Close to you

Capítulo VIII: Recuerdos

Abro mis ojos y lo primero que veo es el rostro de Ernesto, este tiene una mano rodeando mi cintura, me podría quedar así todo el día pero resulta que tengo clases y tengo que llegar a cambiarme pero decido dejar esos pensamientos para más tarde.

Tomo mi teléfono y veo que son las 7:30, los jueves la alarma la programo para las 8:00 porque entro a las 12:00 pm, en fin dejo el aparato a un lado y me dedico a ver fijamente al hombre al lado de mí, si les contara a Lu y a Gloria todo esto seguramente no me creerían y la verdad es que no planeo decirles… no ahora.

Sin poder evitarlo mi mano viaja hasta su barba y la comienzo a acariciar, no me gustan los hombres con barba pero la verdad es que no me imagino a Ernesto sin barba como que le agrega un no sé qué que no sé yo explicar. Después de acariciar su barba me dirijo a delinear sus finos labios.

Doy un respingo cuando su boca toma mi dedo y lo muerde con suavidad, veo sus ojos risueños y de repente me llega un pequeño detalle… debo de estar ojerosa e hinchada, ay no, mi peor la cara la está viendo ahora.

En fin que no puedo ser perfecta.

–Buenos días traviesa– saluda con una sonrisa.

–hola.

– ¿A qué hora empieza tu primera clase? –consulta mientras se estira para tomar su celular de la mesita de noche.

–A las 12– respondo recordando que tengo clase de finanzas. – ¿y tú?

–Hoy no tengo clases pero tengo que resolver unos asuntos en la oficina– contesta sin dejar de ver el aparato electrónico.

Siempre olvido que ser maestro no es su principal fuente de ingresos y es que tiene una empresa de exportación, la verdad es que nunca he indagado en el tema y él no presume mucho de eso.

Me incorporo de la cama, suelto un gemido ante lo rico que dormí sin pesadillas ni sueños extraños, la verdad es que tenía tiempo sin dormir bien, también estiro mis manos y decido finalmente dejar la cama porque Ernesto tendrá cosas que hacer y no quiero estorbas más.

– ¿A dónde vas? – pregunta levantado una de sus cejas oscuras.

–A cambiarme– respondo divisando mi ropa en una silla de la habitación–tengo clases al rato y mi departamento queda al otro lado del boulevard.

–Desayunamos y después te llevo a tu departamento– decide deliberadamente y presiento que no puedo decir que no.

–está bien–contesto y muy dentro de mi quiero reírme ante mi suerte.

 

Entro al baño y me echo agua en la cara para que se me quite lo hinchado, agarro un peine que está en el baño y trato de desenredar mis ondas y después me pongo mis shorts, me pongo mi sostén pero me dejo la camisa de Ernesto que a pesar de que me queda floja­­–sorprendentemente porque él esta delgado y yo no– no me queda totalmente de vestido, desventajas de ser alta.

 

 

Ernesto

tres meses antes.

La veo caminando por uno de los pasillos de la universidad, viste una falda plisada color rosa y una blusa negra, su cabello va suelto y como siempre va tentando a cuanto hombre se le atraviesa con esos labios rojos, va riendo con sus amigas, las cuales son demasiado escandalosas y algo groseras.

– ¡wey! Eso no es cierto–grita una de ellas–Yo no fui a esa fiesta.

– ¡claro que sí! – grita otra de ellas acusando a la morena, Andrea solo me mira fijamente, estamos de extremo a extremo y solo cruzamos miradas, es como si instintivamente nos buscáramos el uno al otro.

–hola, profesor–me saluda Andrea cuando paso junto a ellas, las demás chicas solo me miran pero no saludan pero poco me interesan.

–Que tal– contesto sonriéndole con algo de nervios.

– ¿puedo hablarle un segundo? – pregunta Andrea con un leve sonrojo en sus mejillas.

–claro.

Nos alejamos de sus amigas, quienes nos miran fijamente sin disimulo, comienzo a rascar mi cuello y bajo un poco la vista para poder ver bien a Andrea. Sé de qué será la plática y la verdad no sé qué hare, 35 años y no sé cómo actuar frente a una chica de 20 años.

–Quiero saber si le llego mi correo– Andrea comienza a agarrase el cabello con nerviosismo, su sonrojo se vuelve más intenso, si supiera que me siento de la misma manera.

–Claro que lo recibí, licenciada– respondo con seriedad, sé que la confundiré pero tengo que pensar las cosas– todavía no tengo una respuesta, que tenga bonito día.

 

 

 

 

 

Andrea

Presente

Salgo de la habitación y me dirijo a la cocina. Me acerco a Ernesto que se está peleando con el huevo y es que creo que no puede romper el cascaron, trato de no reírme pero me es inevitable y cuando menos acuerdo Ernesto me lanza una mirada retadora.

–Déjeme a mí, profesor– digo empujándolo con mi cadera y quintándole el huevo de la mano.

Al fin de cuentas comemos huevos a la mexicana, hechos por su servilleta, café hecho por Ernesto, creo que es su especialidad.

– ¿Cada cuando regresas a tu casa? –pregunta mientras desayunamos.

–La verdad es que Valle no queda lejos de aquí– respondo con cierta melancolía– Cuando recién empecé la universidad regresaba cada fin de semana pero este semestre no tengo mucho tiempo y prefiero irme cuando ha y un puente*1  .

– ¿no extrañas tu casa?

–Claro, extraño a mis hermanos, a mi mamá y a mi abuela– contesto sin pensar– pero ellos comprenden que no puedo regresar siempre.

– ¿y qué tal la relación con los que vives? – lo miro fijamente y hay algo en su mirada, que no logro identificar, es como si le molestara.

–Son mis amigos de la prepa, mis mejores amigos– contesto con una sonrisa recordando todas las cosas que he vivido con ellos– lo malo es que son un desastre cuando me voy, creo que aprovechan cuando me voy para hacer fiestas en el departamento.




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