Cleventine 1: Realidad y Ficción

1x44. Compañeros de vida

 

1º LIBRO – Realidad y Ficción

44.

Compañeros de vida

 

Cleven abrió los ojos. La luz de la mañana se colaba entre las cortinas de su habitación. Se quedó así unos minutos, tendida sobre la cama, mirando al techo. Cuando su cerebro se hubo reiniciado del todo, se dio cuenta de que no estaba en la habitación del hotel a la que se había acostumbrado. Ni en la de su casa de siempre.

Se incorporó de un salto, sorprendida, y observó el cuarto. Su nuevo cuarto, su nuevo espacio, su nuevo hogar. Aún no acababa de asimilarlo. Estaba en la casa de Raijin. Estaba en la casa de su tío. Ese era su primer día ahí.

Se levantó de un brinco, llena de energía. Aún le quedaban cosas por hacer, como deshacer la maleta y traer el resto de su ropa y de sus cosas. Bueno, había tiempo de sobra. Miró su reloj, eran como las once y media, la mañana se la había pasado durmiendo. Era sábado y no tenía clase, así que lo iba a dedicar a descansar. Ya había soportado demasiadas emociones distintas en una noche y un día, ahora había que reanudar la situación.

Salió de la habitación justo en el mismo momento en que el rubio salía de la suya, enfrente. Cleven, al verlo, abrió la boca para saludarlo, pero todo se quedó en un murmullo ahogado. Raijin tenía una cara ojerosa impresionante, realmente Cleven se preguntaba qué tipo de problemas tendría él para dormir, pero eso no era lo que le llamaba más la atención. Al parecer, el chico sólo dormía con el pantalón del pijama, por lo que Cleven pudo ver de nuevo ese extraño tatuaje en la parte izquierda de su pecho. No se dio cuenta de su embelesamiento. No era por su bonito torso, sino porque ese tatuaje le daba una sensación familiar, de un pasado lejano. Por su parte, Raijin reparó en ella a los pocos segundos, despertando del todo.

—¡Eh! —saltó, señalándola—. ¿¡Pero por qué estás en ropa interior!?

Cleven despertó de su trance y se miró a sí misma.

—Es mi pijama —contestó.

—¿Eso es tu pijama?

Podía ser exagerado dependiendo del punto de vista. Cleven iba con unos mini pantaloncitos tipo shorts y un top de tirantes un tanto pequeño.

—¿Qué te pasa? —se extrañó la joven.

—N… es que... —vaciló, apartando la mirada—. Ponte algo encima —gruñó, yéndose por el pasillo a regañadientes.

—Ya me has visto sin ropa antes —replicó Cleven, siguiéndolo por detrás.

—¡Eh! —saltó, girándose hacia ella—. Acordamos no hablar más del tema.

—Ya, bueno...

—En serio, Cleven, no quiero ni mencionarlo ni recordarlo.

Ella se quedó un momento pensativa en mitad del pasillo. Se rascó la nuca, dubitativa.

—Lo sé, yo tampoco quiero, pero... Pero es que me preguntaba... —miró para los lados antes de volver a mirarlo con vergüenza—. ¿Tú... te acuerdas de algo? E-es decir... de... la parte seria.

Raijin fue a repetir que no quería hablar de ello, pero en vez de eso cerró la boca un momento, algo sorprendido, y se quedó pensando. La verdad, no, no recordaba nada claro después del beso del hotel. Pero se había despertado sin ropa a la mañana siguiente, ¿no? En ropa interior, más bien.

—Mm… No... —contestó finalmente—. Bebí demasiado. No tengo recuerdos probables o evidentes... de que hayamos... ya sabes.

—Vale, es que yo tampoco... Tampoco recuerdo eso. Pero claro, como me desperté sin ropa, pues... pues daba por hecho que... en fin, ya sabes.

De repente los dos se quedaron mirándose mutuamente un buen rato, un buen e incómodo rato.

—¿Crees...? —preguntó Raijin.

—¿... que quizá no haya pasado? —brincó Cleven al instante, con la mano en el pecho—. Pero al despertar...

—Pudimos caer dormidos antes de hacer nada —repuso él enseguida, tan tenso como ella.

Ambos volvieron a quedarse mirando mutuamente. La verdad, los dos desearon aferrarse a esa posibilidad, pero tampoco había pruebas que demostrasen que no sucedió.

—Tengo que hacerte una pregunta personal —dijo Raijin.

—Si no querías hablar del tema.

—Lo sé, joder, pero es importante —suspiró—. Yo tengo la absoluta certeza de que, incluso si estoy borracho, me cercioro de usar protección, siempre, sin falta, sin fallar nunca… Porque ya cometí una vez el error de no cerciorarme y pagué las consecuencias —cerró los ojos seriamente, pero un poco sonrojado e incómodo—. No tengo pruebas ni recuerdos factibles de haberlo cumplido la otra noche, solamente la confianza en mi capacidad de juicio. Aun así… necesito una confirmación más… algo que despeje las dudas del todo…

—Tranquilo, hace poco más de un año que yo tomo anticonceptivos, principalmente como tratamiento para regular el periodo, porque lo tenía algo irregular, así que sí, la protección ya la venía trayendo yo de todas formas, hasta que mi gine me diga que deje el tratamiento.

Raijin dejó salir otro suspiro, pero esta vez, mucho más grande y aliviado. Se le despejaron todas las dudas, aunque ya confiaba en sí mismo en ese aspecto. Lo que le sorprendió un poco es que Cleven le hubiera respondido con tanta naturalidad sobre un dato tan íntimo de ella. Por un momento había parecido una chica muy racional.




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