Cleventine 1: Realidad y Ficción

1x14. Cobarde

 

1º LIBRO – Realidad y Ficción

14.

Cobarde

 

Cleven volvió a mirar la puerta de entrada, a unos metros tras ella, y luego al interior del local. Así, repetidas veces. Jamás en la vida había podido imaginar que existiese un lugar así en su ciudad. Era el local más grande que había visto, y por ello pensó que, si se adentraba un paso más, se perdería.

Cuando estuvo segura, se integró entre la masa de gente, en pos de buscar a Raijin y a Yako. La mayor parte de la gente iba ya bebida. A Cleven se le clavaban sus risotadas y sus gritos en los oídos, junto con la música pop que estaban emitiendo en ese momento.

El local estaba constituido por una sala central de baile enorme, al bajar unas escaleras desde la entrada. En un lado estaban instaladas las máquinas de mezclas, que abarcaban un gran perímetro, con tres DJ pinchando en ese momento y bailando también al ritmo de su música, y a sus espaldas se proyectaban imágenes variadas y luces móviles de colores. Al otro lado, subiendo unos escalones desde la abarrotada pista de baile y recorriendo una larga pared circular, estaba la barra del bar, con sus tres camareros guapos y sus tres camareras guapas sirviendo copas sin descanso. Finalmente, había una zona muy amplia de butacas y mesas para sentarse y descansar, decorado con plantas y modernas lámparas de luces suaves que oscilaban como ondas en el agua. Y esto era la primera planta.

Cleven optó por salir de la pista de baile, harta de los accidentales empujones que recibía, y subió a donde estaba el bar para ver mejor desde allí. Había demasiada gente, por desgracia, y pensó que en la vida encontraría a esos dos. Suspiró y se cruzó de brazos, pensando qué podría hacer.

Ese momento fue óptimo para que una vocecita maliciosa resurgiera una vez más en su cabeza. «¿Qué? ¿Te vas a quedar así toda la noche?» le dijo, «¡Estás en una disco de adultos! Estando dentro, te has convertido oficialmente en una mayor de edad. ¡Y mira lo que tienes detrás!». Cleven giró sobre sus talones para echar un vistazo, y se encontró con la estupenda barra del bar, con todas sus botellas con líquidos de colores...

Sus pies se movieron automáticamente hasta la barra. Una camarera se acercó a ella y, ya que la música estaba muy alta, le hizo un simple gesto interrogativo con la cabeza.

—¡Sí! —gritó Cleven para que la oyese, inclinándose hacia ella—. ¡Póngame un Kozou con doble de Everling y un culín de Sadorokovski! ¡Pero el Everling número 17, no el 16! ¡Y que el Kozou esté frío! ¡Luego agite la mezcla tres veces, ni una más ni una menos! ¡Y la rodajita de lima, por supuesto!

La camarera se la quedó mirando un momento sin poder reaccionar, asimilando el pedido y, tras comprenderlo, asintió con la cabeza y fue a prepararlo. Sí... Cleven sabía mucho de estas cosas.

Mientras esperaba, apoyando espalda y codos perezosamente sobre la barra, siguió buscando con la mirada a Yako y a Raijin, pero a los pocos segundos vio que se le acercaban dos tipos con un paso sinuoso, sonriéndole estúpidamente. Cuando se posaron como dos felinos frente a ella, la joven entornó los ojos con fiereza.

—Hola, pelirroja, ¿de dónde eres? ¿Hablas mi idioma? —dijo el de la derecha, inclinándose un poco hacia Cleven y observándola desde todos los ángulos como un buitre.

—Disculpa, ahora estoy ocupada, y me gustaría estar sola —le dijo mientras movía la cabeza de un lado a otro para poder seguir buscando, pero ellos seguían en todo el medio.

—¡Hablas muy bien japonés! —le dijo el otro—. ¿Cómo es eso?

Cleven pensó que, si satisfacía las preguntas de curiosidad de esos dos, la dejarían en paz.

—Soy japonesa. Pero no he venido aquí para socializar, así que, por favor, si me dejáis sola para continuar mis asuntos…

—¡No me lo creo! —se rio uno—. Con ese color de pelo y esos ojazos… ¡Aaah! ¡Seguro que eres medio japonesa y medio otra cosa!

—¿Por qué no te vienes con nosotros a la zona íntima? —la invitó el otro.

No parecían entender lo que Cleven les estaba diciendo, y quizá fuera porque iban algo ebrios, o quizá porque estaban acostumbrados al juego de insistir y a tener éxito con eso. Por ahora, sólo estaban molestando, pero no haciendo daño. Cleven tampoco quería ser grosera o violenta con ellos porque ella únicamente lo era cuando los demás habían sido groseros o violentos con ella primero.

La verdad es que esto era algo que siempre le repitió su padre desde pequeña. Había maneras de reaccionar a las cosas, y siempre era importante saber identificar qué te estaba haciendo alguien exactamente y cuál era la reacción más justa y proporcional ante ello. Que estos dos tipos la estuvieran molestando con preguntas, aunque algunas fueran insinuaciones inapropiadas, no era razón para soltarles una patada o un espray de pimienta, esa sería una reacción desproporcionada.

Ahora, si empezaban a acercarse demasiado, a invadir el espacio y a entablar contacto físico sin permiso después de que ella hubiese dicho claramente que no estaba interesada, Cleven tendría que defenderse con algo más que las palabras educadas. Apartarse y mostrarse enfadada era lo justo en esto. Luego, si ellos insistían una tercera vez y la agarraban, eso ya era una agresión, y ahí es cuando era justo responder con otra agresión.




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