Cleventine 1: Realidad y Ficción

1x07. El rubio solitario

 

1º LIBRO – Realidad y Ficción

7.

El rubio solitario

 

«—¡Hola, cariño, ya estoy en casa! —exclamó felizmente, quitándose los zapatos en la entrada y aflojándose la corbata.

—¡Hola, amor mío! ¿¡Qué tal hoy en el trabajo que tanto te gusta hacer!? —preguntó ella acercándose a él desde la cocina, danzando, y abrazándole por el cuello lo besó en los labios, levantando levemente un pie del suelo.

—¡Me han ascendido otra vez, Cleven! ¡Soy el mejor médico de Tokio, incluso más que tu hermano! —dijo él, mientras flores, mariposas, arcoíris y plastilina los envolvían por todas partes—. ¡Vamos a ser más ricos, y así tú podrás seguir viviendo a cuerpo de reina sin estudiar ni trabajar! —añadió, dejando su maletín de 600 mil yenes sobre la mesita del vestíbulo.

—¡Estupendo, amor de mi corazón! ¡Enhorabuena, Raijin! —celebró, sonrojándose como una colegiala.

—¡Eso sí, estoy muerto de hambre! —declaró él, llevándose una mano a la frente y poniendo una postura de estar a punto de desmayarse—. ¿Está la cena preparada, mi capullito?

—¡Claro que sí, mi repomponchín! ¡He hecho tu plato favorito porque tengo mucho tiempo libre haciendo lo que me viene en gana! ¡Vamos, luego te daré un masajito en la espalda mientras te tomas tu cervecita y ves el partidito de béisbol! ¡Tenerte contento es la única responsabilidad que quiero tener, ya que carezco de ilusión por todo lo demás en esta vida, algo que sin duda mi padre me ha contagiado!

—¡Gracias, cariño! ¡Qué bien que nos hayamos casado! ¿¡Qué haría yo sin...!?»

 

—Acelera el paso, pelmaza —dijo aquella áspera, fría y profunda voz que apartó a Cleven de una patada de sus imaginaciones.

Vaya, con lo bien que iban las cosas en sus fantasías, ¡qué felices y absurdas iban las cosas!, planeando su futuro con él de antemano, hasta que el verdadero Raijin tuvo que hablar con ese desprecio e indiferencia.

—Ah, perdona —sonrió ella, arrimándose a él con las mejillas coloradas—. ¿A dónde vamos?

Él no contestó, para variar, y Cleven frunció los labios, molesta. Era tan seco... Se limitó a seguirlo en silencio. Iban recorriendo una larga avenida paralela al Parque Yoyogi. Cleven pensó que Raijin tenía en mente enseñarle los alrededores del hotel donde iba a instalarse, y cayó en la cuenta de que apenas conocía esa zona, por lo que en el fondo resultaba buena idea que alguien le mostrase ese lugar para situarse. Había tenido mucha suerte, después de todo, de que alguien hubiese cedido a guiarla por las calles, porque se vio desorientada. Sus intenciones tenían doble sentido.

Ella ya tenía asumido que iba con ese chico sólo para estar con él, y no para aprenderse las calles, pero al final resultó necesario cumplir con su falso papel de chica nueva y perdida, porque, realmente, de Shibuya solamente conocía la zona del instituto, del centro comercial y el cruce principal junto a la estación, porque eran las zonas más habituales donde los jóvenes hacían sus planes de ocio. Y se acababa de dar cuenta de que Shibuya tenía mucho más que eso. La ciudad entera tenía mucho más que las zonas populares.

Cleven se dio cuenta de esto cuando Raijin la llevó por unas calles más pequeñas, humildes, por las que ella nunca había ido, y mostraban una nueva cara de Tokio que ella desconocía. Gente más normal, que no vestía tan elegante, trajeada o con estilos propios de tribus urbanas; locales, tiendas y restaurantes más modestos, donde el trato del vendedor con el cliente se percibía más cercano, vecinos conversando junto a las puertas de sus viviendas, o en los bancos de pequeños jardines escondidos…

Sintió una calidez repentina. Nunca antes, al menos no en los últimos años, había apreciado tanto estos pequeños detalles de la ciudad y de la gente. Cuando quedaba con Nakuru y con Raven, sólo tenía atención para ellas o para las tiendas a las que iban a comprar o para la rica comida basura que tomaban por ahí. Cuando estaba sola, solía andar mirando al suelo, o al frente, pero sin fijarse en nada en particular, sin prestar atención a la vida que la rodeaba, sin interés por nada…

No supo por qué, esto le provocó una sensación incómoda, en su interior, consigo misma. Se hizo una pregunta por primera vez, a estas alturas de su vida: ¿Qué tipo de persona soy? ¿De verdad me he convertido en alguien tan indiferente con tantas cosas?

¿Qué había cambiado ahora para hacerse este tipo de preguntas, y para tener estas sensaciones nuevas? ¿Haberse ido de casa? Desde luego, eso había roto un trozo muy grande de lo que llevaban siendo siete años de rutina, luto y falta de ilusión u objetivos. Estar ahora ahí, siguiendo a un todavía desconocido que, por muy guapo que fuera, tenía una forma de ser muy extraña que por alguna razón la atraía tanto, cuando lo normal sería que una actitud así espantaría a cualquiera…

Cleven frunció el ceño. Una parte muy profunda de ella, casi imperceptible, sintió que este día había hecho algo mucho más importante que fugarse de casa, conocer a un amable camarero de ojos dorados y engañar a un rubio arisco y callado para tener una especie de cita con él.

—¿No puedes correr un poco, señorita “no-sé-leer-un-simple-mapa-callejero”? —volvió a llamarle la atención Raijin, mientras se llevaba un cigarrillo a los labios y se lo encendía.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.