Escenas del crimen
El día tiene ojos,
pero la noche tiene oídos.
Proverbio
Sangre,
Homicidios,
Asesinos,
Miedo,
Demonios,
Criaturas de la noche...
Todos forman parte de la emoción de una película de terror. Pero este no es el caso, no es una película, es la vida real, y juro que esta imagen quedará grabada en mi memoria por el resto de mi miserable vida.
Había jugado muchas veces con las palabras asesinar, muerte, homicidio o suicidio. Pero no sabía lo que eran hasta este momento. El momento en donde tenía una escena del crimen justo en frente de mi.
Sólo puedo ver sangre.
Roja y espesa sangre, casi dando la impresión de ser negra.
Nunca había visto tanta cantidad de sangre en mi vida.
Ni siquiera en las películas.
El repulsivo olor metálico del espeso fluido invade mis fosas nasales, provocandome náuseas. Puedo sentir el amargo sabor de la bilis aproximarse en mi garganta, y un extraño escalofrío recorrer lentamente por mi cuerpo.
Una pierna, un brazo, y no soy doctora, pero lo que parece ser el intestino delgado de un cuerpo. Todos en partes diferentes de la carretera.
Mi mundo se paraliza, todas las personas a mi alrededor se mueven en cámara lenta. Pero todo empeora cuando mis ojos se detienen en un pedazo rasgado de tela vieja, una tela que conozco bien. La tela pertenecía al hombre que pude reconocer como miedo la noche pasada, el hombre que intentó destruirme y llevarse una parte de mi, el ser repulsivo que me hizo daño, el hombre del cual esos chicos me salvaron.
Muchas preguntas sin respuesta daban vueltas en mi cabeza, pero la que más resonaba era la que apuntaba a esos tres chicos culpables de homicidio. Me encontraba en un bucle sin salida, donde sólo escuchaba mi perdida voz, hasta que el rasposo sonido de una masculina voz me saca de mi trance.
—... Señorita, ¿Se encuentra bien? —parpadeo un par de veces antes de contestar y caer en cuenta que había un oficial de policía frente a mi—. Lo lamento, pero no puede estar aquí.
Inmediatamente le contesto con nerviosismo:
—Si, disculpe, yo... eh... —trago grueso— ¿Qué ocurrió aquí?
—No hay mucho que decir. El equipo forense está tomando muestras de ADN, y buscando huellas para analizarlas, pero aún no hemos encontrado nada... —de pronto dejo de prestarle atención a sus palabras, ya que algo extraño en dirección al bosque, capta mi atención.
Observando a distancia, justo detrás de un gran árbol, me encuentro con la profunda y pesada mirada de uno de ellos. Parpadeo repetidamente, pero de pronto... desaparece, como si de un X-men se tratara.
Creo que estoy imaginando cosas...
—Discúlpeme, oficial, pero tengo que irme. Muchas gracias por su tiempo. Espero puedan resolver el caso y, le hagan justicia al buen hombre —sobre todo buen hombre, nótese el sarcasmo.
Definitivamente los tres chicos tienen que ver con esto, no creo en casualidades, sólo en hechos, y aquí todo apunta a que ellos... son unos asesinos. Pero... ¿por qué no dispararle? Recuerdo que uno de ellos llevaba un arma, ¿por qué mutilar su cuerpo?
¡Dios santo, Eileen. Iba a violarte! Quién sabe cuántas veces más lo había hecho antes.
Me alejo de la escena del crimen casi huyendo. A lo largo del camino, sólo se encuentran árboles, y una solitaria carretera recta. En este pueblo sólo hay un Instituto, el cual está cruzando este largo y olvidado sendero, rodeado de un frondoso aunque algo espeluznante bosque.
Nuevamente siento esa rara sensación de ser observada, desesperadamente miro hacia todos lados, pero no encuentro nada. Por un minuto trato de perderme en mis pensamientos, pero me es imposible. Camino acompañada simplemente del silencio, y la soledad, hasta que escucho un extraño ruido que capta mi atención, y no son mis pisadas, y mucho menos mi respiración.
Era muy parecido al crujir de una rama. Me giro en dirección al sonido, y lo veo otra vez. Es uno de ellos, el de cabello castaño y hermosa voz calmada, el mismo que vi mientras hablaba con el oficial, el mismo que vi antes de desmayarme. Debo hablar con él.
Tengo un millón de preguntas, y tal vez esta sea mi única oportunidad de encontrarles respuesta.
El chico al darse cuenta que lo pillé observándome, sale corriendo como vieja amante de las ofertas. Así que entro en mi faceta de fast and furious, y comienzo a correr como fugitiva mientras grito como loca.
—¡Oye, espera! —exclamo con dificultad.
Si hay algo que sé hacer bien, es lucir como maniática al correr.
Me adentro al bosque, detrás del hermoso y misterioso chico. Varias veces me enredo con mis torpes pies, pero lucho por no caer.
—¡Deja de correr, coño! —grito con la voz entrecortada.
¿Está sordo? hijo de su madre.
—¡Mierda, no seas estúpido, sólo quiero hablar contigo!
Sonaré dramática, pero siento como si el oxígeno en mi cuerpecito de pitufo se agotara, pero me esfuerzo por seguir corriendo. Cada vez me encuentro más cerca, pero presiento que no lograré alcanzarlo. Así que decido hacer una maniobra de loca, estoy segura de que va a funcionar, la practiqué más de mil veces en casa con Sabrina, cuando descubrimos el rumor de que nuestra banda favorita vendría a la ciudad. Pero para nuestra desgracia... fue sólo un rumor.
Recuerdo exactamente cada uno de los pasos.
Editado: 24.08.2020