Cleventine 1: Realidad y Ficción

1x23. Desahogo

 

1º LIBRO – Realidad y Ficción

23.

Desahogo

 

Rato antes, en medio de la madrugada, Cleven se había recorrido todo el Parque Yoyogi de este a oeste, guiándose por las voces y estruendos que oía de vez en cuando, pero nunca veía a nadie. Cada vez que llegaba al lugar donde se oían esos extraños ruidos, aquellos que los provocaban ya no estaban. Había estado siguiendo las señales de la pelea que Effie y Sakura habían estado librando con los otros dos “iris” de la MRS.

Dejó de correr cuando se adentró en un descampado, apoyando las manos en las rodillas para recuperar el aliento. Miró a su alrededor, exhausta. No comprendía nada, empezó a pensar que todo se lo estaba imaginando, incluso se preguntó qué demonios hacía corriendo por un parque a las tantas de la madrugada, completamente sola, hasta que, viéndose por fin en esa situación, le entró el miedo.

Desistió de seguir buscando a esas personas que vio desde el balconcito de la habitación del hotel, ahora lo que le preocupaba era que estaba sola. Y perdida. Esa zona del parque no la conocía de nada. ¿Y si se encontraba con un ladrón? ¿O con un violador? La idea le espantó tanto que emprendió la marcha por el primer camino que se le antojó, y esperó salir de ese parque lo antes posible.

Sintió un gran alivio al divisar una fuente que le era familiar, al final del paseo. La memorizó el día en que fue por allí con Raijin, con el resto del camino hacia el hotel. Soltó un suspiro con las mejillas sonrojadas al acordarse de él, y se dirigió hacia el camino que debía seguir. Pasó la fuente y se metió por el paseo de la izquierda, según recordaba. A los pocos minutos divisó la puerta de salida, además del edificio del hotel. Sólo tenía que recorrer unos cuantos metros más y ya estaría un poco más a salvo.

Nada más tenía la mirada fija en la puerta, cada vez más cercana, la meta hacia la salvación. Hasta que chocó bruscamente contra algo salido de la nada. Observó aterrorizada que se trataba de una persona. El sujeto estaba en la penumbra, no le veía el rostro. Se había quedado quieto frente a ella. Cleven sintió que se le paralizaban las piernas y las cuerdas vocales, pero no sólo por la impresión que le transmitía, sino por esa luz. Un pequeño destello azul claro rodeado de una figura humana oscura.

—Vaya, vaya... —susurró el chico, dando un paso hacia ella.

—¿Q... quién...? —tartamudeó la joven.

—Mira quién anda por aquí...

A Cleven le resultó su voz demasiado conocida como para creerlo. Además, pronunciaba raro, arrastraba las palabras. «¿Un borracho?» se alarmó.

—¿Tú también vienes de fiesta? —preguntó el chico medio riendo, y dando otro paso hacia delante entró en la zona alumbrada por la farola, y la luz de su ojo se apaciguó.

—¿K... Kaoru? —se quedó más que sorprendida.

El chico soltó algo entre una risa y un suspiro, ladeando la cabeza, mirándola. Cleven se imaginó que venía de beber con sus amigos, como muchas otras veces había hecho varios fines de semana. Kaoru se arrimó a ella antes de que esta pudiera reaccionar, y la sujetó de la barbilla, contemplándola muy de cerca. Cleven estaba inmóvil.

—¿Me das... un besito? —preguntó, sin dejar de sonreír de aquella manera perversa.

—¡Aparta! —saltó, dándole un manotazo en su brazo para despegarse de él.

—Wow... ¿Qué te pasa, muñequita? —carcajeó, pero enseguida adoptó una cara muy apesadumbrada—. ¿Por qué nom... me has llamado...? Te he echado de menos, ¿sabes?

—No juegues conmigo, Kaoru —le dijo dolida, pasando de largo para seguir su camino.

Sin embargo, Kaoru la detuvo, cogiéndola del brazo con brusquedad. Cleven volvió la cabeza con alarma, nerviosa. El joven la miraba esta vez con una expresión que daba bastante miedo.

—¿Tú… tú sabes lo que es ver con tus propios ojos… cómo apuñalan en el corazón a tu propio padre? Sólo por una mísera cartera… con dos mil yenes. Es… es tan…

—¿De qué estás hablando? —se asustó Cleven.

—Eres una estúpida... Nadie me había dejado a mí nunca. Si ahora me pides perdón, puede que te perdone, hahah... —rio flojamente, sin soltarla—. Eres mía.

—¡Basta, suéltame ahora mismo o...!

—O... ¿O me abofetearás? Venga, nena... No seas idiota, ven conmigo un ratito... —rio de nuevo, tirando de ella.

Sin pensarlo dos veces, Cleven le arreó una bofetada en la cara con la que consiguió que la soltara. Kaoru se había quedado con la cara de lado, medio inclinado. La joven lo observó detenidamente, con el corazón en la garganta. Tenía que echar a correr lo antes posible. Pero Kaoru se volvió hacia ella y acto seguido le devolvió la bofetada.

—¡Ah! —exclamó Cleven, girando sobre sus talones por el impacto y llevándose las manos a la mejilla.

Ahora sí que estaba asustada. Kaoru la había pegado. Si ya tuvo intenciones de hacerlo el otro día en el instituto delante de Raven, que con la aparición de Denzel se salvó, ahora que lo había hecho y encima estaba borracho, ¿qué más sería capaz de hacer? Sin atreverse a darse la vuelta, mientras notaba un hilo de sangre corriendo por su barbilla desde el labio inferior partido, echó a correr, corrió lo más rápido que pudo.




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