Cleventine 1: Realidad y Ficción

1x28. El pasado de papá (2/5)

 

1º LIBRO – Realidad y Ficción

28.

El pasado de papá (2/5)

 

«Cuando cayó el atardecer, el hombre fortachón acudió puntual a su cita. Vino con ropa cómoda, con chándal y sudadera, y portaba una maleta grande y un barreño metálico. Entró en el callejón sonriente, esperando encontrar al niño de ojos grises muy aburrido y harto de matar el tiempo haciendo nada. Pero se le borró la sonrisa, porque se encontró con el callejón mucho más desordenado de lo habitual, con basura desperdigada por un lado, tablas y trozos de madera por otro, papeles, botellas, latas de aluminio cortadas… Y el niño estaba subido sobre uno de los cubos de basura, garabateando sin parar en la pared de cemento del fondo del callejón con una piedra. Se había subido al cubo para alcanzar más espacio libre donde escribir, porque el resto del muro ya lo había dejado lleno de un popurrí de líneas, palabras, números y dibujos.

El hombre, con una mueca de gran confusión, se adentró despacio en el callejón, preguntándose qué demonios estaba haciendo ese niño, si es que su “iris” sin tratar ya lo había vuelto loco o algo. Al acercarse al cartón de siempre donde el chico solía dormir, encontró los tres libros que le había prestado apilados, muy rectos e impecables, junto a un cubo de Rubik con los colores desordenados y la caja puzle intacta.

—Oh… Supongo que al final no te han gustado mucho estos pasatiempos —comentó el hongkonés, cogiendo el cubo de Rubik con desilusión.

El niño se giró de golpe nada más oírlo, poniéndose en alerta como de costumbre. Pero al ver que se trataba de ese tipo, volvió a relajar los músculos. Era su cuarto encuentro con él y su instinto realmente parecía estar desarrollando un poco de eso que llamaban confianza. Eso jamás le había pasado antes. Y no todos los adultos con los que se había cruzado eran malos, es sólo que él nunca quiso relacionarse con nadie, sobre todo porque temía que descubrieran su ojo de luz y lo trataran como a un monstruo, un fenómeno de circo o similar.

—Al contrario —dijo el niño, subido en el cubo y con su piedra en la mano—. Me han gustado. Pero después de terminarlos todos en un par de horas ya no me aportaban nada nuevo, y… he buscado otra cosa que hacer.

—Espera, espera —lo frenó el hombre, dejando su maleta y el barreño en el suelo—. ¿Cómo que terminarlos todos en un par de horas? —preguntó. El chico se quedó callado, encogiéndose de hombros—. A ver, niño —sonrió con sorna—. ¿Me estás diciendo que te has leído este cómic y estos dos libros gordísimos en dos horas, además de haber resuelto el cubo de Rubik y mi caja rompecabezas?

—Bueno, una hora y cincuenta y dos minutos, más bien.

—¿De dónde cuentas el tiempo? No tienes reloj.

—Lo cuento en mi cabeza.

—Vale, chaval, muy gracioso —volvió a sonreír, negando con la cabeza, mirando el cubo de Rubik entre sus manos. Pero cuando vio que el chico seguía callado y con esa cara de pura inocencia, se quedó pasmado—. ¿Estabas hablando en serio?

—Oye, no soy un pobre estúpido, si te creías que por vivir en la calle no sé leer, te equivocas, sé leer, ya he leído libros antes…

—Vale, vale, perdona. Nunca he pensado que fueras estúpido —lo calmó enseguida—. A lo que me refiero es… que ni siquiera yo puedo terminar de leer estos tres libros en un día.

—Yo leo rápido.

—Nadie lee tan rápido.

—Te puedo repetir todo lo que hay escrito en esos tres libros con todas sus palabras exactas y por orden.

—¡Uno de los libros tiene 1100 páginas y el otro más de 700! —exclamó incrédulo—. ¡Además del cómic de 250!

—De hecho, he aprendido algunas palabras nuevas, el autor de esas novelas usa un lenguaje muy culto. La historia de Los tres mosqueteros ha sido muy entretenida, aunque me ha gustado más el cómic, me ha hecho reír. Pero nada comparado con El conde de Montecristo, ¡eso sí que es una historia! La mitad del libro es pura rabia e injusticia, la segunda mitad una satisfacción tras otra conforme Edmundo va haciendo pagar a aquellos que lo traicionaron lo que se merecían. ¿Y además está basada en una historia real? ¡Es genial!

El hombre se quedó mudo. No podía creer que de verdad ese moco hubiera leído los tres libros enteros en el tiempo que decía.

—¿Y… qué hay de los puzles?

—Interesantes y entretenidos, al menos durante catorce minutos el cubo.

—¡Catorce minu-…! —brincó escandalizado—. Niño, deja ya de tomarme el pelo. No has resuelto el cubo de Rubik, ¿ves? —le mostró el objeto.

—Claro que sí —se bajó de la basura y se acercó a él, quitándole el cubo de las manos, y comenzó a girar sus partes a toda velocidad y ordenó todos los colores en dos segundos y medio—. Al principio tardé un poco en hacerme con el mecanismo y cumplir con el objetivo, pero después de unos minutos es fácil averiguar la lógica matemática de los movimientos. Lo estuve desordenando y reordenando unas cuantas veces más para ver cómo de rápido podía resolverlo, hasta que llegué al límite de los dos segundos y medio y me aburrí. Luego estuve indagando con tu caja —cogió la caja de madera y se la puso en las manos—. He descubierto y resuelto sus cinco aperturas, en el compartimento final había guardada una moneda dorada. Tranquilo, no la he robado. Me llevó veintidós minutos.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.