Cleventine 2: Pasado y Presente

2x34. Traición

2º LIBRO - Pasado y Presente

34.

Traición

Se notaba que era noche de sábado a domingo, porque incluso a las tantas de la madrugada aún había jóvenes continuando con la fiesta en algunos rincones de la ciudad. Las discotecas de menores cerraban demasiado pronto para su gusto, por lo que los estudiantes más rebeldes de secundaria se trasladaron a un escondite ya conocido, una amplia zona cementada bajo uno de los grandes puentes de la bahía, entre dos tramos de rocas y arena a orillas del mar.

Había pequeños grupos, unos sentados en las rocas, otros de pie, charlando y bebiendo alcohol que habían podido obtener gracias a varios universitarios que los acompañaban, en la penumbra que ofrecían las lejanas farolas de la autopista de la costa.

Algunos pocos se habían ido a rincones incluso más oscuros, en parejas, para tener intimidad. Aunque a algunos esa intimidad se les cortó de repente, cuando comenzaron a escucharse los gritos de una chica allá en un rincón entre las rocas y un muro de hormigón del puente. No, no eran gritos de auxilio, ni de dolor ni de terror. Los que estaban por ahí por la zona no veían de quién venían, pero se quedaron un poco en shock y se les escapaban algunas risas.

—¡Aah! ¡Por Dios…! ¡Uff…! —exclamó finalmente la afortunada, acalorada, y recuperando el aliento.

Entonces, de debajo de su falda larga salió una cabeza de voluminosos cabellos alocados.

—Madre mía, Drasik Jones, mi amiga no exageraba sobre ti —le sonrió la chica, acercándolo y acariciando sus cabellos cariñosamente—. No tenía uno así en mucho tiempo, mucho menos tres seguidos, ni siquiera haciéndolo yo misma. ¿Dónde has aprendido?

—Este es mi aprendizaje —se rio él, abriendo un botellín de cerveza, dando un trago, y compartió con ella—. Presto atención a las señales de tu cuerpo y de tu voz.

—Ya, pero no todo el mundo sabe interpretarlas. Incluso yo he tenido dificultad para detectar si mi antiguo novio, ahora ex, estaba sufriendo en silencio o estaba gozando cuando yo le hacía cosas.

—La gente subestima la comunicación, creen que hablar rompe el clímax. Pero eso es porque también hay que saber cómo decir las cosas —se acercó a su oído, susurrando, y ella lo apartó, riéndose por el cosquilleo y también sonrojada—. Te agradezco que me hayas estado dando algunas indicaciones.

—¡Hah! Yo te agradezco a ti que las siguieras. Ya te digo yo que muchos ni las oyen. Dime, Jones, ¿por qué te interesa aprender a hacerlo taaaan bien?

—¿Que por qué? Porque el día que encuentre al amor de mi vida, quiero hacerla feliz de manera perfecta y en todos los sentidos. En… to… dos —enfatizó, poniendo una mueca graciosa, sacando la lengua y moviéndola de un lado a otro.

—¡Hahah! ¿Y quién te dice que esa no soy yo?

—Tú me lo dices —respondió él, mirándola a los ojos.

La chica se quedó en silencio un rato, observando los ojos de él, ambos con la misma sonrisa serena en los labios.

—Eres bueno —le dijo ella entonces, y tomó un trago del botellín—. Te pido disculpas. La verdad es que te tomaba por un idiota en el instituto. Es que desde la distancia parecías el típico payaso arrogante. Pero las chicas que acaban conociéndote más, parece que te quitan la máscara.

—O ellas se quitan la venda —repuso él, y le robó el botellín para tomar otro trago. Se sentó sobre la roca junto a ella y se quedó mirando al mar, ahí frente a ellos, oscuro—. No te disculpes. Estoy acostumbrado.

—Hm… Oye… Si buscas al amor de tu vida, ¿por qué te lías con tantas chicas? Es decir… no te paras a conocer a una sola el tiempo suficiente.

—Guau… “liarse” es una palabra fea e inexacta. Pero no te equivoques, preciosa. Yo no estoy buscando al amor de mi vida. No ahora. Porque ahora mismo eso no me interesa. Pero sé que me interesará algún día en el futuro, cuando sea el momento. Hasta entonces, disfruto conociendo chicas. ¿Qué quieres que te diga? Me gustan demasiado.

—¿Y no te dan problemas de volverse celosas?

—Bastantes —asintió—. Pero el truco para eso es ser lo más claro posible, clarito como el agua. Les dejo claro desde el principio cómo soy y qué es lo que quiero. Si no les gusta, es problema de ellas, no mío. Que busquen a otro. Así que yo soy un libro abierto, cristalino, no me van los juegos de engaños y mentiras. Vivo como quiero, y no hago daño a nadie.

—Vaya, eso no está mal. Pero Jones, si te acuestas con todas las que vas conociendo, te haces difícil a ti mismo encontrar a la verdadera, incluso en el futuro.

—¿Qué dices? Yo no me acuesto con todas.

—Ah, ¿no? —se sorprendió.

—La gente asume eso con demasiada facilidad… humanos… —suspiró el chico, murmurando lo último—. Lo creas o no, sólo me he acostado con dos chicas, y ambas me importaban.

—¿Y te gustan las que son de un curso mayor, como yo?

—De mi edad y algo más mayores.

—¿Y qué pasó con esas dos?

—Bueno… mi primera vez fue el verano del año pasado, con una chica que me gustaba de verdad. Estuvimos juntos cinco meses. Terminamos porque ella se mudó a otro país con su familia. Y la segunda, estas Navidades pasadas, era otra piba que me molaba bastante. Pasamos unas semanas geniales, pero los dos al final queríamos lo mismo, no atarnos a nadie y salir con más gente. Fue pasajero, pero estuvo bien. Ese tipo de relaciones íntimas no las tengo con cualquiera, ¿sabes? —se bajó de la roca de un salto y se quedó de pie frente a ella—. Ese grado de intimidad… para mí es importante, lo suficiente para no compartirlo con cualquiera.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.