2º LIBRO - Pasado y Presente
32.
Desconexión
(este capítulo ha sido reescrito con una nueva parte añadida el 19 agosto 2025, y el resto ha sido trasladado al capítulo 33, con motivo de cambiar el orden de los sucesos)
Haru se encontraba otra vez tumbado sobre el capó de la furgoneta, aparcada en una calle tranquila y solitaria a la luz del escaparate de una tienda y de las farolas. Se estaba bebiendo un zumo de naranja de un brik con pajita, mirando las nubes oscuras del cielo. Se podría decir que él siempre tenía la cabeza en ellas, y de ahí le venía la inspiración para sus canciones. Pero procuraba no quedarse mucho tiempo en las nubes, temiendo que algún día pudiera perderse en ellas y olvidarlo todo y a las personas que quería, como le había pasado a la mente de su padre.
Oyó un ruido un poco más allá. Se incorporó y vio por fin a Neuval aterrizando en medio de la carretera de esa pequeña calle. Pero, al dar dos pasos, le fallaron las piernas y cayó de rodillas al suelo.
—Hostia… —Haru escupió el zumo y reaccionó al instante, corriendo hasta él, sujetándolo de un brazo—. ¿Qué ha pasado?
—Hah… tus amigos… —jadeó Neuval con dificultad, con la mano en la cadera ya manchada de rojo.
—Estaban cansados, se han pirado a dormir a un hotel. Me han dejado la furgo, estoy solo. ¿Qué cojones ha pasado? —preguntó impaciente, ayudándolo a caminar hasta la furgoneta—. ¿Dónde está tu hijo? ¿Está a salvo?
—Por ahora…
—¿Quién te ha herido?
—No más preguntas…
Eso fue una orden, así que Haru dejó de preguntar. Apoyó a Neuval contra el capó y le subió la camiseta para ver qué tipo de herida tenía y cuánta sangre estaba perdiendo. Reconoció enseguida una herida de bala, estando esta todavía dentro, pero no sangraba demasiado, y no parecía haberle alcanzado ningún órgano. Algo no le cuadraba. Esta herida de bala, para Fuujin, era de las más inofensivas que había recibido, pero se estaba comportando como si algo le retorciera de dolor, descontrolando su respiración, y la luz blanca de su ojo izquierdo no paraba de parpadear, caótica, inestable. Oía sus jadeos como si tuviera asma, y es que eso, en un Fuu, era imposible.
—¡¡Aaaahh!! —Neuval soltó un gran alarido repentino.
Haru se estremeció, el sonido de su voz había sonado escalofriante. Más que un grito de dolor, parecía contener rabia.
—¡Ah! —exclamó el chico al notar que Neuval le agarraba el brazo con tanta fuerza que estuvo a punto de rompérselo. Intentó sujetarlo de otra forma, y enderezarlo para meterlo en el vehículo, pero Neuval tenía todos los músculos del cuerpo tan agarrotados que parecía que iba a explotar—. Fuujin-sama, ¿¡qué te pasa!? —le sujetó de la cabeza para mirarlo a la cara, pero el hombre no paraba de moverla de un lado a otro—. ¿Es el dolor de la herida? ¡Conviértete en aire! ¡Neuval, transforma tu cuerpo en aire para que la bala caiga sola y después vuelve a hacerte de carne y hueso! ¡Sólo necesitas un instante, vamos! ¿Neuval? Responde, ¡di algo! ¿Estás aquí?
No. No había respuesta por su parte, estaba ido, algo iba mal. Haru procuró mantener la cabeza fría y encargarse de la situación. Sacó su teléfono móvil y llamó a su compañero Shokubutsu.
—Yagami, necesito tus dotes curativas. Tengo aquí a alguien herido de bala —decidió no decirle quién, ya que con lo de “No más preguntas”, intuyó que Neuval quería mantener este suceso lo más privado posible.
—“Haru, ¿qué ocurre? ¿Es una urgencia? ¿Dónde estás?”
—En Tokio.
—“Vale, no voy a poder ayudarte, ‘hermanito’. Estoy pasando unos días en el Monte Zou, haciendo un trabajo de investigación que me ha ordenado el maestro Pipi. Llama a Yako.”
Haru entonces colgó la llamada y llamó a Yako. Diez minutos después, ya estaba en el callejón de atrás de la cafetería, esperando, cargando con Neuval a la espalda, el cual seguía quejándose de algo, sin responderle el cuerpo, pero apretando las manos como garras, como si algo le quemara por dentro. Apareció una luz verde claro saltando veloz por encima de los edificios, y aterrizando en el callejón en dos segundos.
—Sígueme —le dijo Yako sin perder ni un segundo, sacando unas llaves, y abrió la puerta trasera de la cafetería.
Se metieron dentro, Yako encendió las luces y Haru dejó a Neuval sentado sobre un sofá, apartando la mesa a un lado. No hacía más que cerrar los ojos con fuerza, y apretar los dientes, y respirar erráticamente. A veces se tensaba y agarrotaba los dedos de las manos.
—Maestro, ¿puedes responderme? ¿Estás consciente? —le preguntó Yako, mientras sacaba de la mochila que había traído varios tarros con ungüentos y pastas vegetales. Pero Neuval no le respondió—. Súbele la camiseta, Haru, y mantenlo sujeto.
—¿Por qué está así? ¿Lo han envenenado o algo?
—¿Se ha enfrentado a una situación grave, de mucho estrés, o algo que le haya enfurecido?
—Lo siento, tronco. Antes de que dejara de responder, me ha ordenado discreción. Pero puedo decir que es muy probable que sí, algo lo ha alterado mazo, pero a tope.
—Mierda… —lamentó Yako, mientras cogía unas pinzas para sacar la bala; se agachó a la altura de Neuval y miró la herida, preparando las pinzas—. Vale, Haru, escucha. No es la herida de bala lo que le está torturando por dentro. Está teniendo un brote de majin. Pero necesito que no te asustes y me ayudes a mantenerlo bajo control, necesito sacarle la bala para poder cerrale la herida y que le deje de doler. El dolor no le está causando el brote de majin pero tampoco ayuda a apaciguarlo.
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romance y humor, accion con poderes, sobrenatural y crimenes
Editado: 20.08.2025