“Las sombras del pasado.”
Sus miradas estaban conectadas, él la miraba con una sonrisa ladina. Grettel apartó la mirada rápidamente, sintiendo su corazón latir con fuerza.
¿Qué había pasado?
Una hora después, el timbre sonó y fue momento del receso. Grettel era de esas personas que enfrentaban el mundo con miedo; insegura y tímida. Finalmente todos salieron del aula, dejándola sola en aquella gran habitación que de repente se sintió más vacía que nunca.
Pero no importaba, había algo que hacía ruido en la cabeza de Grett, el chico de la sudadera negra. La sonrisa de él resonaba en su cabeza.
—Hola.
Levantó la mirada de golpe saliendo de sus pensamientos, una chica de cabello castaño atado en un moño estaba sentada en la silla de enfrente.
—Hola.— Respondió.
—Grettel, ¿verdad?
Ella asintió, sintiendo que las palabras se le atascaban en la garganta.
—Me llamo Melissa. Un placer.
¿Qué debo hacer en estos momentos?. Pensó, sintiendo la presión de la conversación.
Volvió a asentir, como si eso fuera suficiente para comunicarse.
—¿Quieres salir?— Preguntó Melissa, su voz amable contrastaba con la tormenta de pensamientos que azotaba a Grett.
Grett miró a la ventana, enfrente estaba la papelería y a pesar de ser el descanso estaba llenísima, la piel se le erizó por completo y comenzó a sentirse pequeñita al notar la multitud.
—No, gracias.— Murmuró, con la voz casi inaudible.
Melissa frunció el ceño, un gesto que le dio un toque de preocupación. Asintió lentamente, como si entendiera su rechazo, y luego se levantó, dejándola sola una vez más.
Esa breve interacción dejó a Grett con un nudo en el estómago. Se quedó pensando en porque no había sido mas extrovertida, recalcando que era su culpa estar sola, no le costaba nada hablar mas, si hubiera aceptado no estaría sola.
Conectó sus auriculares a su celular, puso música y comenzó a dibujar garabatos en la libreta. Cada trazo era un intento de liberar la frustración que sentía consigo misma.
Los pensamientos intrusivos recordando el pasado la perseguían a donde quiera que fuera, no importaba el lugar ni el momento.
Comenzó a sentirse culpable al recordar todo lo que había pasado hace dos años. Solo quería tener días alegres, pero hace mucho tiempo había olvidado lo que era la felicidad.
Suspiró pesadamente y echó un vistazo hacía afuera.
Y si, ahí estaba el. Riendo con dos chicas y un chico, el no se veía como ella; se veía alegre y seguro de sí. Estaba justo enfrente de su salón, aunque estaba de espaldas.
Arreglándose su cabello frente a la ventana del salón 108.
Grett frunció las cejas y cerró los ojos.
El se veía exactamente como aquellos chicos de las películas que claramente son unos patanes; cabello un poco largo, algo despeinado, sudadera negra y algunas cadenas de collares.
¿Por qué de repente me fijo en el?
—Oye.
Abrió los ojos y se encontró con una Melissa sonriente, traía consigo dos bebidas.
—Para ti.— Dijo extendiendo su brazo en donde tenía una.
Sonrió un poco asombrada por la acción. —Gracias.
Ambas comenzaron a hablar, y con cada palabra intercambiada, Grett se sintió un poco más ligera. Melissa era una chica encantadora; le recordaba a las abejas, era tan amable y divertida. Tenía 15 años, su color favorito era el morado, y era hija única.
Los días transcurrieron de manera similar, aunque ya no tan aburridos gracias a Melissa, quien se había convertido en su compañera inseparable.
Y de un momento a otro, era 25 de marzo.
Aún así, Grettel no podía, o más bien no tenía el valor de salir del salón. Le aterraba estar entre la multitud.
Conforme pasaron los días, conoció a dos chicas más: Violetta y Ophelia, quienes empezaban a acercarse más a ella ya que se sentaban justo a su lado. Sobre todo Ophelia; una chica de cabello rizado y muy largo, que había intentado ayudar a Grett a integrarse en el primer semestre. No había tenido suerte. Grettel se negaba a abrirse a nadie, no después de lo que ocurrió.
Dentro de ella, no había ninguna posibilidad de volver a ser feliz. Solo quería pasar desapercibida, oculta entre las sombras.
Oh, y ese chico se paseaba frente al salón de Grettel, como si fuera parte del paisaje. Al principio, pensó que eran solo casualidades; un vistazo rápido aquí y allá. Pero, con el tiempo, se dio cuenta de que sus miradas se cruzaban cada vez más, como si hubiera una especie de imán entre ellos.
No sabía quién era ni qué pasaba por su cabeza, pero había algo en su mirada que la intrigaba. ¿Era su actitud relajada? O tal vez era esa sonrisa que parecía iluminar todo a su alrededor. Cuando sonreía, Grettel sentía que todo se volvía un poco más brillante.
Con cada día que pasaba, su curiosidad crecía. ¿Quién es? se preguntaba a menudo, sintiendo que su corazón latía más rápido cada vez que lo veía. Era como un misterio que la mantenía intrigada. ¿Por qué le prestaba tanta atención? Esa pregunta no dejaba de rondar en su mente.
A veces, se preguntaba si él también sentía esa conexión. Pero la inseguridad la frenaba al verlo, como si el miedo al rechazo la paralizara. Era una mezcla extraña de incertidumbre y emoción, algo que la hacía querer conocerlo, pero al mismo tiempo la mantenía a distancia.
En fin, aquel día, estaba lloviendo lo que bajaba los ánimos a cualquiera.
Las clases siguieron siendo aburridas, dos horas de geometría y trigonometría era lo peor del horario. Al finalizar las clases salió del salón con los auriculares puestos, con una mano llevaba un paraguas color rosa y con la otra trató de cambiar la canción.
Bobo celular. Pensó al ver que su ladrillo no respondía.
Y si, haciéndole honor al título del libro. Chocó con alguien, con alguien muy fuerte.
El pobre celular cayó al suelo, y casi le pasaba lo mismo a Grett. Auch.
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Editado: 24.10.2024