CESAR
—Ni siquiera se si me gusta de verdad, o sea... ¿Creen que el alcohol me hizo delirar? —dije acostado en el sillón que seguía lleno de brillantina.
Me quede en la Yeya un poco mas, igual lo hicieron nuestro grupo. Los demás se fueron hace horas.
—Ser un indeciso es tu marca registrada—comento Lupe.
—También él —conteste en mi defensa, me senté bien y los vi. — Me dijo que creía que le gustaba, “creer” no es algo que sea completamente seguro...
—Pero casi se comen a besos...
—Eso no importa ahora, Enrique. Me dijo que necesitaba tiempo.
Pan salio de la cocina poco después tocándose el vientre.
—Muchachos, creo que lo del embarazo ya no es una broma —dijo quejándose
—Y dale con lo del embarazo... Pan, eres hombre —le dijo Jason detrás de él con un vaso de agua en la mano.
—Sabia que lo nuestro no iba a funcionar... yo hasta me imagine nuestra boda...
—Hoy en día no cualquiera se imagina la boda con su pareja, eh—comento Yeya sentándose a mi lado.
Moví los labios de un lado a otro. Yo no me había imaginado a Arquímedes casándose conmigo... a pesar de que el matrimonio igualitario ya es legal, no me veía firmando la acta de matrimonio en frente de un juez.
¿Y si él si se quería casar? Me estoy adelantando a los acontecimiento, ni siquiera somos novios... ¡tampoco se si lo seremos algún día!
—¿Creen que debo alejarme? —pregunte algo desesperado. Necesitaba respuestas ahora y nadie parecía estar prestando atención.
—No creo que deberías de hacerlo —comenta Lupe. —Le afectaría mas tu ausencia, ¿sabes? Sentiría que es su culpa y seria peor.
Lo que había dicho Lupe tenía sentido. Era una de las pocas veces en las que su boca salia algo que no eran mamadas. Sonreí y me levante, fui directo a ella mientras me daba mala cara.
—¿Que haces? —Por cada centímetro que desaparecía entre nosotros esta aumentaba otro para alejarse de mi. —Alejate, güey...
—Te amo.
—¡No me toques!
☼
Iba a ir con Enrique a su casa en las privadas del Pacifico, fue una carrera injusta, estaba cansado y sumido en mis pensamientos por el astronauta, de hecho los dos estábamos distraídos, yo por Arquimedes y Enrique por su Florencio -Jacinto- que le mando un mensaje anoche y este le contesto con un audio... era obvio que iba a identificar que esa voz no era de mujer.
—¿Crees que me odie?—me pregunto distrayéndome un poco, voltee para verlo como entrecerraba los ojos por el sol. Yo le sonreí haciendo el mismo gesto. Tijuana era rara y el clima también, había un sol terrible a pesar de que ayer se estaba cayendo el cielo.
—Creo que esta confundido...
—No confundas tu situación con la mía, hermano, son dos contextos diferentes—dijo apuntándome con su indice. Le di un manotazo después de eso y de nuevo me concentre en mi camino.
—Al menos yo no fingí ser mujer para acercarme a Arquimedes— Me dio mucha gracia su cara cuando lo dije, se que se la estaba pasando mal, pero el me conoce, no puedo evitar soltar mi carcajada cuando veo algo gracioso y ver su cara era lo mismo a escuchar un muy buen chiste.
—Estaba nervioso, entre en pánico y cuando menos lo pensé ya estaba hablando con él con el nombre de Paula... te diré la neta, no se suponía que tenia que acabar así—negaba con la cabeza.
Y para ser sincero, lo mio tampoco se suponía que tendría que acabar así... era una autentica mierda.
—Enrique...
—¿Mmh?
Ambos nos miramos antes de entrar al túnel para salir de Playas.
—Somos una mierda, hermano—le dije sonriendo, este puso cada de confusión así que se lo confirme una vez mas. —Somos una mierda para el amor, somos una total mierda—Me reí por ello.
—¡Somos una puta mierda!—gritó entrando al túnel creando un eco inmenso.
Arquimedes habría sido mi primer novio si no hubiese entrado en si y quien sabe con Enrique, pudo terminar mucho mejor si hubiese dado el primer paso, pero ahora no lo sabrá y yo tampoco. Me imaginaba en una cita doble o algo así con cosas cursis que se usan en las citas de hoy y música tonta que nos haría olvidar que una vez fuimos solteros.
—¡Güey!—Escuche a Enrique llamándome.
—¿Que vergas quieres!
—¡Si nos quedamos solos! ¡Si realmente nos quedamos sin conocer el verdadero amor, hay que casarnos entre nosotros!—Otra vez con sus pendejadas. Le sonreí negando con mi cabeza. —¡Nos tendremos el uno al otro, hermano!
—¡Jalo!