ARQUÍMEDES
Mi primer día de clases fue horrible, me sentí como un tonto todo el tiempo, no les entendía de nada de lo que hablaban.
Madre fue por mí en la tarde, sonriendo mucho esperando a que le contara todo mi día en el camino, pero las palabras no salían de mi boca, ella me preguntaba el típico ¿cómo te fue? Y yo soltaba el básico bien. No quiera mentirle a mi madre pero, mi mentira la haría sentir más tranquila.
— Fueron muy amables— eso la animo. Sonrió contenta.
— Amo escuchar eso, es una buena noticia. ¿Algún amigo?— me pregunto, escondí mi labios y asentí.
— Un par— era mentira, no hable con ninguno más que con Cesar.
Pero ella estaba contenta. Por fin su hijo antisocial había hecho amigos. Solo me dedique a ver por la ventana mientras ella me platicaba sobre su trabajo. Madre es accionista en el hotel Caliente, medio Tijuana lo sabe.
Cuando llegue fui directamente a mi habitación. No quiera hacer tarea, era viernes tendría todo el fin de semana, aunque hacerla ahora me aseguraba un fin de semana libre. Suspire profundamente y con mi rociador desinfectante bañe mi mochila, mi ropa y mis libros. Me quite la ropa e hice que Hara, la sirvienta me lavara mi ropa del día. Antes de cambiarme, con una toalla mojada limpie mi cuerpo, con agua y jabón, tire los guante y el cubre bocas. Lavé mis dientes y mi cara, así pude cambiarme para por fin hacer mi tarea a gusto.
☼
Desperté deseando ser menos perezoso que ayer, y sé que algunos deseos no se cumplen.
Me levanté de la cama y vi mi mochila encima de una mesita al lado de mi escritorio, el fin de semana había acabado. Me puse de pie y quite las sabanas, las doble y las puse en el suelo afuera de mi habitación, la sirvienta pasaría en cualquier momento para llevarlas a lavar. En mi closet ya estaba el uniforme de la escuela; pantalones negros, camiseta blanca con el escudo de la escuela, jersey escolar azul y el saco amarillo. Puede ser muchas cosas, pero el uniforme es lindo. Tenía un papel con la letra de madre. Tuvo una emergencia del trabajo y no podría llevarme a la escuela, Jerry el chofer me llevaría.
Pase mi rutina normal, desayuno y unas palmadas en la espalda a mí mismo para volver a la escuela. Hoy me lleve a la escuela un rociador con liquido desinfectante, por si las dudas y gel anti bacteria…
Llegue a la escuela sin mi traje de astronauta, conservaba mis antiparras, el cubre bocas y los guantes, pero ahora me sentía más ligero que ayer. Me despedí de Jerry y caminé hasta mi primera clase. Matemáticas.
Mientras caminaba por el pasillo vi que la puerta de mi salón estaba abierta, no tendría que preocuparme por tocar la chapa de la puerta, eso me subió un poco el ánimo.
Cuando entre encontré la misma reacción que ayer, todos me miraban como si fuera un bicho raro. Tal vez lo soy, un bicho muy raro. Llegue a mi pupitre y este estaba manchado de tinta.
— ¿Cuánto a que tiene toallas desinfectantes en su mochila?— escuche el murmullo en alguna parte del salón. Saque mi rociador y apunte a todo mi pupitre.
En la puerta llego Cesar haciendo mucho escándalo, tenía mucho papel de baño.
— Te ayudare— dijo sonriendo mientras se acercaba y comenzaba a limpiar la tinta de bolígrafo. — Son unas bestias…
— Solo son chicos— le conteste, fue amable en limpiar mi pupitre. Sonreí detrás de la máscara y volví a rosear anti bacterial en la silla y el pupitre para sentarme.
Las clases pasaron con normalidad hasta la hora de la comida. No iba a pedir nada a pesar de que tenían un menú extenso y se veía en orden de cálidas. Yo no sabía lo que pasaba en las cocinas, no me arriesgaría. Solo me senté en una de las mesas.
Veía la ventaba que daba una vista a la cancha de futbol vacía. La escuela quedaba entre Ensenada y Tijuana, creían que eso haría que los alumnos se concentraran más en sus estudios. Sentí que alguien se sentó a un lado de mí, volteo y me encuentro con la Pato que se acomodaba con su plato de comida como si la hubiese envidado a sentarse conmigo. No me había dado cuenta de que su cabello era tan castaño hasta que la vi a mi lado.
Me miro y temblé por su mirada, tenía los ojos muy oscuros.
— Fue de muy mal gusto lo que te hicieron en matemáticas— me dijo asintiendo con la cabeza y moviendo mucho los labios. — ¿No vas a comer?
— No suelo comer comida fuera de casa— le contesto.
— Que mal, esta comida es buena… aunque tenga muchas calorías— soltó mientras picaba su comida con su tenedor, era una ensalada cesar. ¿Cuántas calorías podrían tener una simple ensalada?
Como imán llegaron sus demás amigos. Cesar era uno de ellos.
— ¿Qué tal tu fin de semana, nuevo?— pregunto un chico con nariz de tucán y muy largo. Sonreía despreocupado con una hamburguesa en su plato. Hablaba raro.
— Pues…
— Se dieron cuenta de que la secretaria se hizo un nuevo corte, ahora parece tomate— dijo otro armando un escándalo, era castaño claro y ojos muy azules. Tenía un audífono en la oreja, ese debía ser Diego— Mi Mondragón, ¿Cómo estuvo tu fin de semana?