Cleventine 1: Realidad y Ficción

1x09. ¿Pesadillas o recuerdos?

 

1º LIBRO – Realidad y Ficción

9.

¿Pesadillas o recuerdos?

 

«Le escocía la garganta por el frío, le dolían las piernas, pero no dejó de correr lo más rápido que podía. Deseaba ser mayor para poder correr más rápido, pero sus piernas todavía eran demasiado cortas, y ella, demasiado pequeña para que la tuvieran en cuenta, pero no para comprender lo que estaba pasando.

A su alrededor no había más que grandes tuberías que se entrelazaban en las paredes y en el techo. Había pequeñas luces de emergencia predispuestas en el frío suelo metálico, pues aquel lugar se había quedado sin corriente eléctrica. No obstante, la oscuridad de ese lugar no la atemorizaba, sino el hecho de no poder avisar al Líder a tiempo.

Lo buscó por todas partes, envuelta en un laberinto de tuberías y cables, en los subterráneos de un grandioso edificio en algún lugar recóndito. Sus pasos hacían eco por los pasillos, y más allá se oían leves explosiones y voces ajenas de gente que ella conocía. Sentía que se ahogaba, pero no debía detenerse, no tenía tiempo. Finalmente llegó a una salida que daba a un descampado donde más allá limitaba por un denso bosque dominado por las tinieblas bajo el anochecer. Se paró para decidir por dónde debía ir. Aquel lugar era demasiado grande, era un complejo industrial en medio de un campo, lleno de naves, almacenes, grúas, maquinaria...

Se guio por las voces que oía más allá, cerca de otro edificio más pequeño, y corrió hacia él. Podía ver destellos fugaces en la lejanía, incluso se oían disparos. Pero ella siguió su camino, exasperada. Notó cómo la tierra tembló por toda la zona durante un instante, un seísmo provocado por uno de sus conocidos. A medida que se acercaba, era cegada de vez en cuando por letales relámpagos que emanaban del oscuro cielo, cayendo sobre un mismo lugar, lo que le dio a entender que otro de sus conocidos también estaba allí.

Se adentró por las callejuelas que formaban los pequeños almacenes de la zona, esquivando cajas de madera, escombros y un par de cuerpos inertes... Se paró en seco. Retrocedió y se acercó a esos cuerpos, eran dos hombres. Uno de ellos era uno de los enemigos, pero el otro lo reconoció como uno de los Menores de su bando. Sin mostrar el más mínimo miedo u horror, la niña comprobó que el cuerpo seguía templado, pero ya no respiraba ni latía, acababa de morir. Así que puso una mano en la frente del hombre y cerró los ojos. Al cabo de unos segundos, la niña abrió los ojos de nuevo y se marchó corriendo de ahí para seguir con su búsqueda urgente. El silencio de esa callejuela se vio cortado por un fuerte respingo. Aquel Menor abrió los ojos, despertando con susto.

La niña acabó llegando hasta un inmenso descampado, y no pudo evitar detenerse de golpe, observando horrorizada la impresionante batalla que se estaba dando entre unas cuarenta personas.

Ella, ¿qué podía hacer en medio de aquella masacre? Sólo su poderosa voluntad le hizo recordar que debía encontrar cuanto antes al Líder. Lo buscó rápidamente con la mirada desde donde estaba, arrimándose a unas cajas de madera que había apoyadas contra el pequeño edificio, resguardándose del peligro. En el descampado reconoció a casi todos sus conocidos y los aliados de estos en plena lucha, pero no lo vio a él. Desesperándose, se mordió el labio inferior, pensando a dónde podría dirigirse ahora.

Sólo cuando sintió una extraña brisa en el aire, le dio un vuelco el corazón, y atenta como un felino, le dio por mirar hacia el cielo. Vio cómo más allá, escombros, cajas, hojas y polvo se desprendían del suelo, moviéndose en círculos cada vez más grandes, alzándose a incontables metros sobre las cabezas de todos los combatientes, que no se inmutaban.

El terrorífico tornado, arrastrando todo cuanto había en su camino, sin acercarse a ninguna persona y haciendo temblar la propia atmósfera por la fuerza que contenía, se dirigía hacia el otro lado de los almacenes que la niña tenía a su derecha.

Tras ver la primera pista que podía conducirle hacia el hombre que buscaba, corrió para allá sin dudar, manteniéndose al borde del descampado, ajena a la batalla. Mientras tanto, contempló cómo el tornado hacía violentos virajes al otro lado del almacén más derruido que había, produciendo estruendos, acompañados por gritos de horror.

Después de correr por otra callejuela, salió hacia la zona donde había sucumbido el tornado. Allí había otra batalla aparte, formada por cuatro hombres. Dos de ellos eran del bando enemigo, y a los otros dos ella los conocía, uno más joven que el otro, siendo el más joven el Líder y la persona que ella venía buscando. Estaban luchando, cada uno con un oponente. Uno de los enemigos se alejó de la zona para coger ventaja, y enseguida el hombre más viejo fue tras él, dejando solos a los otros dos, atacándose sin piedad el uno al otro.

Quiso llamarlo, a pesar de que el Líder estaba ocupado. Su angustia no le dejaba ver la realidad que representaba la lucha entre esos dos hombres, no era consciente de que no debía estar ahí en ese momento, pues la gravedad del asunto iba a ser fatal para ella. Así que, sin atreverse a acercarse, lo llamó una y otra vez, intentando alzar la voz por encima de los disparos y los gritos, pero el hombre no podía oírla. Ella no lo entendía, estaba segura de que estaba gritando lo suficientemente alto como para que la oyese, pero él no la oía, a diferencia del enemigo, que sólo le lanzó una mirada a la pequeña durante un segundo, para luego volver al ataque, disparando al otro con su metralleta sin parar porque su oponente esquivaba las balas todo el tiempo, moviéndose a gran velocidad. «El hombre enemigo me oye perfectamente, pero ¿por qué él no?» se preguntó la niña.




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