ARQUÍMEDES
— ¿Le vas a decir?— Escuche como le pregunto Yeya a Enrique. Volteo y veo que ambos están viendo a Jacinto de la clase 101 al final del pasillo sacando sus libros.
Hace rato habíamos salido de clases y estábamos en el pasillo de los casilleros, después de un rato de perder el tiempo, o eso lo que yo puedo decirle a hablar del baile con tema de Baño de Espuma por casi media hora…
— ¿Puedo preguntar?— les solicite cuando cerré la puerta de mi casillero, me puse a un lado de ellos viendo a la misma dirección. Jacinto era un chico moreno con pecas, tenía vitíligo porque en su ojo y su barbilla lucían unas manchas blancas.
— Enrique lleva desde la semana pasada mensajeando por Messenger con Flores…— me explica Yeya sonriendo. Cierra la puerta de su casillero y se recarga en ella. — Quiere llevarlo al baile de Burbujas…
— ¿Cuál es el problema?— pregunte curioso viendo a Enrique. — Esta ahí, solo pregúntale— le dije señalando al final del pasillo. Jacinto cerró su casillero y camino hasta al final y giro a la izquierda.
— Bueno, es que…
— El problema es que le envió solicitud de amistad con nombre de mujer— Me contesto Yeya en lugar de Enrique.
— Que comunicativa me salió mi reina…— comento Enrique viendo a Yeya.
— ¿Por qué hiciste eso?
— Es que, si le había enviado una solicitud desde mi Facebook personal, pero después me agarro nervio y me retracte, elimine la solicitud y se la mande en otro— me explico casi arrancándose el pelo.
Su celular sonó y lo vio. — ¡Ay, es él!
— ¡Contéstale tonto!— le grito Yeya. Enrique reacciona asustándome, me aleje un paso mientras el escribía el mensaje por su teléfono.
Justo en el momento el tono de mi celular salió del casillero, di un suspiro y quise ignorarlo, pero Yeya me grito igual que Enrique. Con un brinco y la mirada asesina de Yeya en mí, camine fingiendo naturalidad. Después de abrir la puerta del casillero el teléfono termino de sonar. Asume la cabeza y con tono de triunfo dije:
— Vaya, no alcance a contestar— dije dispuesto a cerrar mi casillero de nuevo, pero Cesar no se rinde y volvió a marcarme.
— Al parecer tienes una nueva oportunidad, Arquímedes— Me dijo Yeya con el mismo tono de triunfo que tuve hace un segundo.
¿Cuándo estos dos se convirtieron mis amigos? Eran muy diferentes a lo que acostumbro a tratar a diario, no obstante, respetan mi espacio, no preguntan, no juzgan, creo que eso me hace sentir cómodo cuando estoy con ellos. Sonreí debajo de mi mascarilla y tomé el celular presionando el icono verde respondiendo a la llamada.
— ¡Arquímedes!— grito tan fuerte que tuve que separar el celular aún más de mí oreja.
— Buenos días Cesar— Le conteste.
— ¿Estas en clase?
— No, el profesor se reportó enfermo y tenemos las próximas dos horas libres— le explique. Un mmh se escuchó del otro lado de la llamada.
— ¿Saldrás temprano entonces?— pregunta.
— Iba a acompañar a Yeya. Va a organizar los preparativos del baile de San Valentín hasta que mi chófer llegue— le dije y después voltee a ver a Yeya que me levantaba el pulgar cuya razón desconocía, hice una mueca y cerré mi casillero. Tendré que llevar el celular en la mochila.
Antes que pudiera decir algo ya había colgado. Vi a Yeya acercarse con una sonrisa.
— ¿Qué te dijo el muchachón?— pregunto emocionada. Muestras guardaba el celular en la mochila bufe.
— Aunque te sorprenda, no me dijo nada. Solo pregunto si íbamos a salir temprano y… mátenme— cuando volta ahí estaba Cesar acercándose a nosotros.
Yeya fue la primera en acercarse a él para saludarlo, suspire agotado espiritualmente, recientemente mi energía para socializar se había acabado y camine a donde Enrique, Yeya y Cesar.
— Astronauta, te traje algo— dijo Cesar cuando me vio en frente de él. No respondí, espere a que me “sorprendiera” y de su mochila colgada a un lado saco un cilindro de madera.
— ¿Qué es eso?— pregunte.
— Un dildo— exclamo Enrique. Después de eso Cesar le pega con el cilindro en la cabeza.
Quise reírme como lo estaba haciendo Yeya, contuve mi risa apretando mis labios. Me daba mucha pena que escucharan mi risa, pero escuchar a Enrique quejarse no ayudaba, parecía que estaba escuchando a un pollo herido.
— Es una nave espacial. Para mí y para el astronauta— le dijo Cesar. Se me fue la risa cuando lo escuche, aunque tenía que admitir que era un chico creativo.
— Un cohete querrás decir, las naves espaciales son un tipo de satélite— le explique.
— Bueno capitán, ¿quieres conocer vida extraterrestre?— me pregunto apuntándome con el cilindro de madera.
No sabía que estaba tratando de hacer. No entendía porque era tan amable, ¿Por qué se esforzaba tanto? Me petrifique al ver el cilindro, el “cohete” que va a otro planeta. ¿Ese lugar estará limpio? Me reí por lo ridículo que se había escuchado.