Cleventine 1: Realidad y Ficción

1x13. Siguiendo la pista

 

1º LIBRO – Realidad y Ficción

13.

Siguiendo la pista

 

Drasik y Nakuru estaban caminando por las calles de la ciudad en busca de algún miembro de la MRS. Eran aproximadamente las once de la noche, y como eran días festivos, había bastante gente por las calles yendo a lugares de ocio después de un duro lunes.

El tiempo corría, y Kyo cada vez debía de estar más cerca del peligro. Nakuru se preguntó por qué Raijin no les mandaba a todos ir directamente a por Kyo y punto. Pero, por experiencia, sabía que las cosas no se hacían así.

Las RS, al realizar una misión, debían cuidar mucho de no ser descubiertos ni de llamar la atención, además de no arriesgarse a enfrentarse a una RS enemiga sin un plan. Cómo deseaba encontrarse ya con alguno de sus objetivos... Ya habían recorrido media ciudad, y estaban bastante alejados de su zona. Suerte que cuando eran novatos les obligaron a conocer la ciudad como la palma de la mano.

Repentinamente, ambos se toparon con una mujer.

—Disculpad, parejita, o sea, ¿tenéis fuego? —les preguntó ella.

Era una mujer teñida de rubio, muy maquillada, y con un vestido de considerable escote que iba mostrando bajo el abrigo, posiblemente porque este no podía cerrarse ahí. El vestido era muy corto, por lo que iba mostrando unas medias de rejilla que hacían deslumbrar sus largas piernas de modelo, y con botas de tacón de aguja. Seguramente era una que iba de copas. Lo que más llamaba la atención era su voluminosa delantera, de la que ni Drasik ni Nakuru podían quitar ojo.

—Eoo... —los llamó la mujer, sujetando un cigarrillo con dos dedos bien estirados—. ¿O sea tenéis fuego o no? Casi que tengo prisa, ¿sabéis?

—Lo siento… no domino el fuego... —respondió Drasik, embobado.

—¿Qué?

—Eh... no... —le contestó Nakuru, sin apartar la vista de lo que estaba debajo de su cuello—. Lo sentimos.

—O sea, vale, adiós —se despidió, pasando de largo calle abajo, sacudiendo su melena.

Nakuru y Drasik la siguieron con la mirada de atontados que se les había puesto.

—Vaya par de... —musitó Nakuru.

—Ya ves... —Drasik le dio la razón, pero de repente sacudió la cabeza y miró a su amiga—. Nak, todavía no me acostumbro a que digas esas cosas de otra chica.

—¡Pero si me conoces desde antes de que yo me declarase homosexual!

—¡No es por eso! ¡Es porque nunca te oigo decir esas expresiones, siempre eres muy recatada y tímida con eso!

—Agh, cállate —chasqueó la lengua, siguiendo los pasos de la mujer.

—¿¡Qué haces!? —se asombró—. ¡Que ya tienes novia, Nakuru, y esa piba te saca por lo menos diez años!

—¡Cierra el pico y ven! Se ha metido por esa calle y me ha parecido ver a alguien salir tras ella.

—¡Pues no veo nada de raro en que alguien salga tras ella! ¿Tú la has visto bien? —replicó, reuniéndose con ella en la esquina de la calle.

Ambos se asomaron discretamente hacia la otra calle. Por si acaso los dos se cubrieron el rostro con las capuchas de las sudaderas que llevaban puestas, pues lo que estaban haciendo era un gesto que solía llamar la atención de los agentes del Gobierno que andaban por ahí como ciudadanos normales, y no era plan de que uno que pudiera pasar por allí les viera la cara.

Vieron, pues, cómo la mujer seguía su camino por esa calle, completamente sola. No había nadie por allí salvo ella. Sólo cuando las farolas comenzaron a apagarse simultáneamente a medida que caminaba la mujer, Drasik y Nakuru dieron un brinco de sobresalto.

—¿Qué? ¿Un “iris”? —se extrañó el chico—. ¿Por qué está acechando a la tipa esa?

—Ni idea. Pero estamos en el distrito que suele ser el área de trabajo de la MRS, así que es posible que sea uno de sus miembros. Mira, está ahí —le susurró Nakuru a su compañero, señalándole una figura vestida de negro que iba por la acera opuesta a la de la mujer, siguiéndola.

—Está apagando las farolas —comentó Drasik, en tensión—. Está claro, su elemento es la electricidad.

—No podemos estar seguros hasta que veamos su “iris” —terció la joven—. Tal vez ese tipo sea otro elemento.

—Nakuru, es tan evidente que hasta mi hermano se daría cuenta —protestó—. Es la electricidad.

—A ver, pesado, debemos asegurarnos, es muy importante informar a Raijin correctamente, no admitirá errores...

—¡Que es la electricidad!

Mientras los dos seguían discutiendo sin ponerse de acuerdo, la extraña figura de negro seguía el paso de la mujer a distancia. Esta ya estaba empezando a mosquearse al darse cuenta de que las farolas se apagaban a su paso, dejando la calle a oscuras, por lo que aceleraba la marcha por momentos, nerviosa y mirando hacia atrás continuamente. Hasta que, al volver la vista al frente, se chocó contra alguien.

—A ver, luz es igual a farola, que es igual a electricidad —continuaba Drasik pacientemente—. Más claro agua, o sea, yo.




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