Ahí estaba, con un golpe en la cabeza, el pobre Valian había llegado en un momento delicado, después de una sucesión de catástrofes, él tendría que cargar con las culpas de los errores de otro, pero no le importaba mucho, solo pensaba en dormir, de forma tranquila, sin deber despertar, pero para su desagrado, la vida seguía tirando de él, y despertó, vaya que sí despertó, gotas de un aceite extraño caían desde una grieta que había en el techo, una de ellas logro sacarlo de su sueño al golpear contra su rostro, molesto de irguió sobre el lugar donde reposaba, miro alrededor, esa era la vida que tanto detestaba, estaba en una especie de celda, pero en efecto el lugar, tenía barrotes de oro puro, pensó que era ridículo desperdiciar el oro en algo como eso, en la celda no había mucho, un sitio para dormir, dónde se encontraba sentado, una pequeña ventana con barrotes igualmente de oro, una alfombra de terciopelo roja y una mesa pequeña dónde se encontraba un tablero de ajedrez, acompañado con dos sillas, le pareció extraño por demás, que en ese mundo conocieran o más aún practicarán el ajedrez, pudo notar además que las paredes de la celda eran de mármol perfectamente pulido, al contacto con su mano, era como una suave y limpia caricia al tacto, la celda estaba intensamente iluminada, algo que también le pareció extraño porque no había farolas y afuera las nubes cubrían el sol, se percató que cerca de la alfombra, se hallaba una escotilla que parecía llegar a algún lugar puesto que de ella también se desprendía luz, le pareció que era lo suficientemente grande como para que su cuerpo cupiera en ella perfectamente, se rió silenciosamente, podía escapar cuando quisiera. En ese preciso momento fue capaz de escuchar algunos murmullos que venían de un sitio cercano. Supuso que estaban discutiendo acerca de él, pues era evidente que nadie lo quería aquí.
- ¡Haber para cuando me matan eh!- dijo vociferando casi con impaciencia mientras se acercaba a los barrotes y apoyaba sus mano en ellos.
- Toma, ahorranos el trabajo…- escucho una voz que le parecía familiar.
Al observar con detenimiento, logro ver la figura de Natialett semiescondida entre las sombras del pasillo, la observó por un momento extrañado, le estaba extendiendo un cuchillo con la funda colocada, mientras se recostaba en los barrotes con un gesto despreocupado y ni siquiera le dirigía la mirada.
- ¿Para que es eso? – pregunto él desconfiado.
- Dijiste que querías morir ¿No es así? Toma, hazlo tú, córtate un brazo, una pierna, el cuello, lo que quieras, cualquier parte servirá para al menos iniciar el proceso. – Dijo mientras sacudía levemente el cuchillo incitando al joven para que lo agarrará.
- Yo te conozco, tú me trajiste aquí…¿quién eres?- pregunto, evitando tomar el cuchillo.
- ¿Acaso importa? En unos segundos morirás- dijo con una sonrisa de burla.
- Es que… tengo curiosidad. Quisiera saber - no termino la frase cuando fue interrumpido.
- Alguien que tiene curiosidad por el mundo que lo rodea… no tiene ganas de morir. Te estás contradiciendo, en realidad no quieres morir… - dijo mostrando otra vez la misma sonrisa.
- … - Valian se quedó átonito, sin saber que responder, Natialett parecía tener mucha razón, ¿Por qué se comportaba así?
- Entonces… - inquirió ella- ¿Quieres saber quién soy o quieres morir?
Jackson Valian no supo que contestar, antes de llegar a ese lugar no había tenido dudas de ese tipo, quería morir, lo sabía porque sentía que no podía reconstruirse. Pero Natialett estaba ahí frente a él, esperando que tomara una decisión. Se sintió débil, ¿Porque tenía ella que entrometerse? Su mirada seguía puesta en él, pero no de una forma impaciente, estaba muy tranquila, confiada, como si lo conociera de toda la vida y supiera exactamente lo que iba a decidir, en efecto, Natialett nunca lo había visto antes, pero ella sabía cómo motivar a los demás, como ayudarlos a recuperar su luz, como hacerlos enojar y perder la paciencia, sabía que la rabia era su más grande aliada, pues nadie se mueve tanto como cuando la rabia lo acompaña, ese desagrado por algo que te molesta, algo que no te gusta. Despierta esa necesidad de cambiarlo, ansias de reparar lo que está roto, Natialett era quien despertaba esa clase de sentimientos que salvaban vidas, realmente era un ser admirable. Pero Valian era demasiado necio, demasiado orgulloso, no quería cambiar fácilmente de opinión y menos por las artimañas de una desconocida. Así que con valor y un poco de frustración tomo el cuchillo de mano de Natialett, lo desenfundó y no ocultó su sorpresa ante lo que vio en él, su hoja parecía de… DIAMANTE, fundido de una manera muy extraña, no creyó que algo así fuera imaginable y mucho menos realizable. En cualquier caso, era evidente que el lugar estaba lleno de riquezas. Se dio cuenta de que había estado observando el cuchillo por un tiempo largo y no había dado ningún paso para quitarse la vida, de reojo pudo ver que Natialett lo observaba, imagino que pensaba que era un tonto, se aclaró la garganta e irguió su postura, colocó el filo sobre su muñeca realizando algo de presión que parecía ser insuficiente.