Cleventine 1: Realidad y Ficción

1x04. Contactos

 

1º LIBRO – Realidad y Ficción

4.

Contactos

 

Poco antes del mediodía, Hana se encontraba en su despacho de la empresa de Hoteitsuba, una estancia amplia y luminosa, decorada con muebles modernos y paredes blancas con llamativos carteles de publicidad artísticos o pinturas. Sentada frente a su ordenador, trabajaba en unos artículos publicitarios, al mismo tiempo frente al ventanal que ocupaba una pared entera con sus cristaleras, dejando ver los altos edificios de enfrente y el cielo, ya que a ella le gustaba trabajar de cara a ese paisaje. La estancia estaba completamente en silencio, sólo se oía el ruido de la gente de la empresa que pasaba por los pasillos realizando sus quehaceres.

Pese a estar tecleando sin parar, segura de sus palabras y con la mirada fija en la pantalla, usando sus gafas para ver de cerca, se sentía más distraída de lo normal. Había algo que rondaba por su cabeza y que la inquietaba.

Era una mujer de 30 años, no muy alta, pero atractiva, vivaz y con carácter, dueña de sí misma. Pero no siempre lo había sido. Hana había hecho un cambio radical en sí misma y en su vida desde que conoció a Neuval hace tres años. Antes de eso, su mayor deseo en la vida era conseguir el siguiente chute de heroína, o saltar a las vías del tren... hasta que alguien que la entendía perfectamente la atrapó a tiempo. Su pelo castaño estaba recogido en un elegante peinado moderno, y tenía los ojos del mismo color del café. No llevaba pendientes en las orejas, pero sí que tenía numerosos agujeros en ellas, de un tiempo pasado. Además, tenía una pequeña cicatriz en la frente, ya antigua y casi invisible, de una de las muchas peleas con navajas que tuvo de adolescente. Eso ya era agua pasada. Ahora, era mujer trabajadora, responsable y feliz.

Suspiró. Acababa de terminar un artículo, y ahora debía empezar otro. Sin más, sin tomarse descanso alguno, se movió a un lado con su silla hacia el extremo de la mesa, donde reposaban dos contundentes montones de informes que sus compañeros le había dejado ahí.

El primero contenía los informes que trataban de la producción de hace tiempo y de la que se seguía haciendo publicidad; los del segundo, trataban en su mayoría de prototipos sobre nuevos aparatos tecnológicos que iban a ponerse en venta en unos meses. Estos eran los que más supervisaba Neuval antes de ser entregados a Hana para sus artículos. Ella no comprendía muy bien por qué él tenía tanto afán en supervisar este tipo de informes, pero no era asunto suyo, por lo que fue a coger uno del primer montón para continuar.

Sin embargo, cuando fue a coger la carpeta que tenía a la vista, se fijó en algo que la dejó algo intrigada. Todas las capetas eran de color rojo, pero había una, en el segundo montón de los prototipos, negra. Nunca había visto una negra, así que la cogió para ver de qué se trataba, pensando que a lo mejor uno de sus compañeros se había confundido.

La abrió y, con cara de sorpresa, no vio el nombre del autor de aquel informe. Buscó entre las hojas, pero no estaba escrito por ninguna parte. Curiosa, echó un vistazo al tema. En cada hoja siempre había algún dibujo esquematizado o algún que otro croquis sobre lo que parecían ser diversos y pequeños aparatitos, realmente extraños. Era una especie de chip, pero no supo adivinar de qué, pues las explicaciones de los dibujos estaban escritas en kanji, solo que se leían de otra forma.

«Debe de estar escrito en chino, entonces» adivinó. Pensó que debía de haber algún error, aunque aquello le intrigaba considerablemente. Siguió ojeando, las descripciones de dichos chips o lo que fuese eran inmensas, por lo que decidió fijarse en los dibujos técnicos, frunciendo el ceño. «¿Sabrá Neuval algo acerca de esto? Tal vez debería ir a preguntarle».

Estaba tan sumergida en aquello que no se percató de que alguien había entrado por la puerta, de espaldas a ella, y se acercaba con sigilo como un felino procurando no ser oído.

—¡Hanaaa! —gritó una voz rugiente.

Cuando Hana se dio la vuelta y vio a ese viejo loco a cinco centímetros de su cara con pose de tigre, chilló de tal manera que retumbó el despacho, pegando tal brinco en la silla que la carpeta negra salió volando hasta caer en un rincón de la sala, y dándole a la mesa tal patada que el ordenador amenazó con volcarse.

Pálida, con una mano en el pecho y recuperando el aliento, le clavó una mirada asesina al viejo, el cual se había quedado petrificado del miedo ante semejante grito de ella.

—¡Serás idiota, infantil, cretino…! —estalló Hana con enfado, agitando los puños—. ¡Estás completamente loco, Kei Lian Lao! ¿¡Cómo se te ocurre asustarme de esa manera!? ¡Te he dicho mil veces que llames a la puerta! ¡Siempre me haces rabiar, para ya!

—Perdón... —murmuró el viejo Lao, agazapado en un rincón del despacho como un pobre perro callejero, mirando con profundo miedo a esa mujer.

—¿¡Qué haces!? ¡Levanta de ahí! ¡No te hagas la víctima ahora, casi me da un infarto! —decía mientras se giraba hacia su mesa para reordenar los papeles—. ¡Maldita sea, ya eres mayorcito, pareces un niño de ocho años! ¿¡Es que...!?

Se calló porque de repente el viejo Lao apareció justo a su lado, mirándola muy de cerca con esos ojos negros, sonriendo tranquilo.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.