ARQUÍMEDES
Todavía estaba algo desorientado. Me sabia mal mi propia lengua, mis ojos ardían… sentía un dolor en la parte superior de mi cabeza, punzante, era como si mi corazón y mi cabeza estuviesen latiendo juntos, tenia la boca seca. Vi a mis compañeros riendo y jugando, tuvimos que esperar unos minutos para que la camioneta de Eriko se enfriara y volviera a andar.
Estoy seguro de que me dijeron a donde estábamos yendo, pero no puse atención estaba mas concentrado en cómo se movían las nubes, lentas y sin rumbo. Me gustaría ser una nube, que a pesar de no hacer nada tienen un propósito de su existencia… la lluvia. Yo, en cambio no tengo ningún propósito más que morir y ni siquiera eso tendría sentido porque mi muerte no va a beneficiar a nadie.
¿Estas personas llegaran a extrañarme? No lo creo… Según lo que se y de lo que Yeya me ha contado en ente par de semanas, la mayoría se conoce desde la secundaria, incluso la primaria. Yo no tengo cavidad aquí…
Pero hay algo bueno en esto, nadie sufrirá y derramará lagrimas por mí, así que esta bien.
—Astronauta —Alguien me llamo, no gire mi cara, solo mis ojos se volvieron ligeramente en dirección de la voz. La pato me hablaba. —¿Te sientes bien?
Asentí vacilante. Ahí me di cuenta de que estaba con la boca abierta. La cerré y tragué la poca saliva que tenia en la boca.
—Tu tranqui, todos se ponen así la primera vez. Nadie va a decir nada… —Eso me tranquilizo. Deje salir el aire que estaba reteniendo y esta sonrió, no me había dado cuenta de que tenia un pircing en el labio.
—Mi casa es como Las Vegas —Escuche a Yeya del otro lado.
—Lo que pasa en la casa de Yeya, se queda en la casa de Yeya —Continuo Pato.
—Gracias —Solo pude decir eso.
Me sentía tan fuera de lugar que me daban nauseas.
—Vamos a ir al puesto de quesadillas de la jefecita del Eriko, ¿Quién va? —preguntaron adentro de la camioneta, todos dijeron que si incluso Cesar, el cual desde que desperté ha estado muy distante.
Creo que es lo mejor, no quiero decirle que me arrepiento de todo lo que dije en la fiesta de Yeya, ni mucho menos que nada de eso era cierto o que no me acuerdo de nada… porque lo hago, recuerdo cada momento de esta noche. La droga, la brillantina, la piscina, los besos. Todo se ha quedado en mi cabeza de forma permanente y lo sigue repitiendo como disco rayado.
Me gustaría decir que no me gusto, que estoy arrepentido y que no volverá a suceder, que volveré a mi casa, me daré una duche para borrar todo rastro de que Cesar estuvo ahí.
—¿También iras Arquímedes? —me pregunto Cesar sonriendo… no sabia si no le importaba lo que estaba haciendo, sonreía como siempre… asentí.
No importaba demasiado si probaba las quesadillas de la mamá de Eriko, si me intoxicaba seria premio doble.
Pasamos dos cuadras hasta llegar a la avenida Revolución en el centro. El día era muy hermoso, el cielo era de un color azul grisáceo que daban ganas de tocarlo. Toci un par de veces, me había desacostumbrado a estar sin cubrebocas en la calle. El humo, la tierra, esas cosas estaban atacando mis pulmones, no quería asustarlos ya que se veían tan relajados de camino al puesto de quesadillas que se me hacia una falta de respeto seguir incomodando con mi tos.
Lo controle antes de que detuvieran el coche. A un lado de la Amnesia estaba el puesto de la señora madre de Eriko que lo saludo muy sonriente. Regordeta y de mejillas rosas, fue a saludar a su hijo y también saludo a los demás con la mano alzada.
—¿De donde vienen bola de vagos? —dice con tono amigable, no sabia si nos estaba regañando o nos felicitaba por pasar toda la noche fuera de casa.
—La fiesta fue una locura —dijo Sour bajando de la camioneta. Después de dar unas cuantas risas su mirada se pone en mí.
— A este no lo conozco — dijo ella apuntándome.
—Es Arquímedes, va en el mismo colegio que nosotros, ¿recuerdas que te hable de él? — respondió Eriko por mí. Los demás fueron a sentarse a las mesas de Coca-Cola frente al carrito de quesadillas de la señora.
—Pues es un gusto, hijo. Soy Carmen, la mamá de Eriko, los amigos de mi hijo siempre son bienvenidos a mi puestecito —Era amable y cálida. — Bonitos brillitos —Me recordó que tenía brillantina en la cara.
Sonreí y esta dio un aplauso contenta.
—¿Ya comieron?
—A eso vinimos —dijo Cesar.
Sonreí un poco, aunque estaba nervioso de que me hicieran daño, la mujer era muy amable, no quería que una su comida fuera la responsable de mi muerte. Aunque si soy sincero, lo que estaba sirviendo se veía bien,
Los chicos con forme comían, hablaban de las tonterías que pasaron anoche. De como Pan sentía los síntomas de embarazo, o como Reni vomito en el jacuzzi. En parte estaba riendo por como recordaban, pero al mismo tiempo sentía mucha ansiedad por el simple hecho de que en algún momento podrían hablar sobre mi, como el tranquilo astronauta se drogo y casi se desnuda frente a todos... pero no paso. Nadie dijo una sola palabra de mi y eso me gusto.
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