CESAR
Mi pierna temblaba mientras veía la puerta del salón desde mi pupitre. ¿Acaso el astronauta no pensaba venir a clases? Bueno, si me pongo a pensar en los acontecimientos del viernes era comprensible, y en lo personal también habría faltado.
La vista se arruino cuando Francisco cruzo esa puerta como si fuera el dueño del colegio.
— Ya llego el patas chuecas— le dije y este solo me enseña su dedo del medio con el ceño fruncido.
— Vete a la chingada— me respondió, yo me comienzo a reír, sé que a él le molesta escucharme reír.
El maestro llego sin darme oportunidad de responderle, nos hizo callar y comenzamos la clase. Me preocupaba que Arquímedes no viniera a la escuela.
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— Cesar, se te enfriaran los chilaquiles— escucho a Yeya a un lado de mí, reaccione y la risa de Enrique me hizo voltear a verlo.
— ¿A dónde te fuiste o qué?— pregunto picando su comida con su tenedor.
— Estaba pensando— le dije.
— ¿Tú piensas?— pregunto Eriko riéndose. Reí con sarcástico para después aventarle mi servilleta hecha pelota a su cara.
— Necesito saber quién le aventó el globo de pintura a Arquímedes— les dije llamando su atención, Pato abrió mucho los ojos cuando mencioné el nombre de Arquímedes en voz alta.
Comenzó a reír muy histérica, lo cual me confundió mucho.
— Honey Pie me debe quinientos pesos— dice alegre.
— ¿Por qué?
— Le dije que Cesar le iba a gustar el astronauta— respondió como si fuera muy obvio.
— No me gusta, él ni siquiera es mi tipo de persona— respondí sacudiendo la cabeza y tomando un poco de mi comida para ponerla en mi boca.
— Todo el mundo es tu tipo de persona, Cesar, no digas mentiras— dice Diego y en eso Yeya escupe de su soda tratando de controlar su respiración, estaba riéndose.
— ¿La pansexualidad golpea a la puerta?— pregunto Enrique simulando con su puño que golpeaba la puerta. — Le gustan las bolsas de plástico, no solo le gusta el pan…
— ¿Podemos volver a mi tema principal?— les pregunte después de tragar la comida que había masticado. — Necesito saber quién fue el idiota que le aventó el globo de pintura a Arquímedes.
— Debe ser del otro grupo, la mitad de los de nuestro salón son becados— dijo Enrique.
— ¿Y eso que tiene que ver?— pregunte.
— La mayoría quiere conservar sus lugares en el colegio, Cesar— pero antes de que Enrique me hablara, fue Eriko quien me respondió en su lugar. — Tal vez sea por eso que no se meterían con alguien que tiene su lugar pagado…
— Habla la voz de la experiencia, Sherlock. Escúchalo— siguió Enrique apuntando a Eriko.
— En ese caso, fue alguien de otro salón o…
—…o alguien que quiso jugarle una broma pesada al submarino andante— soltó Pato sonriendo. Yo no me reí, fruncí el ceño y antes de que pudiera decir algo Yeya me interrumpió.
— Andas bien mamona, Lupe…
— le dijo Yeya entrecerrando los ojos.
— ¿Ahora que dije?— pregunto Pato levantando las manos confundida. Su nombre era Guadalupe, pero casi nadie la llamaba por su nombre.
— Deja de minimizar los problemas de otros— le contesta y esta hace una mueca y se levanta de su asiento dejando casi toda su comida en el plato.
— Mejor me voy, y ya nos hablamos cuando estés menos…
— Lárgate, la mamona eres tú— le dice apuntándola y viéndola irse. Ellas no pueden estar juntas mucho tiempo sin pelearse por algo.
Por el color de las cortinas, los tamaños de sus pupitres, su maquillaje, su peinado… siempre encuentran una excusa para terminar discutiendo, pero al final las cosas se solucionan y todavía no entiendo como lo hacen.
— Bueno, ya que se fueron las malas vibras podemos proceder— dijo Enrique fritando sus palmas y sonriendo. — Esto será como una trama de película estadounidense. Nosotros, los inadaptados investigando quien agredió al inadaptado mayor.
— Yo tengo un amigo en el otro grupo, puedo preguntar— comento Diego. Yo negó con la cabeza.
— Eso alentaría al agresor—dije.
— Hay que hacer una lista de las posibles personas— propuso Enrique. — así vamos descartando personas. ¿Pato?
— Es bien ojete, pero no haría algo como eso— la defendió Yeya.
— Muy bien. Nosotros no estamos en esa lista, claro está…— dije yo, después llego un nombre en mi cabeza. — ¡Francisco!
No tenía pruebas, pero tampoco tengo dudas.
— ¿Por qué Francisco molestaría a Arquímedes?— pregunto Eriko. Yo ya no dije nada.
Comí lo poca comida que me había quedado en mi plato y fui a clases. Francisco no frecuentaba el comedor. Sabía que estaría por irse a la siguiente clase, era Química y siempre en esa clase tenemos que hacer parejas. Arquímedes no estaba, así que aprovechare para interrogarlo ahí mismo.