Claroscuro — [star Wars Fanfic]

I

—Cuando era niña soñaba con conocer Coruscant. Decían que las estrellas se veían más brillantes debido a la atmósfera del planeta. Me recuerda a mi propio hogar.

—Llevamos años de conocernos y aun no me has dicho de dónde vienes. —Ben le dio un sorbo a su vaso, haciendo una mueca por la amargura del líquido que compartía con su compañera de entrenamiento.

—El nombre es demasiado largo como para recordarlo. Pero está cerca de Polis Massa. Donde nacieron el maestro Luke y tu madre.

—Bastante lejos de aquí.

—No lo extraño, por más mal que suene. Mi madre me dijo que siempre tendría mi habitación intacta, que me recibiría cuando quisiera volver. Pero ahora no me interesa.

 

Keikata se apoyó en una de las enormes piedras que delimitaban el balcón del templo. Ella y Ben, junto con un reducido grupo, eran los alumnos con más edad entre los aprendices de Luke Skywalker, y aunque disfrutaban pasar tiempo con los niños más pequeños y enseñarles todo lo que sabían, de vez en cuando preferían pasar tiempo a solas para hablar de asuntos de mayores.

 

—Tu madre debe estar orgullosa de ti, Kei.

—Le complació saber que tenía una hija sensible a la Fuerza —La muchacha asintió—. Pero estoy segura de que está ahorrando mucho más en comida ahora que no estoy con ella.

—No digas eso.

—Es cierto. Fue precisamente su frase de despedida. Eso, y que me amaba.

 

De un salto, Ben se sentó en la piedra donde Keikata había apoyado los brazos. Las tenues luces azules de las lámparas de aceite no dejaban que todo cayera en completa penumbra, pero tampoco permitían que se tornara demasiado tétrico.

 

—A veces extraño a mamá.

—Es normal, Ben. Serías un desalmado si no te dolieran las separaciones.

—El tío Luke lo hace más fácil. Nunca estoy lejos de mi familia si él está conmigo.

 

Keikata fijó los ojos en el negro horizonte. Dejó que el viento le acariciara las mejillas mientras soltaba las intrincadas trenzas que se había hecho al salir el sol. Ben la miró deshacer el trabajo de toda una mañana en cuestión de minutos.

 

—¿No te cansas de desbaratar esas trenzas todos los días? —ella movió la cabeza, negándolo.

—Sería mucho más sencillo tomar el sable de luz y cortarme el cabello de un tajo, pero me gusta largo. No me confunden con el resto de los aprendices.

—¿Creías que pasaría? —Ben sonrió.

—Tal vez —Keikata se encogió de hombros—, debería cortarlo sólo un poco.

—No lo hagas, Kei —Ben tomó uno de los mechones de pelo y lo acomodó tras la oreja de su compañera de entrenamiento—, te ves mejor con el cabello así. Te lo aseguro.

—Gracias, pequeñito. —La joven sonrió. Él le devolvió el gesto con dulzura.

 

Ben terminó de beber el contenido del vaso y bajó de la enorme piedra del balcón. Keikata le hizo una seña con la mano pidiéndole la pieza de barro para llevarla a la cocina, y atravesó caminando uno de los corredores iluminados con la luz de las lámparas de aceite. Su largo cabello negro destellaba fuegos fatuos cerúleos que a los ojos de Ben eran fascinantes, y combinaban a la perfección con aquella energía poderosa que ella emanaba.

 

—Buenas noches, Kei.

—Dulces sueños, Ben Solo —respondió Keikata antes de mantener la sonrisa y entrar a la cocina.

 

Kei

 

—Siento un conflicto en ti, jovencita.

—Maestro, puedo explicarlo.

—No es un conflicto moral. Es sentimental.

 

Cuando Luke Skywalker le pidió a Keikata que hablaran en privado aquella mañana, miles de teorías atravesaron su mente. Sin embargo, la última razón que se le pasó por la cabeza era la que menos imaginó debía disimular.

 

—Sé que no es una división entre la Luz y el Lado Oscuro de la Fuerza. Es algo completamente diferente.

—Maestro...

—Emociones. Sentimientos.

—Yo...

—Estás enamorada.

 

Keikata miró al suelo y permaneció inmóvil en el centro de la estancia, tratando de no verse más nerviosa de lo que se sentía. Se retorció las manos al verse descubierta. Después de todo, Skywalker hablaba desde la experiencia que le daba ser el último maestro Jedi.

 

—Maestro, un Jedi no puede enamorarse. Lo sé mejor que nadie.

—Y aun así fijaste los ojos en una persona. La hiciste objeto de tus afectos. ¿Quién es?

—No existe emoción, sólo existe paz. No existe ignorancia, sólo existe conocimiento. No existe... —Keikata respiró hondo y comenzó a murmurar. Luke se molestó al oír aquella evasiva.




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