Cleventine 2: Pasado y Presente

2x04. Intrusos

2º LIBRO - Pasado y Presente

4.

Intrusos

Cuando Suzu, Brey, Kamui y Neuval entraron en el aula de Cleven, se encontraron allí ya a los otros padres hablando unos con otros y los jóvenes igual. Eliam también estaba, rodeado de los amigos de Drasik, charlando. Quien no estaba era Denzel, aún no había llegado, lo que les extrañó. Neuval dio media vuelta. Brey, al verlo, lo siguió por los pasillos, sabiendo que iba a buscarlo.

—¿Denzel impuntual? ¿El hombre que domina el tiempo? ¿Qué habrá pasado? —preguntó Brey.

—A saber —contestó Neuval, adentrándose en el baño de los chicos a echar un vistazo.

Ahí se sorprendieron al encontrar a Drasik, sentado en el suelo al lado de los lavabos, con las piernas cruzadas y cabizbajo.

—Sui-chan, ¿qué te pasa? —se preocupó Neuval.

Drasik levantó la cabeza poco a poco, parpadeando con molestia, como si acabase de despertar, pero no dijo nada.

—Sólo quiere escaquearse de la reunión —bufó Brey, optando por salir de allí y seguir buscando a Denzel.

Neuval, sin embargo, se agachó junto a Drasik y le levantó la barbilla. El chico parpadeaba mucho, como si le molestasen las luces del techo.

—Estoy bien —musitó Drasik, apartando la cabeza con brusquedad—. Sólo es un dolor de cabeza.

—¿Estás seguro? Pareces desorientado. ¿Te has mareado por alguna razón?

—No... —contestó con cansancio, apartándose de él—. He dicho que estoy bien, maestro. Me golpeé la cabeza el otro día, peleando con el imbécil de Kaoru. Nada más.

Neuval y Brey cruzaron una mirada silenciosa.

—Bueno, a tu ritmo, nosotros vamos a buscar a Denzel —le dijo Neuval amablemente, saliendo del baño con su cuñado.

Cuando se alejaron un poco por el pasillo, Neuval se puso delante de Brey para frenarle el paso, pero mirando hacia la puerta del baño.

—¿Es habitual en él? —le preguntó al rubio, en voz baja.

—Sí.

—¿Cómo de habitual?

—Una o dos veces al mes.

—¿Cuánto tiempo lleva así?

—De toda la vida, Neuval. Siempre ha sido así, desde que lo trajiste del Monte Zou. Tiene el mismo majin de grado II normal y corriente que siempre ha tenido. Ya sabes que sólo hay que dejarlo tranquilo cuando tiene esos cambios de humor. Ya se le pasará.

—Hmmm… —murmuró Neuval, pensativo, no conforme del todo, pero no dijo nada más.

Mientras, en el baño, Drasik se levantó con dificultad, apoyándose en un lavabo. Tras ponerse en pie, se miró en el espejo. Nadie lo había visto, pero hacía sólo un par de minutos había sufrido un inexplicable vahído. Se le había ido la mente a otra parte, como antes de ayer en la cafetería mientras Cleven y Brey discutían sobre la revelación de los mellizos, que tuvo un breve episodio de memoria lejana sin darse cuenta. Le acababa de pasar lo mismo, había revivido fugazmente unos recuerdos de su infancia, caminando junto a Cleven por una ciudad destruida, pero él ahora no lo sabía porque este nuevo episodio había vuelto a olvidarlo por completo, dejándolo confuso y mareado.

Últimamente le estaban pasando cosas raras en su interior y cada vez con más frecuencia. Con más frecuencia de lo que Brey creía. Aún no era consciente del motivo exacto, pero el motivo de hoy había sido pensar en el hecho de que él no sabía quién era Cleven cuando los demás sí, y en el hecho de haberla visto a ella y a Kyo de repente tan amigos durante el día de ayer en clase. Sintió cosas negativas por ese asunto, insanas, y no sabía por qué.

A los pocos segundos, empezó a sentir que le temblaban las manos y se las miró con rabia. Le dolía el tatuaje, cubriendo la piel de su antebrazo derecho.

Apretó los dientes y, de pronto, le dio un arrebato agresivo y pegó un puñetazo en la pared de al lado, la cual acabó con un boquete y las baldosas hechas trizas. Tras eso, sacó de su bolsillo una venda. Se arremangó el antebrazo derecho, cubriéndose el tatuaje iris con la venda, y después la volvió a tapar bien con la manga de la camisa del uniforme. Miró a su alrededor, exhausto, ofuscado. Su iris no le estaba funcionando bien en la mente.

—¿Hola? —saludó Neuval, abriendo la puerta del despacho de Denzel.

Allí lo encontraron, sentado en su silla con los dedos entrelazados bajo la nariz y los ojos cerrados. No llevaba sus gafas.

—Denzel —se extrañó Brey.

—Hola —murmuró, girando un poco la cabeza al oírlos.

—¿Qué te pasa? —preguntó Neuval—. Oye, tienes una reunión ahora. Siendo nuevo en este centro podrías jugarte el empleo.

—Su empleo número 152 en su vida. Como si importara —comentó Brey, pero Neuval le lanzó una mirada fría—. Qué.

—No veo nada —declaró Denzel, con aire apesadumbrado.

—Es lo que tiene ser ciego —contestó Brey, y Neuval lo volvió a mirar con fiereza—. ¡Qué!

—No encuentro las gafas —resopló Denzel, inundando el despacho de su apagado estado de ánimo, y abrió los ojos.




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