Cleventine 1: Realidad y Ficción

1x16. El viejo Neuval

 

1º LIBRO – Realidad y Ficción

16.

El viejo Neuval

 

Denzel salió del cuarto de baño acompañado por los vapores del interior, mientras se ataba una toalla a la cintura. No llevaba sus extrañas gafas negras puestas, e iba con los ojos cerrados. Cualquiera pensaría que era porque le molestaba la luz, tal como él dijo, o según él, como le había dicho su oftalmólogo sobre sus sensibles retinas, pero, francamente, era una trola como una casa que usaba como excusa. Si de verdad tuviese un oftalmólogo, este ya la habría palmado de terror.

Su oscuro pelo mojado le caía por la cara, con los tres mechones blancos, y su torso desnudo dejaba ver varias cicatrices de todo tipo, cada una con su historia.

Recorrió el pasillo de su piso dando un bostezo descomunal, dirigiéndose al salón principal.

Su piso no pegaba nada para un chico de 26 años. Estaba colmado de incontables antigüedades: relojes que no funcionaban, pequeñas estatuas y esculturas, cuadros de las artes que surgieron a partir del siglo XVII, mesas, sillas, una armadura de guerrero samurái espeluznante dentro de un armario, dos espadas samurái con sus iniciales grabadas en la hoja cerca de la empuñadura, enganchadas en la pared sobre la chimenea del salón y, sobre todo, libros. Cientos de libros abarrotando las estanterías que tenía en una habitación que usaba de biblioteca, en el pasillo y el mismo salón.

Apenas uno podría caminar por el salón, aunque era bien grande, pues había montoncitos de viejos libros por medio y otro tipo de antigüedades. Sin embargo, él lo esquivaba todo al caminar, como si nada, aun con los ojos cerrados, como si se supiese el camino de memoria hacia la mesa de al lado del sofá, que era a donde iba, en la que reposaban el teléfono y sus gafas. Antes de ponérselas, pulsó el botón del aparato para oír los mensajes, mientras se rascaba perezosamente un hombro.

—“¡Tú, desgraciado!”

—¡Uah! —pegó un brinco del susto al oír la voz de la anciana Agatha en el aparato.

—“¿¡Qué es eso de no cogerle el teléfono a tu abuela!? ¿¡Se puede saber dónde te metes todo el tiempo, que no estás en casa!? ¡Y no me digas que tienes mucho trabajo ejerciendo de profe de instituto! ¡No cuela, pollo!”

—Aaay... —suspiró Denzel con desasosiego, apoyándose contra la mesa y cruzándose de brazos.

—“Quería decirte que iba a verte hoy para que me dieses el informe del Gobierno que te di, he de entregárselo al Líder de la SRS, pero acabo de enterarme de que ahora andan con un asunto de trabajo del que les ha informado Kiyomaro, así que... te libras, mequetrefe. Pero en cuanto te tenga delante…”

Denzel frunció el ceño, algo extrañado, mientras su lejana tatarabuela le soltaba una serie de castigos absurdos, preguntándose qué asunto sería ese que tenía la SRS. No obstante, en un segundo lo reflexionó todo y adivinó que seguramente estaban vinculados en el asunto de Kyo y su pergamino con la KRS.

—“… y te daré de bastonazos hasta que te crezca el coco y tengas que andar por las calles apoyándolo en una carretilla” —concluyó la anciana, y se la escuchó coger aire después de todo lo que le había soltado; después carraspeó—. “En fin, niño. No voy a seguir consintiendo que me evites para librarte de tu verdadero trabajo. Tú, un auténtico caballero inglés de mi estirpe, ha de cumplir con su responsabilidad sin rechistar. Esta madrugada debiste haber ido a Dinamarca a recoger un nuevo “iris”, pero claro, lo he tenido que hacer yo. No sé cómo Alvion no hace nada contigo...”

Tras unos refunfuños más, la voz de la anciana se apagó y la máquina declaró un “fin de los mensajes” con su robótica voz. Denzel negó con la cabeza para sí, cansino. «Sólo tengo mensajes de esa anciana, qué triste» se lamentó.

Se despegó de la mesa y cogió sus gafas para ponérselas, pero en ese momento sonaron un par de fuertes golpetazos en el cristal de la ventana que tenía a unos tres metros de distancia, lo que le sobresaltó de tal modo que se le resbalaron las gafas de las manos. Hizo un intento de cogerlas a tiempo, pero estas rebotaron de nuevo hacia delante, y Denzel dio un descuidado paso que le lio el cable del teléfono en el tobillo. Perdió el equilibrio e intentó recuperarlo dando otro paso, aunque este se topó con uno de los montones de libros, los cuales se cayeron; Denzel perdió el equilibrio por completo, se le soltó la toalla de la cintura y cayó al suelo llevándose consigo el teléfono, la mesa y un par de torres de libros.

De una vez había montado un estropicio, y el hecho de que ya no tuviese prenda alguna que le cubriera el cuerpo, ponía la guinda en el pastel. Emitió un leve gemido moribundo, con un chichón en toda la cabeza.

Soltó una palabra malsonante y se incorporó un poco para ponerse las gafas, entonces alzó la vista hacia la ventana y se llevó una sorpresa. La ventana estaba abierta, y había un hombre de cuclillas sobre la repisa, el cual miraba a Denzel con la misma cara pasmada. Ambos permanecieron así, mirándose un buen rato, incómodos. Entonces el hombre de la ventana apartó la vista a un lado, indeciso.

—Mm… Tenía que haber llamado, no pensé que podría encontrarte bailando desnudo por tu casa. Veo que vengo en mal momento. Mejor me voy.




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