Cleventine 2: Pasado y Presente

2x14. Una verdad y media

2º LIBRO - Pasado y Presente

14.

Una verdad y media

Ruidos de pasos por los pasillos, voces de personas lejanas, algún que otro pitidito, eso era lo único que se oía al otro lado de la puerta; la habitación, dominada por un silencio y un aire frío y suspendido. Neuval, pese a todo, sólo oía sus latidos en los tímpanos, observando a Hana sin parpadear, expectante. Ella, en cambio, tenía la mirada perdida, se había encogido de piernas sobre la cama y tenía la barbilla apoyada en las rodillas. Ausente del mundo real para poder concentrarse en todas esas palabras que habían ido entrando en su cabeza durante una hora, sin interrupción.

Todas esas palabras, esos nombres, esos sucesos... Neuval le había resumido su vida en una hora, le había dicho todo lo necesario para que lo supiese todo, incluyendo los detalles importantes.

Hana volvió a rebobinar desde el principio, una vez más, recapacitando sobre ello: iris, Monte Zou, elementos, organizaciones, apodos, misiones, terroristas, gobiernos, venganzas, majin, monjes, Yako, Pipi, Lao, Katz, Hideki, Brey, Alvion, Knive, etc.

Y luego las frases: “Katz no era un iris, pero trabajaba con nosotros, era nuestra hacker…”, “Yenkis nació heredando mi iris de forma genética…”, “Lao no me llevó a ningún terapeuta después de adoptarme, me llevó al Monte Zou, donde no me trataron un trastorno común, sino el trastorno del iris, nacido del asesinato de mi hermana…”, “Mi sueño era crear cosas, una familia, una RS, una empresa…”, “Les borré la memoria a Cleven y a Lex tras la muerte de Katz y nos separamos de la familia Lao, pero Lex acabó recuperando la memoria y eso desencadenó nuestra discusión…”, “Me exilié hace siete años. He vuelto hace pocos días…”, “Esos tipos que me atacaron hoy en la empresa, tenía un asunto pendiente con ellos porque…”.

Y más, y más frases encadenadas, formando una historia que fue paralizando cada músculo de Hana y dejándola más y más muda.

Siguió observándola, impaciente. Ya había acabado hace quince minutos, y Hana seguía callada. Se la veía pensativa, más que nada. No parecía asustada. Estaba considerando sus palabras, eso era buena señal. Pero seguía callada. Neuval no supo si podría aguantar otro minuto esperando a que ella hablase, ya le había dado un buen cuarto de hora para pensar. «Por favor, di algo, lo que sea. Por muy horrible que sea, lo asumiré, lo respetaré...» pensaba.

Un momento. Neuval sintió que se le paraba el corazón, pues Hana se movió al fin. La mujer frunció el ceño y se rascó un poco la frente. Luego respiró hondo y alzó la mirada hacia él.

—Mm… Eso explica el impresionante tatuaje de tu espalda.

Neuval se quedó con una cara desencajada.

—¿Eh? —consiguió pronunciar, desconcertado.

—Sí, cariño, es que te lo vi la otra noche y pensé: “¿Qué? ¿Se ha hecho un tatuaje? ¿Cuándo?” Creía que te habías vuelto a escondidas un yakuza… o algo similar, ya que la Yakuza jamás integraría a un extranjero… como un motorista, de esos que andan bebiendo, abusando, escupiendo al suelo…

La cara de Neuval se desencajó más.

—... sinceramente, me alivia saber que es porque eres un... iris. Los motoristas esos no me gustan nada, nada —afirmó—. Y el tatuaje que tienes es enorme. ¿No pensaste que tarde o temprano lo vería y te preguntaría por él? ¿Creías que por estar en tu espalda me lo podías ocultar? Siempre te veo todo el cuerpo cuando tenemos nuestras noches cariñosas, es decir... —hizo un gesto tajante con la mano para dejarlo claro—... es francamente imposible que no escudriñe todo tu cuerpo al detalle cada vez que tengo la oportunidad, ¿sabes lo perfecto que eres? ¿Seguro que eres un iris de esos como se llamen y no eres un dios? —bromeó, torciendo una sonrisa.

Neuval se la quedó mirando como un monigote. Se le sonrojaron las mejillas un momento, pero luego sacudió la cabeza, volviendo a centrarse en la situación.

—Hana… —dijo sin parpadear, alucinado—. El tatuaje. ¿Te pones ahora a pensar en el tatuaje?

—Me he pasado un cuarto de hora pensando en todo lo demás, ahora me preguntaba por el tatuaje —contestó tranquilamente.

—Pe… Oh, no… Espera un momento —saltó, y suspiró con lamentación—. Ya lo capto. No me has creído ni una palabra, ¿verdad? Es eso. Hana, sé que las cosas que te he dicho parecen las típicas fantasías o alucinaciones de un demente. Entiendo que no son fáciles de creer…

—Hahah… —se empezó a reír.

—… pero te prometo que es la verdad, y te lo puedo demost-…

—¡Ajajajaja…! —se echó a reír con ganas.

Neuval se quedó mudo, y perplejo. ¿Qué reacción era esa? ¿Había acabado ella volviéndose loca? Hana no paraba de reír, y el iris de Neuval no paraba de hacer lo posible por interpretar qué tipo de risa era. ¿Sarcástica? ¿Enfadada? ¿Sin razón alguna? Nada de eso. Neuval estaba escuchando una inesperada risa de alegría, y de alivio, de la más pura realización. No podía estar más confuso.

Hana terminó de reírse y se lo quedó mirando con una sonrisa calmada. Obviamente él quería preguntarle qué demonios pasaba, con esa cara de susto que tenía el pobre.

—Hace trece años, cuando yo tenía 17 años y vivía en Nagasaki —comenzó a contarle Hana—, como ya sabes, yo ya iba por el mal camino, y estaba metida en una banda. Robábamos, peleábamos con otras bandas por territorio, hacíamos lo que queríamos… Hay algo que nunca te he contado, porque temía que me tomaras por loca. Igual que me tomaron los demás. Una noche, teníamos planeado hacer un robo mayor, en una tienda de comestibles. Nuestra líder se había hecho con una pistola de fogueo, pero parecía real a ojos de cualquier inexperto. Nosotras la acompañamos con nuestras navajas y barras de hierro.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.