ARQUÍMEDES
— Fue un día maravilloso, charlamos de todo lo que iban a hacer en el baile de burbujas. No recuerdo haber reído tanto desde…
Mis palabras dejaron de fluir después de eso, no recordaba con exactitud cuándo fue que había reído tanto como para compararlo. La doctora Lore me ve esperando a que continúe. Estaba esperando a que siguiera contándole sobre mi día, y creo que por primera vez quería contárselo a alguien.
El día en que Cesar nos sorprendió con su presencia en la escuela fue extraño al principio, pero una vez que fuimos a los comedores y comenzamos a platicar sobre el baile comenzó a transformarse en una atmósfera agradable, me sentí presente en su conversación, compartiendo ideas y visiones para el evento.
— ¿Cómo te sentiste con ellos?— pregunto sacándome de mis pensamientos por completo. Pensé muy poco en mi respuesta.
— Si, fue agradable. Me gusto charlar— le respondí. Generalmente pensaba mucho en lo que les diría a las psiquiatras antes de llegar a consulta, pero esta vez me está saliendo tan natural, estoy improvisando sobre la marcha y no sé cómo va a salir.
— Es bueno que comiences a sentirte incluido— dice sonriendo.
Nos quedamos en silencio un rato más, vi al suelo un segundo esperando a que dijera algo, mi porcentaje de convivencia ya se había acabado. Se recargo en su escritorio y me vio por encima de sus lentes, sonreí nervioso detrás de la mascarilla.
— Sé que no vienes aquí voluntariamente, Arquímedes— dijo sin precedentes. Suspire. — Y sé que evitas hablar de tus problemas.
— No soy fan de contarlos…— murmure, pero ella me escucho, sé que lo hizo porque continuo.
— Pero estamos en terapia. Puedes sincerarte conmigo, por eso estoy aquí— me dijo, levante la mirada y ella seguía sonriendo.
Llevaba un historial extenso de terapias, pero aun así seguía igual.
Me convencí de que tenía el control de mí, y que nadie se tenía que interponer, sin embargo, ahora estoy aquí, viendo a una nueva psiquiatra, tres sesiones gastadas y no hemos avanzado. Solo la estaba haciendo perder su tiempo…
— ¿Quieres tener una vida normal?— su pregunta me golpeo en la cabeza. La otra psiquiatra era diferente a esta.
La anterior se la pasaba hablando de como su hermano salía con la peor mujer del mundo, yo sabía más de su vida que ella de la mía. Me recargue en el sillón viéndola, ella seguía atenta a mis movimientos, esperaba una respuesta que no lograba salir de mi boca.
— Para mí, esto es normal— le dije.
—… O te convenciste de que esto era normal.
— Puede ser… No me puedo imaginar algo diferente— confesé, había pensado que lo había dicho en mi mente, pero la doctora sonrió y ladeo un poco a cabeza.
— ¿Lo has intentado?— pregunto.
— Creo que no lo suficiente— le dije sonriendo.
☼
Estaba en casa alistándome para por fin entrar a la cama y olvidarme de lo pesado que fue el día. La conversación con la psiquiatra fue algo que me dejo pensando mucho, yo nunca pedí ayuda, cuando esto comenzó o cuando esto se convirtió en un estilo de vida no fue un problema para mí, solo deje de hacer cosas… deje de tocar a otros, después deje de salir, deje de ser tan holgazán, deje muchas cosas que ahora no extraño.
Camine al espejo largo que tenía al lado de mi cama, lo había puesto ahí hace un año en mi etapa de chico vanidoso y ahora casi no lo volteo a ver.
“Estas guapo” escuche la voz de Cesar en mi cabeza, gire mi cabeza analizando mi cara. Solo mi madre me había dicho guapo, fue raro recordarlo. Sonreí por lo gracioso que sonaba. Cesar no era feo, tenía una cara peculiar, pero sí que había algo que me llamaba la atención y eran sus ojos oscuros. Era como si pudiera mirarme a través de mi cubre bocas y mis antiparras que llevaba a diario a la escuela.
Pasé mi mano a mi estómago, y sentí un ligero cosquilleo en mi abdomen. Me dio gracia y sonreí, pero mi expresión cambio cuando la sensación se volvió extraña. Mi mirada ya no estaba en mi cara si no un poco más abajo… abrí la boca y contuve mi sorpresa cuando noté lo que me estaba pasando.
No quería tocarlo a pesar de que estaba solo, nadie me miraba, no tenía que sonrojarme de ese modo, mis mejillas se calentaron y solo me quede mirándolo un largo rato, ¿Hasta cuanto duraría? ¿Por qué me había pasado? Estaba comenzando a asustarme. Aunque no debería, tengo 16 años y no soy tonto, se lo que tengo que hacer para que baje…
Con mis manos temblorosas y moviendo mucho mis dedos por los nervios trate de conservar la calma, sentía que podía sudar en cualquier momento, alguien podía entrar y verme. ¿Y si no me gusta? ¿Y si es asqueroso? Escondí mis labios y los solté junto con mi aliento.
— No eres el primer adolescente que se toca Arquímedes— me dije en un susurro. Tomé el elástico de mi pijama y mi ropa interior con ambas manos, cerré los ojos con fuerza.
Con mis piernas temblorosas estire el elástico para ver mi miembro masculino, me asuste y solté los elásticos. Me golpearon en el estómago y ahogue un quejido. Corrí al baño y en seguida me quite la pijama lo más rápido que pude y cuando entre encendí el agua fría con desesperación, grite un poco al sentir el agua helada en mi cuerpo cálido.