2º LIBRO - Pasado y Presente
13.
Lex y Yenkis contra Neuval
Al entrar en casa, Yenkis se fue pitando a su habitación para dejar la mochila y el pendrive en un lugar seguro, junto a su cubito. Luego se vistió con ropa cómoda.
Antes de salir de su cuarto, respiró hondo. Había sido un momento algo arriesgado, recibir de Daiya aquel programa creado por su madre y del que Yenkis no debería saber absolutamente nada, y que justo su padre hubiera aparecido para recogerlo y llevarlo a casa. Esto era inusual, su padre no solía ir a recogerlo desde que aprendió a manejarse solo con el transporte público, y si lo hacía, solía ser por alguna urgencia o motivo de peso.
Por eso, Yenkis se había temido que su padre hubiera sospechado que tenía estos secretos con Daiya y que había venido a investigarlo con la excusa de venir a recogerlo. Sin embargo, Yenkis era un iris y tenía una capacidad innata para detectar que, aunque ese parecía el motivo más probable, había en realidad otra razón. Y no se equivocaba. Y es que Neuval estaba haciendo un muy buen trabajo actuando como si no pasara nada malo. Porque por dentro estaba muy alterado, después de haber sido atacado en su despacho por almaati desertores que seguían por ahí sueltos, sin contar con los que habían sido detenidos por la policía, también después de haber oído lo que uno de ellos le había dicho sobre Izan, y después de que Hana lo hubiera visto.
No había probabilidades de que esos almaati traidores volvieran a intentar atacarlo, especialmente porque habían comprobado que, efectivamente, ir seis almaati a intentar matar a Fuujin era la idea más tonta que podían haber tenido. Muchos sabían que Fuujin era muy fuerte, con el título de iris más poderoso y todo eso… pero en verdad nadie tenía ni la más remota idea de lo extremadamente poderoso que era Neuval en realidad. Ni siquiera el propio Neuval lo sabía.
Aun así, Neuval no estaba tranquilo todavía, y por eso había ido a recoger a Yenkis, para asegurarse de que estaba a salvo. Para suerte del niño, Neuval no sospechaba nada sobre lo que Daiya le había dado. Bastantes otras preocupaciones tenía en la cabeza, y además tenía la firme creencia de que era imposible que Yenkis pudiera hacerse con sus archivos secretos, y más que eso, abrirlos. Así que el muchacho se sentía aliviado, al menos, de tener ese pendrive a buen recaudo.
Mientras bajaba las escaleras de camino a la cocina, estuvo pensando en lo distinto que parecía su padre últimamente. No sabía, parecía algo más animado, más centrado, más comunicativo… Esa risa de burla que antes le había lanzado en el coche tras haberse despedido de Evie, por ejemplo, o la breve conversación que tuvieron esa mañana por teléfono en la que su padre le decía tonterías graciosas, y otros pequeños momentos de la última semana y media... ¿Qué había pasado con el padre serio, aburrido, estricto, taciturno y distraído que él conocía? ¿Debía alegrarse, o debía preocuparse? Yenkis no era tonto, un cambio de personalidad así era positivo, sí, pero muy raro.
Neuval ya estaba en la cocina. Se había quitado su elegante traje de trabajo y tenía puestos unos pantalones vaqueros, una camiseta negra y se había despeinado. Pocas veces Yenkis lo había visto ponerse con ese aspecto tan cómodo y tan contrario a la imagen elegante y sofisticada que solía llevar cada día al trabajo. Además, esto quería decir que no tenía intención de volver a la empresa hoy, y esto, otra vez, era algo raro.
Neuval estaba sacando unas verduras de la nevera, y como Yenkis estaba parado en medio de la cocina analizándolo y tan silencioso, casi se chocó con él al darse la vuelta. Neuval se lo quedó mirando. Yenkis no dejaba de observarlo.
—¿Qué? ¿Tengo algo en la barba?
—¿Y Misae? —preguntó el niño entonces, al darse cuenta de que no había nadie más que ellos en la casa.
—No puede venir, su madre ha vuelto a enfermar —contestó, colocando las verduras sobre la tabla de cortar en una de las encimeras.
—¿Y Hana?
—Pues… Hana… está en el hospital —terminó revelándole, mientras se ponía a cortar las verduras.
—¿¡Qué!? —saltó—. ¿Qué le ha pasado?
—Tranquilo, está bien. Sólo se ha desmayado en el trabajo. Ya sabes que a veces tiene deficiencia de hierro y esas cosas.
—Mm… —entendió.
—Van a suministrarle unas vitaminas o algo —le explicó—. No es nada, según el médico es muy típico en gente con un poco de anemia, y además Hana tiene esa manía de extralimitarse en el trabajo. En un rato iré a recogerla.
—¿Qué médico te ha atendido? —preguntó rápidamente, poniéndose delante de él y mirándolo fijamente.
—Capto la intención de tu pregunta a distancia —rechistó—. Sí, Yen, los enfermeros de recepción tuvieron la fantástica idea de llamar a tu hermano para atenderme. Habrán pensado: “¡Oh! ¡Obviamente, como el doctor Vernoux no odia a su padre, estará encantado de atenderlo!” —pronunció teatralmente imitando con gran sarcasmo la supuesta voz de los enfermeros.
—Papá… —lamentó Yenkis al oírle decir eso—. Lex no te odia…
—No estés por medio, estoy haciendo la comida.
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Editado: 24.11.2024