2º LIBRO - Pasado y Presente
26.
Genes
Eran casi las 7 de la mañana del viernes. El cielo estaba amaneciendo completamente despejado pese a estar en pleno invierno, y el sol ya estaba asomando por el horizonte, si bien el frío seguía calando hasta los huesos. Para algunos, era hora de despertarse para ir a trabajar un día más; para otros, era hora de llegar a casa a descansar después de un duro turno doble.
Lex entró por la puerta de su piso, procurando hacer el menor ruido posible con las llaves; dejó los zapatos, el abrigo y la cartera en la entrada, y se adentró en el salón arrastrando los pies. Le pesaba todo el cuerpo. Supuso que Riku aún estaba durmiendo, pues la casa estaba muy silenciosa.
Se quitó las gafas y las dejó sobre la mesa del comedor. Llevaba con ellas puestas tantas horas que tenía marca en el puente de la nariz. Se sentó un momento en una butaca del salón, y sintió que le llevaban los ángeles por el cielo y se le recolocaban algunos huesos.
—Bonté divine... —murmuró en francés, quedándose en el nirvana un rato, con sus ojos azules estáticos en el techo.
Pero no se permitió a sí mismo estarlo demasiado tiempo. Tenía algo importante que hacer, y ya llegaba tarde. Se arrodilló frente al mueble grande de la televisión, que hacía a la vez de estantería con cajoneras. Abrió uno de los cajones de abajo y sacó un grueso álbum de fotos. Se pasó unos minutos hojeándolo, hasta que encontró la fotografía que quería, y la sacó. Se fue a otro mueble del salón, una cómoda bajita, con adornos encima, los cuales apartó un poco para dejar un espacio en el centro. En él, colocó la fotografía, dos velas, y entre medias, una bandejita de plata; se fue a la cocina un momento, y volvió rato después con una pequeña taza de chocolate caliente, poniéndola sobre la bandejita, frente a la foto.
Encendió las velas y se arrodilló delante de este pequeño altar. Miró la foto. En ella, aparecía un hombre moreno de unos 35 años, de cabello negro muy corto y ojos negros como el azabache, posando con una sonrisa y con un puño en alto, mostrando un brazo grande y fuerte. Lex sonrió con tristeza.
—Hola, tío Sai. Llego un poco tarde, espero que no te importe. Siento no haber ido a visitarte antes de ayer en el cementerio con el resto de la familia. Tenía programada una cirugía, ya sabes, de las chungas. Uah… —se le escapó un bostezo—. Creo que sólo he dormido 4 horas en las últimas 50 horas. Pero ha merecido la pena. Ha merecido cada segundo de angustia, estrés y miedo. Hemos logrado extirpar con éxito un tumor maligno en el cerebro de una niña de 8 años. Va a recuperarse. Va a tener una vida normal. Sus padres, sus abuelos, la verán crecer junto a sus hermanos. Hasta sus tíos y primos estaban en el hospital. Eso hacen las familias, ¿no? Estar unidas.
Lex agachó un poco la cabeza y se quedó mirando el suelo sin un motivo en especial.
—Tengo un equipo fantástico, tío Sai. Mis compañeros también lo han dado todo. Los humanos, juntos, podemos lograr tantas cosas increíbles… Ojalá el mundo entero fuera como mi equipo. Ojalá pudiéramos demostrarles a los iris que nosotros también podemos. ¿No crees? —levantó de nuevo la mirada hacia la foto, y volvió a sonreír—. Te echo de menos. También al primo Yousuke. Mei Ling y yo pensamos en vosotros todo el tiempo. Espero que mi madre esté en vuestra compañía también. Y los abuelos Emily y Hideki. Ojalá pudiera decirles a los abuelos que he retomado el contacto con el tío Brey hace poco, y que lo he notado feliz. Con mucha pena y dolor, y con una culpa sin motivo… pero con una nueva felicidad brillando poco a poco por encima de esas cosas. Parece que vivir con mi hermana es en parte la causa, pero, sobre todo, son sin duda esos dos niños, que ha tenido por accidente, la mayor razón de la luz de su iris. Pude conocerlos brevemente hace un par de semanas. Me recordaron tanto a los primos You y Kyo cuando eran pequeños… ¿Sería mucho pedir volver a reconectar con el tío Ichi también? Sé que aún está por ahí… en algún lugar… Me niego a creer que esté muerto, o… cambiado…
Cerró los ojos y dejó salir un suspiro con un deje molesto.
—¿Por qué tenemos una familia tan complicada, tío Sai? Es como un jarrón que hace años se rompió en varios trozos. Algunos se perdieron para siempre. Otros intentan volver a unirse, pero… no quedan igual que antes. Por mucho que se junten, aún queda esa línea entre medias, esa fisura. ¿Sabes? Al menos tengo una relación con los abuelos Lian y Mai, pero cuando estamos en público, cuando la gente mira o pregunta, estoy harto de fingir que somos simples conocidos de dos familias distintas. A Mei Ling tengo que tratarla como una amiga. A Kyo hace un año que no lo veo por su entrenamiento, hace poco que ha vuelto, pero ahora debe ir con cuidado, porque ahora es un iris… Lo mismo pasa con el tío Brey. Al menos, a él sí puedo tratarlo como mi tío en cualquier lado y no tener que mentir, fingir, aparentar… Odio mentir, tío Sai, me agota y me carcome… Mil cirugías durante mil días seguidos no son nada… comparadas con estos siete años.
Lex dejó de hablar y se quedó cabizbajo con los ojos cerrados, tomándose un respiro. A veces, estas cosas eran terapéuticas. Pero Lex realmente desearía tener ahí delante a su tío Sai en carne y hueso y escucharle una vez más dándole sus consejos y su comprensión humana.
En ese momento, se oyeron unas pisadas desde el pasillo, y apareció en el salón Riku en pijama, dando un bostezo.
#16744 en Fantasía
#6560 en Personajes sobrenaturales
#9796 en Thriller
#5535 en Misterio
romance y humor, accion con poderes, sobrenatural y crimenes
Editado: 24.11.2024