a tener. 
¿Alexandra? Pues también la conozco desde hace mucho y hasta ahora estamos empezando una relación. Dejaré de hablar de esta manera porque cualquiera pensaría que tengo un cuarto de dominación femenina o algo por el estilo. 
Mauricio Salazar fue el fundador de las empresas Salazar, allá a finales de los años 50. Leí un poco sobre la historia y me enteré de que Mauricio pasó de ser un pobretón a tener una fortuna valorada en muchos millones. Tal vez fue un golpe de suerte o habrá hecho un pacto con Lucifer. Eso no sería bueno puesto que yo soy el heredero luego de mi padre. 
Bueno, ya sabré que esconde mi familia.
Alexandra duerme plácidamente, parece un oso. Ojalá yo pudiera dormir así, la verdad nunca me gustó eso de privarme mientras viajo, no me gustaría dormirme y que una baba quiera ser libre al mismo tiempo. Se incorpora y me dice media somnolienta:

—¿Ya vamos a llegar?

—Sí, en unos 5 minutos.

El bus se detiene, es hora de bajar e ir en busca de mi padre. Bajo las maletas porque Alexandra parece estar cansada para hacerlo, más bien me parece que por ser hombre debo hacerlo. La igualdad de género no funciona en algunas situaciones. 
Tomamos un taxi, decido ir a visitar a mi madre primero ya que no la he visto por varios días. Hasta ahora veo lo enorme que es la entrada de mi casa. El taxi me deja en frente de la misma.

— ¿Ha vuelto, joven? — Me dice el mayordomo al mismo tiempo que toma mis maletas. Sí, tenemos uno.

— Por unos días.

— Un placer tenerlo de vuelta.

— Sé sincero, yo no soy mis padres.

— Había rezado para que no volvieras, pero no funcionó — Se ríe.

Siempre he llevado una buena relación con Leo, siempre le digo que conmigo puede dejar esas estupideces, de no bromear o decirme la verdad en la cara, a un lado. Cuando está mi madre o mi padre tenemos que fingir que me respeta, pero fuera de la vista de ellos somos dos amigos.

— Así me gusta, no me tires las maletas al suelo esclavo.

— Claro Mi Rey. Señorita Alexandra.

— Mi reverencia —Digo.

— Hola — Dice ella.

— Hola— responde Leo a Alexandra y luego se dirige a mí — Su reverencia.

— Igualmente.

Mi madre se asoma a la puerta. Al verme usa sus apodos que usaba cuando era un niño y me incomodan un poco, Alexandra solo se ríe para sus adentros y yo deseo que la señora Margaret de Salazar se detenga. Me abraza, el abrazo de una madre siempre es cálido y lleno de mucho amor, a pesar de crecer siempre es reconfortante. Entramos.

— ¿Papá, está en su oficina?

— Como siempre. ¿Y Clarissa, la dejaste? — Va a la cocina.

— No, estaré aquí por unos días, necesito saber algo.

— ¿Qué cosa? — Se detiene.

— Luego lo sabrás.

Mi madre no queda muy complacida y en la cara se le ve que quiere saber más sobre la duda que me carcome. Me debato si decirle o no. Decido que no, mi padre es la única persona que puede responderme ya que es su familia no la de mi madre.

Es mejor que Ale se quede con mi madre mientras yo confronto a mi padre. Ahora estoy sentado aquí esperando a que mi ocupado padre salga de su importante reunión. Sale y rápidamente me incorporo a su camino a la oficina.

— ¿En qué puedo ayudarte Matías? Si quieres dinero ya sa...

— No, papá no quiero tu dinero. Quiero respuestas — Voltea su cabeza y se ríe burlón.

— Lee la biblia, dicen por ahí que tiene la respuesta a todo. Yo no concuerdo, pero las masas son las masas.

— ¿Dónde están Greta, Marco y Sonia Salazar?

Se detiene en seco y las fracciones de su cara me dicen que toque una parte sensible. Ya tengo su atención. Continúa su camino, al cruzar la puerta de la oficina me invita a sentarme.

— Has estado investigando, ¿No?

— Claro y me enteré que carezco de familia paterna. Greta es la única que puede estar viva si tu no me dices iré donde ella.

— Hijo mío, mi familia ha tenido una extraña maldición. Nosotros, los que sobrevivimos, somos bendecidos. Una maldición que nos bendijo.

— Papá yo no veo ninguna maldición — Veo a todos lados —. Tenemos mucho dinero.

— A ver Donald, ¿Qué ganas con saber el pasado? Deberías enfocarte en prepararte porque tú eres el heredero de todo esto — Extiende sus manos.

— No me interesa. Dásela a otro.

— Solo un Salazar de sangre puede estar al mando de esto.

— Busquemos a Greta y se lo hacemos saber. Tal vez ella sepa de administración.

Se recuesta a la silla. Y extiende la mano.

— Te invito a buscarla, te dirá lo mismo que yo.

— Lo haré
 

Salgo de la habitación, abro el auto, pero antes de montarme suena mi teléfono celular. Es un mensaje de mi padre.

— Esta en el asilo "Felicidad eterna" Ve y cuéntame que encuentras.



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En el texto hay: cultos, nuevas experiencias, terror suspenso

Editado: 18.11.2020

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