Clever

Capítulo 2

Sin respuestas

 

La lealtad es una perla entre dos granos de arena que sólo aquellos que entienden su significado pueden ver.
Paulo Coelho 

 

—Erend, está perdiendo mucha sangre.

¿Dónde estoy?

—Si, se está des-angrando.

Tengo frío.

—¡Joder, cállate! Necesito hilo quirúrgico, ¡Rápido! —me siento débil, mi visión está borrosa, y me cuesta abrir los ojo. 

Estoy tan mareada y confundida.

Ares Hidalgo sin camisa, ven por mi.

Mierda, estoy delirando.

Forzosamente intento abrir los ojos, pero no lo logro hasta el tercer intento. Sólo logro ver frente a mi, una silueta masculina, pero mi visión no me permite identificarlo.

—Listo. Llévenla a casa... tengo cosas que hacer. —escucho un pequeño choque metálico, como cuando se tocan dos cuchillos, o como cuando mi odontologo termina de mutilar mis dientes.

—Oye, Erend —hace una pequeña pausa—. No importa lo que hagas, o a quien mates, nada cambiará lo que le pasó.

Erend...

—¡No me importa! —escucho un fuerte golpe—. Mientras yo esté vivo, nadie volverá a vivir el mismo infierno que le hicieron vivir.

Sus voces cada vez se vuelven más lejanas, y pasan de ser lejanas, a inaudibles, hasta que dejo de luchar con mantenerme consiente, y mis ojos se cierran por completo, dejándome caer en un vacío lleno voces y ecos sin sentido.

Debes liberarnos...

Descubre la verdad...

Libera el secreto...

Libéranos...

 

*****

Siento cada profundo latido de mi palpitante corazón, junto a un punzante dolor de cabeza. Pensé que no podía ser peor, hasta que el sonido de mi alarma comenzó a resonar en mi cabeza.

Puto gallo de mierda.

La presión en mi cabeza cada vez es más insoportable, y en este momento sólo quiero pegarle un tiro al jodido gallo. Abro mis ojos lentamente, y me froto una mano en mi rostro, seguido de dar un bostezo.

Luego de estirar mi hermosa y perfecta anatomía... Ok no. Abro mis ojos y observo el panorama de mi aburrida habitación. Estoy un poco confundida, por un momento siento que no sé ni mi nombre, hasta que una marea de borrosos y lejanos acontecimientos invaden mi mente de golpe, uno tras uno, aumentando mi dolor de cabeza.

¡Mierda de la mierda mundial!

Imeditamente abro mis ojos como platos, analizando la situación, y tomando en cuenta un pequeño detalle que no había notado hace unos segundos: No siento mi brazo izquierdo.

No, no, no, no, no...

Me levanto de golpe ignorando mi dolor de cabeza. Utilizo mi brazo derecho para quitar el cobertor que está sobre mi otro brazo. Pensé encontrarme con lo peor, pero no fue así. Mi brazo estaba vendado a la perfección, luciendo completamente sano.

No cantes macarena aún, Eileen. No sabes lo que hay detrás de la venda. 

Me siento en la esquina de la cama, pensando en millones de posibilidades. La mayoría de los recuerdos en mi mente son borrosos, y tan lejanos como un sueño. Sólo puedo recordar como me sentía, y la intimidante silueta de uno de ellos.

¿Dante? ¿Sadler? ¿Adler?

Sé que uno de ellos tenía un nombre similar a ese.

Joder... todo es tan confuso.

Me levanto de la cama lentamente, tratando de asimilar los hechos, y de pensar bien las cosas. Siento todos los recuerdos tan lejanos como un borroso sueño. Por un momento consideré la ligera posibilidad de que sólo se tratara de un sueño, pero miro mi brazo vendado y completamente muerto, y descarto de inmediato esa errónea idea de mi cabeza. Me encontraba perdida en mis pensamientos, tratando de recordar qué había pasado con exactitud esa noche, hasta que mis ojos se posan en un punto exacto de mi habitación, sacándome de mi trance pensativo.

Era mi mesa de noche. Sobre ella se encontraba mi ropa doblada a la perfección. Inmediatamente analizo como estoy vestida, y mi jodido autocontrol se va a la mierda.

¡Coño, me han cambiado la ropa!

Tenía puesta mi pijama menos favorita, una que había dejado de usar hace mucho, ya que me recordaba a la mamá de Jack. Sin dudas, yo no me la puse, y eso no era todo, la ropa estaba doblada.

Si, doblada exactamente a la perfección.

¿Cuál es el problema? Yo no suelo doblar mi ropa. De hecho, sólo la arrugo y la meto dentro del armario.

Lo admito, soy un poco sinvergüenza.

En apresurados pasos me acerco a la mesita de noche. Estando justo en frente, me percato de un detalle que antes no había visto. Entre el medio de la ropa, escondido, pero ligeramente visible, se encuentra un pequeño sobre blanco. Con mucha curiosidad lo tomo, para ver qué contiene su interior. Dentro de él se encuentra una carta, acompañado de una pequeña tableta de pastillas de un color azul casi imprescindible, dando la impresión de ser casi blanco.

No te preocupes,
tu brazo estará bien.

Por ahora solo estás bajo el efecto
de la anestesia, pero no durará mucho,
pronto sentirás mucho dolor y
seguramente tendrás fiebre.
Debes tomar la pastilla dentro
del sobre dos veces al día,
son para disminuir el dolor. 
Puedes ir a un doctor para que estés más tranquila.

Pero recuerda, Eileen Rains:

No busques respuestas, de lo contrario tu vida, y la de tu familia se verá implicada.

La última oración quedó resonando como eco en mi pequeña cabeza de almendra. No entendía de qué estaban hablando, y para completar, la carta ni siquiera había sido escrita a mano. ¿No buscar respuestas? Eso no se dice, compadre, mucho menos a mi. Suelo ser como una niña pequeña, cuando me prohíben algo que me interesa, iré directamente tras ello, no importa que tan peligroso sea. Yo quiero saber quiénes son, ¿Por qué están tan buenos? ¿Por qué tienen un acento tan extraño? ¿Podrían casarse conmigo los tres?



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En el texto hay: misterio, hermanos, secretos

Editado: 24.08.2020

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