Cleventine 1: Realidad y Ficción

1x47. Fin del exilio

 

1º LIBRO – Realidad y Ficción

47.

Fin del exilio

 

Yenkis salió a hurtadillas de su cuarto y asomó la cabeza hacia el pasillo. Todo estaba oscuro y silencioso, ya que era tarde y todo el mundo estaba acostado. Así, pues, se fue de puntillas hacia la habitación de su padre y de Hana. La puerta estaba medio abierta, y se asomó con la misma cautela. Se aventuró a abrir su ojo izquierdo para que su luz blanca le permitiese ver entre la oscuridad. Vio a Hana durmiendo sobre la cama apaciblemente, sin embargo, no había nadie más. El otro lado de la cama estaba vacío.

«¿Dónde demonios está papá?» se extrañó. Volvió sobre sus pasos y bajó las escaleras, guiado por su luz blanca. Se preguntó si su padre estaría en su despacho, en la otra punta de la casa, donde casi siempre solía estar a esas horas de la noche, trabajando. De todas maneras, no le preocupaba, sólo iba a salir un momento a la calle.

Al llegar a la puerta del vestíbulo, se acercó a una pequeña pantalla en la pared, sobre el mueble de las llaves.

—Hoti, desbloquea la puerta —le susurró el niño.

—“¿Con qué propósito?” —contestó la voz femenina de la inteligencia artificial, también en susurros, porque estaba programada para reconocer las situaciones y los contextos, y sabía que a esa hora debía hablar en voz baja.

—Voy a salir un momento.

—“Son las once y media de la noche. No es apropiado que un niño de 12 años salga a la calle a esta hora. Tu padre no me permite dejarte salir sin su permiso. Pero si te ha dado la clave, dime la clave.”

—¿Está papá en casa?

—“Tu padre no se encuentra en ningún lugar de esta vivienda ahora mismo.”

—Vamos, Hoti, no tengo la clave y papá no está. ¿Qué pasa si hay una urgencia, un incendio?

—“Cualquier pequeña llama de fuego o chispa que surja en cualquier rincón de esta casa donde no debería surgir, será extinguida por mí en dos segundos.”

—Pero si no tenemos aspersores.

—“Cualquier pequeña llama de fuego o chispa que surja en cualquier rincón de esta casa donde no debería surgir, será extinguida mediante la emisión de ondas sonoras de baja frecuencia. El agua moja y estropea los materiales, y puede provocar cortocircuitos peores.”

—Oooh… —se asombró Yenkis—. Pero las ondas sonoras de baja frecuencia no ahogan la corriente eléctrica y las chispas que pueden salir de un cable roto o un cortocircuito en una placa electrónica.

—“Para ese caso, corto la corriente eléctrica del aparato afectado.”

—¿Y si sólo quiero salir al jardín? Sigue siendo nuestro recinto privado.

De repente se hizo un silencio. Al parecer, Hoti se quedó pensando algo.

—“Yenkis. Te pido que ceses este intento de conexión con mi código fuente.”

—¿Eh?

—“Yenkis. Te pido que desconectes el dispositivo que estás empleando para hackearme.”

—Mierda…

El niño sacó de su bolsillo su cubito, el aparato que había creado para conectarse, invadir y modificar cualquier aparato.

—“Yenkis. El código que me dio vida fue creado por tu madre. Nada creado por cualquier otro puede franquearlo.”

—Precisamente estoy usando el código de mi madre para intentar franquearte. Pero supongo que aún me queda bastante camino para llegar a tu nivel, mamá… —se dijo, suspirando resignado y mirando decepcionado su cubito.

—“Yenkis. Regresa a la cama. Buenas noches.”

No tenía nada que hacer. Si insistía en sus intentos, Hoti llegaría a enviar un aviso a su padre al móvil. Así que no tenía más remedio que recurrir a un modo poco ortodoxo. Regresó a su habitación y abrió la ventana. Se quedó un momento observando el cielo nocturno.

No podía dejar de pensar en la historia que le contó su hermano sobre el pasado de su padre. A pesar de que Lex no le mencionó ninguna de las partes relacionadas con el “iris” y el Monte Zou y solamente describió esas partes como “un trauma que arrastraba y estaba deteriorando su mente hasta que Lao lo llevó a un lugar donde podían ayudarlo”, Yenkis no podía quitarse de la cabeza la imagen de ese niño de 10 años, tan idéntico a él, pero con una infancia tan contraria a la suya, cargada de desgracias, maltratos, abusos, hambre…

«Ni ese papá de 10 años pidió adquirir esa luz en su ojo, ni yo pedí nacer con ella. La mía no ha venido acompañada de un trauma. Pero tanto él como yo, al no poder deshacernos de ella, deseamos al menos darle un propósito. Seguro que papá le dio un propósito. Lex no quiso decírmelo, pero estoy seguro de que esta luz lleva consigo algún tipo de poder. No lo veo, pero lo siento. Lo huelo en aire, lo palpo en el viento, todas esas diferentes sustancias invisibles, esas moléculas tan diferentes unas de otras. Tiene que significar algo, tiene que servir para algo…».

«Pronto Daiya Miwa me dará el código especial de mi madre, el que necesito para ver el contenido de las carpetas del ordenador de papá. Daiya me dijo que “mucha gente” posee ese código. No tengo forma de encontrarlo o identificarlo en todos los cuadernos y USB de mamá, por lo que, si alguien me lo puede dar directamente, es mi mejor opción. Mi única opción».




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