2º LIBRO - Pasado y Presente
28.
El extraño asistente social
Poco antes de las 6 de esa tarde de sábado, Yenkis, Evie y otros tres amigos de su edad, junto con los padres de uno de ellos, ya habían salido del cine y se encontraban en la calle pasando el rato, esperando la llegada de alguien.
Mientras Evie y los otros tres jóvenes charlaban sin parar, Yenkis estaba entre medias, muy callado y tenso, y algo preocupado. Le sentaba fatal haber mentido a Hana y a su padre, y por otro lado le daba miedo que algo saliera mal y lo descubriesen. Pero no dejaba de convencerse a sí mismo de que era por una razón de peso. Necesitaba hacer esto. Necesitaba conocer la verdad de una vez por todas, y lo iba a hacer de forma completa.
Evie no sabía que Yenkis había mentido a Hana y a su padre sobre con quién iba a hacer el trabajo escolar y dónde, el chico no había querido hacerla cómplice, por eso ella creía que todos sus nervios se debían solamente al plan arriesgado que su amigo pretendía realizar.
—Chicos, creo que ya vienen a por vosotros —les indicaron los señores Fujimoto a Yenkis y a Evie, señalando un coche grande negro que se detuvo en el aparcamiento al otro lado de la carretera.
Cuando el conductor de aquel vehículo se bajó y comenzó a caminar hacia ellos, Yenkis tragó saliva, y se forzó a sí mismo a apagar todos los indicadores de su cuerpo que pudieran delatarlo, por lo que de repente se relajó y adoptó una actitud de lo más natural e inocente.
—Un honor conocerlo en persona, señor Nonomiya —saludaron el señor y la señora Fujimoto con una inclinación respetuosa.
Pero se sorprendieron cuando Hatori les hizo la misma inclinación con el mismo nivel de respeto.
—Les agradezco haber cuidado de mi sobrina hoy —les dijo.
Su tono de voz era tan serio como su mirada afilada, la cual causaba una sensación fría por el color azul hielo de sus ojos. Impresionaba e intimidaba. Pero a los Fujimoto les asombró el contraste de las expectativas. La educación de Hatori era exquisita. Y humilde. A pesar de ser ahora una de las personas más importantes del país.
—Ha sido todo un placer. Los chicos se han divertido mucho hoy —sonrió el señor Fujimoto—. Bien, pues, nosotros ya nos vamos.
Después de que se despidieran todos, los Fujimoto se marcharon con su hijo Ichiro y con los otros dos jóvenes por otro lado, mientras que Yenkis e Evie permanecieron ahí con Hatori. Cuando su mirada afilada se posó sobre él, Yenkis sintió un extraño escalofrío. Pero la causa no fue la impresión que le daba su semblante. Fue algo físico, e invisible. Por un instante, Yenkis sintió estar delante de algo que no formaba parte de este mundo ni de esta realidad. Por un instante, sintió que, si parpadeaba, iba a desaparecer.
Imaginaciones o no, sin duda Hatori lo estaba taladrando con la mirada. No obstante, el chico se sobrepuso como pudo y se ciñó a su papel, por lo que saludó al ministro con la inclinación adecuada.
—Encantado de conocerlo, señor Nonomiya. Gracias por aceptarme hoy en su casa. Soy Yenkis Vernoux, compañero de clase de Evie, y del grupo de música, y...
—Tranquilo, Kis, ya sabe muy bien quién eres —lo frenó Evie, sonriendo.
—No. Ni idea —declaró Hatori.
—¿¡Qué!? —exclamó la chica—. ¡Pero si te he hablado de Yenkis cincuenta mil veces, todas las veces que te cuento cosas sobre el colegio y mis amigos, o sobre nuestro grupo de música!
—Ah, ¿sí? —dijo desinteresadamente—. ¿Tienes un grupo de música?
A Evie se le hinchó una vena en la frente y le clavó una mirada fiera. Fue a darle un empujón, pero Hatori le estampó una mano en la cara y la desvió a un lado como quien se quita de en medio un chihuahua molesto.
—Vete yendo al coche y lleva la mochila de nuestro invitado al maletero —le ordenó, dándole las llaves.
Evie refunfuñó mientras cogía la mochila de su amigo y se fue yendo hacia el aparcamiento.
—¡Oh, no! ¡No es necesario que me la lleve ella! —se apuró Yenkis—. En todo caso, debería llevar yo tanto la suya como la mía.
—Que un hombre sea un caballero con una mujer es tan correcto y noble como que una mujer también realice actos de cortesía con un hombre, atendiendo por supuesto a las capacidades de cada persona. Si tu mochila pesara demasiado, no dejaría que Evie cargara con ella, pero como no es el caso, ella debe cumplir su papel de anfitriona, llevando la bolsa de nuestro invitado.
Yenkis se quedó callado. La verdad, no encontró fallos en su lógica. Si Evie fuera un chico, vería muy normal que llevara el equipaje de un invitado. No sabía por qué le tendría que chocar tanto si lo hiciera siendo chica. El peso no era problema porque Yenkis había traído muy pocas cosas. Entonces, cuando el peso, la dificultad o el esfuerzo no era impedimento ni para una mujer ni para un hombre realizar una acción de cortesía, para Hatori primaba realizar la acción de cortesía a quien correspondiese, sin importar quién era hombre o mujer, o un niño, o adulto o anciano.
«Caray, sí que es estricto en la correcta educación equitativa» pensó Yenkis. «Oh, no… Papá me ha enseñado muchas cosas de correcta educación, pero ¿serán suficientes? Espero estar a la altura. Por nada en el mundo debo permitir que Hatori tenga una mala imagen de mí».
#17099 en Fantasía
#6668 en Personajes sobrenaturales
#9912 en Thriller
#5565 en Misterio
romance y humor, accion con poderes, sobrenatural y crimenes
Editado: 30.11.2024