CESAR
No estaba muy seguro del porque me importaba tanto el astronauta de Arquímedes. Desde la clase de literatura lo he estado pensando. Entiendo su problema, pero no es asunto mío. No es mi problema, de cualquier forma, no tengo derecho de decirle que hacer…
Iba a ir a casa, las clases terminaron y no tengo nada que hacer aparte de la tarea que no dejaron hoy. Me sorprendí cuando mi cuerpo se detuvo cuando vi a Arquímedes pasar en frente de mí, paralizado como si estuviera viendo a un fantasma.
Fue inevitable seguirlo, iba al mismo lugar que yo, la salida. A pesar de estar envuelto en plástico, parecía un chico bueno, me pregunto qué le habrá pasado para que llegara a este punto. Me sentí culpable por robar el número de teléfono de su casa. Seré menos molesto, o bueno… lo intentare.
Pensaba viendo al suelo como lograr hacerme su amigo formal viendo al suelo cuando un sonido me alerto en frente de mí. Levante la mirada buscando el blanco al que le dio ese globo, se me erizo la piel cuando vi que el objetivo fue Arquímedes. Corrí para ayudarlo a quitarse la pintura rosa de la cara, estaba hiperventilando y sus manos temblaban.
— ¡Ey, Arquímedes!— le grite tratando de que volviera en sí, no daba resultado.
Quería gritar, pero la voz no le salía de su boca. Tenía la cabeza gacha temblando. Se veía muy mal, casi parecía que le iba a dar un ataque de algo. Sabía que no le gustaba que lo tocaran, pero era necesario. Lo agarre de los hombros y lo lleve a los baños más cercanos de colegio. Sus pies no se movían y no me ayudaban, casi lo lleve cargando.
Cuando llegue no me importo que el intendente acabara de trapear. Puse a Arquímedes en frente de los lavabos y le quité la mascarilla y las antiparras manchadas, abrí la llave del agua y con la primera salpicadura que le di en la cara este reacciono y con mucha desesperación comenzó a juntar agua en sus manos y la paso en su cara.
Quería seguir ayudándolo, pero me empuja.
— ¡No me toques!— grita lanzándose hacia atrás y chocando con la pared. — ¡No me toques otra vez!— ahora me apuntaba.
Estaba dispuesto a entenderlo, a ser empático, pero el calor del momento me hizo caer en la ira.
— ¡Se dice gracias, maldito astronauta!— le grite fuerte apuntándole a la cabeza. — ¡Si no fuera por mí, todavía estarías temblando como bebé en la puerta del colegio!— volví a gritar ignorando por completo que Arquímedes estaba llorando.
Tragué saliva y escondí los labios tratando de calmarme, no era justo gritarle después de lo que le paso. ¿Quién fue? No lo sé, aún. Cerré los ojos esperando a que volviera mi serenidad. Escuché como el agua otra vez corría, al abrir los ojos de nuevo pude ver por primera vez la cara de Arquímedes. Su cara sin antiparras ni cubre bocas, su rostro libre.
Ya había visto sus ojos azules como el cielo, pero tuve una sensación diferente al verlos sin un plástico en medio. Su nariz era recta, sus labios rosas y hasta ahora me doy cuenta de que este chico tiene pecas cobrizas en toda su cara. Arquímedes se ve en el espejo y nota que tiene pintura en su cabello. Tenía ya los ojos irritados por haber llorado.
— ¿Que me ves?— me pregunto tratando de sonar amenazante, pero no lo logro. Su voz ya “calmada” sin un cubrebocas puesto, era más dulce que antes.
— Estas guapo— le dije sonriendo, era una broma no tan broma. Realmente no estaba mal.
Giro deprisa su cara evitando mi mirada. Se quitó la mochila y la puso encima de los lavabos, de ahí saco un inhalador. Fue una sorpresa, no sabía que tenía asma y tampoco me había dado cuenta de que estaba respirando raro hasta que le puse mucha atención. Afuera del baño llego en peor tipo del mundo, Francisco. Jugador de béisbol, deporte que nadie juega en Tijuana el muy ridículo. Me recargue en la pared después de que casi me empuja solo para entrar al baño, debe de tener diarrea el cabrón.
— Olivos— le dije y este voltea a verme.
— Coma— responde.
— ¿Porque tanta prisa? El cocinero ya está comenzando a sospechar que eres alérgico a la mitad del menú— pregunto sarcástico.
— Cuida tus palabras o tendré que decirle a tu abuela sobre tu dulcería…— iba a seguir hablando cuando noto a Arquímedes poniéndose de nuevo un cubre bocas.
Iba a dirigirle la palabra cuando este se va de forma rápida casi corriendo. Me preocupaba lo que pudiera pasar si se quedaba solo, pero antes de tomar camino para seguirlo Francisco corre a uno de los cubículos del baño. No me tiene que importar, él no me importa… pero después de que di el primer paso, lo escuche vomitar.
☼
No alcance a Arquímedes, solo pude ver su coche alejarse. Di un suspiro de frustración y gire buscando mi mochila, la había tirado cuando ayude a Arquímedes con la pintura. El lugar estaba raro, agache mi mirada al suelo y vi las manchas de la pintura rosa.
Éramos pocos, había muy pocos alumnos en el colegio. Claro que lo voy a encontrar, no sería justo no hacerlo. Estaba dispuesto a reportar este incidente a dirección, pero Yeya y Diego me detiene saliendo del colegio; ambos planeaban la celebración de San Valentín en que sería en dos semanas. Así que los seguí a la casa de Yeya para “ayudarlos” con los preparativos. Pero yo solo estaba pensando en el globo de pintura.