Cleventine 1: Realidad y Ficción

1x45. Reconciliación

 

1º LIBRO – Realidad y Ficción

45.

Reconciliación

 

Llegó el domingo. El día anterior había pasado rápido y tranquilo. Quizá fuera porque la discusión con Nakuru lo saturó, o quizá porque tenía, de todas formas, un recado pendiente que hacer en la universidad, que podía hacer cualquier otro día, pero Raijin salió de casa a la hora de comer usando este asunto pendiente como motivo y no volvió en toda la tarde. Obviamente, ese papeleo de la universidad no le llevó más de una hora, pero después de eso se puso a patrullar la ciudad y a patear el culo de varios delincuentes que encontró atracando a unos inocentes, o amenazando al vendedor de una tienda, o causando problemas por otros lados. No le hizo caso al móvil en toda la tarde ni vio a nadie.

Por eso, Nakuru invitó a Cleven a comer a su casa y así distraerla de ese pequeño y extraño mal humor de su tío. El padre de Nakuru las acompañó y se quedó tranquilo al escuchar de la propia Cleven sus intenciones de ir a hablar con su padre mañana.

Al anochecer, Nakuru acompañó a Cleven de vuelta a la casa de Raijin. El susodicho ya estaba allí, haciendo la cena. Y parecía más sosegado. Cuando Cleven subió a la planta de arriba para ir al baño, Nakuru aprovechó y se acercó un momento a la puerta de la cocina. Raijin la ignoró, muy concentrado en controlar la carne que asaba en una sartén y las verduras que cocía en una olla.

—¿Qué opinas del resultado? —le preguntó Nakuru.

—Estoy ocupado.

—Brey, las cosas se van a poner feas a partir de ahora. Quiero saber si tienes alguna nueva pauta de precaución que darnos, o si crees necesario hacer cambios en nuestra actividad.

—Ay… —suspiró, dándose la vuelta hacia ella, secándose las manos con un trapo—. ¿Se puede saber de qué hablas?

—¿Qué? —brincó sorprendida—. ¿No has visto las noticias en todo el día de hoy? ¿No has mirado tu móvil?

—¿Puedo tomarme un respiro al menos una vez al mes?

—¿Justo el día en que Takeshi muere y ha salido elegido el nuevo ministro?

Raijin se quedó petrificado. Demonios… Era verdad… ¡Lo había olvidado por completo! ¡Ayer se suponía que lo anunciaban! Miró a Nakuru con tensión.

—¿Takeshi ha muerto?

—Un simple infarto, confirmado por los médicos. Pero todos sospechamos que hay algo ahí que no encaja.

—¿Y el resultado? —dio un paso hacia ella, ansioso—. ¿Norie…?

—No —negó Nakuru enseguida, cerrando los ojos—. Por desgracia, ella no ha salido elegida. Hatori es el nuevo ministro.

Raijin hizo un gesto de fastidio, dejando el trapo sobre la repisa con una sacudida brusca, y siguió cocinando.

—No sé qué habría sido peor… —masculló.

—Obviamente, Hatori es la peor opción, Raijin, y Norie era la mejor candidata posible para nosotros.

—Habla por ti. Tú no estás atada a Norie de por vida. Ni te ha tratado como a una delincuente o a una degenerada. Ni te culpa de la muerte de su hija.

—¿Quién no tiene roces con su suegra?

—No es mi suegra —gruñó el chico—. Por muy madre de Yue que fuese, o por muy abuela de Clover y de Daisuke que sea. Ella y Joji son un dolor en el culo que aguantaré toda la vida por su maldito derecho a ver y relacionarse con los mellizos casi todos los fines de semana y festivos. Si Norie fuese ahora la ministra, sería cuestión de semanas o meses que acabase descubriéndome a mí y la existencia de los “iris”.

—Sólo quiero saber si tendremos que hacer cambios en la KRS y nuestro modo de actuar.

—Ya lo hablaré con Lao cuando pueda. Aunque de todas formas no hará falta, seguro que ese chiflado ya vendrá con cambios preparados para nosotros.

Nakuru no entendió eso último. Raijin a menudo solía referirse a Neuval como “el loco chiflado” y ese tipo de términos, pero para ella no tenía sentido qué tenía que ver su ex-Líder exiliado con traer novedades a la KRS.

—¡Nak! —apareció Cleven acercándose a ella felizmente, abrazándola por detrás—. Ya me he puesto cómoda. ¿Quieres quedarte a cenar?

—Sólo he hecho comida para dos —gruñó el rubio.

—¡Sé amable! —le reprochó Cleven.

—¡Hahah…! —se rio Nakuru—. Puedo ver que estás bien cuidada aquí, Cleven. No te preocupes, yo ya me voy a casa, quiero terminar los deberes esta noche. No te olvides de envolver para regalo el suvenir que le compramos a Raven en el festival, se lo daremos el lunes en clase.

Y ahora, en el amanecer del domingo, Cleven se levantó un poco temprano para hacer lo que había dicho que haría: ir a su casa a recoger el resto de sus cosas y hablar con su padre. Así que se vistió y aseó con energía, esa energía que aún tenía, motivada por el hecho de estar viviendo una nueva vida, de haber escapado y roto con la rutina anterior.

Al meterse en el baño para peinarse, reparó por primera vez en el vaso que había en una estantería, donde reposaban dos cepillos de dientes de colores, con un muñequito cada uno en el extremo del palo, muy monos. Se los quedó mirando, sin saber ya qué pensar. Lo de los cereales de conejitos y perritos, las tacitas de colores, el gorila de peluche, y ahora eso… No. No caía.




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